La importancia de desistir

La importancia de desistir
Es frecuente que la sociedad nos diga que es admirable perseverar a toda costa, pero el nuevo libro “Quit: The Power of Knowing When to Walk Away”, escrito por una jugadora de póquer profesional, nos dice que a veces hay que darse por vencido. Foto, Nicolás Ortega/The New York Times.

Las metas son objetivos que se fijan sin tomar en consideración la información nueva que tal vez tengamos en el trayecto. Así que seguiremos encaminándonos hacia una meta que quizás ya no coincida con nuestros valores. 

En la actualidad está de moda renunciar a hacer algo. Tuvimos la Gran Renuncia, en la que supuestamente 40 millones de estadounidenses dejaron su empleo para optar por otros mejores. También se dio el reciente alboroto de las renuncias silenciosas, en las cuales la gente elegía hacer menos cosas en su trabajo. Ahora, tenemos un libro nuevo que trata acerca de los muchos beneficios de desistir ante todo tipo de cosas.

El libro “Quit: The Power of Knowing When to Walk Away” escrito por Annie Duke, jugadora profesional de póquer y científica en el área de la tecnología para la toma de decisiones, sostiene que, en muchos casos, el hecho de no renunciar a nuestras metas —ya sean objetivos profesionales, ambiciones personales o proyectos en el hogar— es algo que en realidad nos detiene. Yo le hice una entrevista acerca de los beneficios de desistir y qué debemos considerar al momento de plantearnos los propósitos de Año Nuevo.

P: ¿Por qué casi siempre creemos que desistir es algo malo?

R: Si consideramos los aforismos que hay acerca de desistir ante algo, nos encontramos con cosas como “los ganadores nunca se rinden” o “quienes se rinden nunca ganan”. Incluso cuando las personas persisten en circunstancias muy peligrosas, se convierten en los héroes de la historia. Por ejemplo, Rob Hall, quien era uno de los principales protagonistas de “Mal de altura”, de Jon Krakauer, decidió perseverar y seguir escalando el Everest bajo condiciones que justificaban su regreso. Pero no se rindió y murió en la cima de la montaña, y por eso lo consideramos un héroe.

Uno de mis casos favoritos es el de Siobhan O’Keeffe, una consultora de contratación que estaba corriendo el maratón de Londres en 2019 cuando en el kilómetro 12 se rompió la pierna (el hueso del peroné, literalmente, se le quebró), pero siguió corriendo y terminó la carrera; por supuesto, en contra de lo recomendado por los médicos.

Ahora bien, existen todo tipo de razones por las que la lógica dice: “Eso estuvo muy mal”. Puedes terminar con una fractura expuesta y tal vez nunca vuelvas a correr. Pero hay que admitir que también decimos “Increíble, qué fuerte es”. Nos provoca admiración. Quienes resisten son los que se llevan todo el reconocimiento y quienes desisten son unos cobardes.

P: Es lógico que cuando perseverar resulta peligroso, lo más inteligente es desistir. Pero, ¿por qué, y en qué otras ocasiones, sería bueno rendirse?

R: Cada vez que decidimos iniciar algo, estamos tomando esa decisión en condiciones inciertas. ¿Qué tanto sabemos en realidad cuando aceptamos un empleo? ¿Qué nos va a parecer el entorno de ese lugar de trabajo? No lo sabemos.

Esto significa que vamos a tener más información después de iniciar algo. Esa información puede tener que ver con nuestra felicidad. También puede ser información relacionada con nuestros propios cambios de valores: “Yo creí que esto es lo que quería, pero ahora me doy cuenta de que quiero esta otra cosa”. La opción de desistir es lo que nos permite hacer algo al respecto.

P: ¿Cómo saber cuándo es el momento de no continuar?

R: Así como la decisión de comenzar algo se toma bajo condiciones inciertas, la decisión de desistir también se toma bajo condiciones similares. Esto significa que cuando decidimos no seguir adelante, si lo hacemos en el momento adecuado, no vamos a estar 100 por ciento seguros de que tengamos que hacerlo. Además, somos muy buenos para encontrar razones por las cuales vale la pena continuar. Por eso hay personas que mueren en la cima de la montaña, o gente que sigue corriendo maratones con una pierna rota o gente que se queda en empleos que le hacen daño.

Mi recomendación es que tengamos de antemano lo que yo llamo “condiciones de exclusión”. No confíes en ti para hacerlo en ese momento. Pregúntate cuáles son las señales que podrías ver en el futuro y alertarte sobre el momento de desistir. Si participas en un maratón, podrías determinar de antemano que, si en algún momento los médicos te aconsejan no continuar, tendrás que retirarte. Un ejemplo en el caso de un empleo sería: Si no estás a gusto ahí, pregúntate: “¿Cuánto tiempo voy a sentirme así de inconforme?” Tal vez le des tres meses más. Luego piensa en cuáles son las señales que te dirían que las cosas no están bien, cuáles son las cosas que te dirían que sigues sin estar contento.

P: El año nuevo está a la vuelta de la esquina. ¿Cómo recomiendas que debemos —y no debemos— plantearnos nuestros propósitos?

R: Las metas son objetivos que se fijan sin tomar en consideración la información nueva que tal vez tengamos en el trayecto. Así que seguiremos encaminándonos hacia una meta que quizás ya no coincida con nuestros valores, que quizás nos vaya a hacer daño de algún modo que no previmos.

En todas las metas se requiere un “a menos que”. Por ejemplo, “Voy a entrenar para un maratón a menos que resulte que eso me hace desdichado y que extraño mucho a mi familia”. O, “Voy a escalar el monte Everest a menos que no vaya a llegar a la cima a la 1:00 de la tarde”. Porque tenemos que recordar cuál es en realidad la meta. El objetivo no es llegar a la cima del Everest; el objetivo es regresar vivo para poder seguir escalando más montañas en el futuro.

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