La fiebre está cediendo

La fiebre está cediendo
Ciudadanos cerca del Capitolio, en Washington, el 2 de noviembre de 2022. Foto, Christopher Lee/The New York Times.

El populismo mediático ha comenzado a menguar. Twitter ya no tiene el mismo poder que tenía hace dos años en los medios. Ya ha pasado el apogeo del despertar de la conciencia social. Parece que recientemente hay menos cancelaciones a personas y menos intimidación intelectual.

Durante los últimos años, tanto la democracia estadounidense como muchas otras de Occidente han recibido una gran sacudida. El pueblo se hartó del poder establecido, la confianza en muchas instituciones se acercó a su nivel más bajo y el furor populista de la derecha y de la izquierda aumentó.

En la derecha estadounidense, esto se manifestó en la persona de Donald Trump. Su gran mérito fue haber reinventado el Partido Republicano. Rompió la cáscara corporativa del reaganismo y encaminó al partido por la ruta de un partido multirracial de la clase obrera. Pero su gran desmerecimiento fue empalidecer esa transición con intolerancia, bufonería y corrupción. Trump inauguró la era de la teatralización de la política, una era en la que los dirigentes ponen más énfasis en posturas que llamen la atención que en cambios reales.

La izquierda tenía su propia versión en pequeño del populismo mediático. La representante Alexandria Ocasio-Cortez se convirtió en una importante figura política gracias a sus trascendentales aportaciones a Instagram. El Nuevo Pacto Verde no fue un paquete legislativo, sino un brebaje azucarado de los medios noticiosos. Consignas como “Eliminemos el Servicio de Control de Inmigración y Aduanas” y “Recortemos el financiamiento de la policía” no fueron políticas concretas, sino solo frases para usar en los carteles.

La agitación populista tuvo su momento, pero en la izquierda los demócratas destacados intentaron encauzar su fuerza al tiempo que refrenaban sus excesos, los cuales les impedían ser elegibles. En 2020, James Clyburn apoyó plenamente a un defensor moderado del sistema: Joe Biden.

Ese año, después de que, al parecer, la actuación de los progresistas les costó a los demócratas varios escaños en la Cámara Baja por su coqueteo con el socialismo, la demócrata moderada Abigail Spanberger criticó a la izquierda y fue una de las que ayudó a que el partido regresara al centro en asuntos como la delincuencia y otros temas. Biden rechazó el estilo mediático de la etapa populista al mismo tiempo que utilizó algunas ideas progresistas.

El populismo mediático ha comenzado a menguar. Twitter ya no tiene el mismo poder que tenía hace dos años en los medios. Ya ha pasado el apogeo del despertar de la conciencia social. Parece que recientemente hay menos cancelaciones a personas y menos intimidación intelectual. Al principio, yo tenía desconfianza del comité que investiga lo acontecido el 6 de enero, pero ahora reconozco que ha tenido una participación muy importante a nivel cultural. El comité obligó a que Estados Unidos se asomara al precipicio y a que viera la violencia nihilista que yace en el centro del populismo de Trump.

Las elecciones de 2022 marcaron el momento en que Estados Unidos comenzó a poner el populismo mediático detrás de nosotros. Aunque los resultados son parciales y es posible que los seguidores de Trump sigan ayudando a que los republicanos lleguen a controlar el Congreso, en estas elecciones vimos la aparición de una mayoría anti-Trump.

Según una encuesta de salida a nivel nacional, casi el 60 por ciento de los electores tuvieron una opinión desfavorable acerca de Trump. Casi la mitad de los electores que dijeron que “desaprobaban un poco” el desempeño de Biden como presidente de todas maneras votaron por los demócratas, porque al parecer no iban a votar por el trumpismo. En un sondeo de Reuters/Ipsos realizado en el mes de septiembre, el 58 por ciento de los encuestados dijeron que el movimiento “Hagamos a Estados Unidos Grandioso de Nuevo” (MAGA, por su sigla en inglés) amenazaba los fundamentos de la democracia de Estados Unidos.

El resultado concreto más importante de estas elecciones fue el triunfo de los convencionales. A los defensores del sistema, los líderes pragmáticos que no están siempre vociferando con encono, tanto de derecha como de izquierda, les fue extraordinariamente bien; por ejemplo, al gobernador de Ohio, Mike DeWine, y al gobernador electo de Pensilvania, Josh Shapiro. También obtuvieron el triunfo los titulares que demostraron ser eficientes, desde el senador de Dakota del Sur, John Thune, hasta el senador de Oregón, Ron Wyden. El gobernador de Wisconsin, Tony Evers, dijo la frase que resumió estas elecciones: “Triunfos aburridos”.

Los estadounidenses siguen muy descontentos con la situación del país, pero parece que su teoría del cambio ha comenzado a modificarse. Menos histrionismo en la telenovela de los medios de comunicación. Una política de la amenaza menos existencial. Busquemos a las personas que puedan hacer el trabajo.

Los resultados elocuentes de las elecciones fueron a nivel de secretario de Estado. La Coalición del Primer Secretario de Estado de Estados Unidos consta de candidatos que no aceptaron los resultados de las elecciones de 2020 y que habrían sido una amenaza para la integridad de las elecciones si hubiesen ganado el martes. La mayor parte de ellos perdió o parece que va perdiendo. Mientras tanto, Brad Raffensperger, secretario de Estado de Georgia quien se enfrentó a la intimidación de Trump, ganó por un margen muy amplio.

Debido a que los demócratas refrenaron sus tendencias más extremas mientras que los republicanos no lo hicieron, no se doblegaron ante los independientes en un año que podría haber sido un triunfo fácil para el Partido Republicano. La regla del elector promedio se sigue aplicando en asuntos como el aborto y muchos otros temas. Ganarás las elecciones si logras aproximarte al lugar donde se encuentran los electores moderados.

Quiero aclarar que no estoy diciendo que la fiebre haya cedido en la mente de quienes apoyan el movimiento MAGA. Tampoco digo que los republicanos de ese movimiento no vayan a desencadenar muchos desvaríos en el próximo Congreso.

Lo que estoy diciendo es que los electores han construido un muro alrededor de ese movimiento para garantizar que no vuelva a tener el poder del que solía gozar. Lo que digo es que los electores les han dado a los republicanos órdenes claras: hacer lo que hicieron los demócratas y dar marcha atrás en los excesos populistas dentro de su propio bando.

Los voy a dejar con dos grandes verdades. La primera es que ambos partidos son fundamentalmente débiles. Los demócratas son débiles porque se han convertido en el partido de la élite culta. Los republicanos son débiles por culpa de Trump. La debilidad de los republicanos es fácil de eliminar. Si se deshacen de Trump, podrían convertirse en el partido preponderante de Estados Unidos. Si no lo hacen, irán en retroceso.

La segunda es que la batalla para conservar el orden mundial liberal está en plena marcha. Aunque el autoritarismo populista sigue siendo una fuerza poderosa en todo el mundo, el pueblo, desde Kiev hasta Kalamazoo, se ha levantado para empujarnos hacia un mundo en el que las reglas, la practicidad, la estabilidad y el carácter son muy importantes.

Como escribía Irving Kristol, el pueblo de nuestra democracia “no es excepcionalmente sabio, sino que su experiencia tiende a hacerlo excepcionalmente sensato”.

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