La mayoría de las marcas de moda y ropa deportiva occidentales no poseen instalaciones de producción, sino que contratan fábricas o proveedores independientes, a menudo en el sur global, para fabricar sus prendas.
Cuando comenzó la Copa del Mundo en Catar, millones de fanáticos se pusieron camisetas que costaban entre 90 y 150 dólares y que fueron vendidas por Nike y Adidas, el proveedor oficial del torneo de este año. Los jugadores, que vestían uniformes nuevos de colores brillantes, se pusieron zapatos y tacos relucientes que se venden por más de 200 dólares.
Pero, ¿cuánto se les pagó a las personas que fabricaron estos artículos?
En el caso de los 7800 trabajadores de la fábrica del Grupo Pou Chen en Rangún, Birmania, proveedor de calzado de fútbol para Adidas, la respuesta es 4,800 kyats, o 2,27 dólares, al día.
La fábrica en Birmania enfatiza la lucha continua de muchos de los 40 millones de trabajadores de la confección en el sur de Asia, que han lidiado durante mucho tiempo con malas condiciones laborales y salarios, y cuyos problemas se han visto exacerbados por la pandemia. Ahora, con el mayor evento deportivo del mundo en marcha, la labor de algunos trabajadores por mejorar sus condiciones de trabajo se ha topado con fuerte resistencia y penalizaciones.
En octubre, después de que los trabajadores iniciaron una huelga para exigir un salario diario de 3,78 dólares, los gerentes de la fábrica llevaron soldados al complejo y luego despidieron a 26 trabajadores. Entre ellos 16 miembros del sindicato de la fábrica, que se cree que encabezaron la huelga de más de 2000 empleados.
En entrevistas la semana pasada, varios trabajadores dijeron que creían que la fábrica estaba aprovechando la oportunidad para castigar a los trabajadores que forman parte de los sindicatos, en un momento en que la junta militar gobernante de Birmania busca desmantelar las estructuras democráticas.
Al mismo tiempo, el aumento de la inflación y una moneda debilitada están ejerciendo presión sobre los medios de subsistencia de los birmanos. Desde el golpe de Estado del año pasado, el kyat, la moneda oficial, ha caído más de un 50 por ciento frente al dólar, y el costo de los alimentos, el transporte y la vivienda se ha disparado. Una trabajadora, que ya estaba delicada de salud, dijo que había pasado tres días sin comer hasta que sus compañeros le compraron algo.
Otra trabajadora, de 22 años, que espera recuperar su trabajo, habló bajo condición de anonimato porque temía represalias por parte de su empleador. “Nos preocupamos mucho por pagar el alquiler y enviar dinero a nuestras familias para que puedan sobrevivir”, dijo. “Ya antes era tan difícil, por eso pedimos más dinero. Y ahora, sin nuestros trabajos, es mucho más difícil. No tengo para comer”.
En un comunicado enviado por correo electrónico por la sede de Pou Chen en Taiwán, la compañía dijo que seguía las leyes y regulaciones locales en el manejo de los salarios de los empleados y asuntos de personal y que respetaba el derecho de los trabajadores a negociar de manera colectiva.
“Estamos pasando por un proceso de arbitraje con los demandantes según el procedimiento legal de Birmania”, decía el correo electrónico, al referirse a los trabajadores despedidos.
Adidas también emitió una declaración. “Adidas se ha opuesto enérgicamente a estos despidos, que violan nuestras normas en el lugar de trabajo y nuestro compromiso de larga data para defender la libertad de asociación de los trabajadores”, dijo la empresa. “Estamos investigando la legalidad de las acciones del proveedor y hemos pedido a Pou Chen que reincorpore de inmediato a los trabajadores despedidos”.
La mayoría de las marcas de moda y ropa deportiva occidentales no poseen instalaciones de producción, sino que contratan fábricas o proveedores independientes, a menudo en el sur global, para fabricar sus prendas. Esto significa que técnicamente no son los empleadores de estos trabajadores y, por lo tanto, no son legalmente responsables de hacer cumplir las normas laborales o los derechos humanos.
Recientemente, algunas empresas, como H&M, Adidas y Nike, hicieron que partes de su cadena de suministro fueran más visibles mediante la publicación de información de proveedores de fábrica para sus prendas, y Adidas proporciona una lista separada de sus proveedores de prendas para la Copa Mundial. Nike, que produce kits (como se le llama a los uniformes de fútbol) para 13 equipos de la Copa del Mundo como Estados Unidos, Inglaterra y Brasil, no publica una lista separada de proveedores de la Copa del Mundo, lo que dificulta rastrear dónde se fabricaron.
Y la transparencia sobre los proveedores no garantiza la responsabilidad en toda la cadena de suministro de la moda, que durante mucho tiempo se ha enfrentado con la represión sindical, una práctica destinada a prevenir o desmantelar la formación de sindicatos o los intentos de ampliar la membresía.
Trax Apparel, una fábrica en Camboya donde 2800 trabajadores fabrican camisetas de fútbol para Adidas y para el equipo de fútbol inglés Manchester United, despidió a ocho trabajadores en 2020 después de que formaran un sindicato para buscar mejores condiciones laborales. La gerencia de la fábrica dijo que solo reincorporaría a cuatro de los ocho, y solo si el sindicato aceptaba no luchar por la reincorporación de los demás o el pago retroactivo completo. Al no ver otra alternativa, el sindicato firmó un acuerdo en el que renunciaba a estos derechos.
“Seguí esperando una llamada, pero nunca llegó”, dijo Sophal Choun, de 41 años, quien ganaba 7 dólares al día por coser en una máquina en la fábrica. “Me tomó un año y medio encontrar otro trabajo. Tuve que pedirles a mis hermanos que me ayudaran a mantener a mis dos hijos pequeños y sacar un préstamo para seguir adelante con una prima muy alta que ahora me cuesta mucho pagar”.
“Yo creía en un sindicato porque sabía que necesitábamos protección. Ahora, muchos días solo lloro y lloro”, agregó.
Trax Apparel, cuyos propietarios tienen su sede en Tailandia, no respondió a una solicitud de comentarios.