El hartazgo con el apoyo occidental a Ucrania puede seguir ganando terreno en los próximos meses a medida que la gente se canse de los altos precios de la energía y, en el caso de algunos países europeos, de los posibles cortes de suministro.
“Te sacaremos lo ucraniano a golpes para que ames a Rusia”, le dijo un interrogador ruso a una sobreviviente de torturas con la que hablé en Ucrania, antes de azotarla y violarla. Parece un buen resumen de la estrategia de Vladimir Putin.
Pero no está funcionando en Ucrania, donde las atrocidades de Putin parecen estar reforzando la voluntad de contratacar. Esa valiente mujer triunfó sobre sus interrogadores, aunque con un horrible costo personal.
Sin embargo, me preocupa que en Occidente estemos hechos de un material más débil. Algunas de las decisiones más trascendentales que tomará Estados Unidos en los próximos meses tienen que ver con el nivel de apoyo que prestaremos a Ucrania, y he recibido críticas de algunos lectores que piensan que el presidente Joe Biden comete un terrible error al ayudar, de manera decidida, a Ucrania a repeler a Rusia.
Una mujer llamada Nancy protestó en mi página de Facebook porque yo estaba más interesado en el reforzamiento de la seguridad en la frontera ucraniana que en la estadounidense. Argumentó que deberíamos concentrarnos en nuestros propios retos y no en los de Ucrania.
“Estamos muy endeudados pero financiamos una guerra en la que no deberíamos estar involucrados”, comentó. “Ya basta”.
Según las encuestas, el apoyo de los estadounidenses a la ayuda a Ucrania sigue siendo sólido, pero está disminuyendo, sobre todo entre los republicanos. Y casi la mitad de los estadounidenses quieren que Estados Unidos presione a Ucrania “para que se conforme con la paz lo antes posible”, aunque pierda territorio, un dato que debe alegrar el corazón de Putin.
El hartazgo con el apoyo occidental a Ucrania puede seguir ganando terreno en los próximos meses a medida que la gente se canse de los altos precios de la energía y, en el caso de algunos países europeos, de los posibles cortes de suministro.
Así que permítanme defender, ante Nancy y otros, por qué debemos seguir suministrando armamento a Ucrania.
El error fundamental entre muchos congresistas republicanos (y algunos progresistas de izquierdas) es que le estamos haciendo un favor a Ucrania enviándole armas. No es así. Estamos brindando apoyo a Ucrania mientras sacrifica vidas e infraestructuras de modo que nos beneficia, al degradar la amenaza militar de Rusia para la OTAN y Europa Occidental y, por lo tanto, para nosotros.
“Nos están haciendo un favor; están librando nuestra batalla”, me dijo Wesley Clark, general estadounidense retirado y excomandante supremo aliado de las fuerzas de la OTAN en Europa. “La lucha en Ucrania es una lucha sobre el futuro de la comunidad internacional”.
Si la guerra termina favorablemente para Rusia, argumenta, será un mundo menos seguro para los estadounidenses. Una lección que el mundo absorbería sería la importancia primordial de poseer armas nucleares, pues Ucrania fue invadida después de que renunciara a su arsenal nuclear en la década de 1990, y las cabezas nucleares de Rusia impiden hoy una respuesta militar occidental más contundente.
“Si Ucrania cae, sin duda habrá una ola de proliferación nuclear”, advirtió Clark.
Durante años, los estrategas militares han temido una incursión rusa en Estonia que desafiaría a la OTAN y costaría la vida a soldados estadounidenses. Los ucranianos están debilitando las fuerzas rusas para reducir ese riesgo.
En términos más generales, quizá la mayor amenaza para la paz mundial en la próxima década sea el riesgo de un conflicto en el estrecho de Taiwán que desemboque en una guerra entre Estados Unidos y China. Para reducir ese peligro, deberíamos ayudar a Taiwán a aumentar su capacidad disuasoria, pero quizá la manera más sencilla de reducir la probabilidad de que Xi Jinping actúe agresivamente sea permanecer unidos frente a la invasión rusa. Si Occidente flaquea y permite que Putin gane en Ucrania, Xi sentirá mayor confianza en que puede ganar en Taiwán.
Putin ha sido un agresor desestabilizador y brutal durante muchos años —de Chechenia a Siria, de Georgia a Moldavia—, en parte porque el mundo no ha estado dispuesto a plantarle cara y en parte porque posee una poderosa fuerza militar que Ucrania está desmantelando ahora. Aparte de la energía, la economía rusa no es sustancial.
“Putin y Rusia son débiles”, me dijo Víktor Yúshchenko, expresidente ucraniano que desafió a Rusia y luego fue misteriosamente envenenado y desfigurado. “Rusia es un país pobre, un apéndice petrolero del mundo, una gasolinera”.
El mundo está en deuda con Ucrania por su voluntad de enfrentarse por fin a Putin.
En todo caso, me gustaría ver al gobierno de Biden aumentar de manera cuidadosa las capacidades del armamento que suministra a Ucrania, porque puede que la mejor manera de poner fin a la guerra sea simplemente asegurarse de que Putin considere que ya no vale la pena pagar el costo.
No pretendo sugerir que todos los que apoyan las negociaciones de paz sean cobardes, estén cansados o sean miopes. El general Mark Milley y otros oficiales del Pentágono están comprensiblemente preocupados por la posibilidad de que el conflicto ucraniano se descontrole y desemboque en una guerra nuclear. Es una preocupación legítima, y siempre es bueno mirar a través de la niebla de la guerra en busca de salidas. Pero ceder al chantaje nuclear y recompensar una invasión crearía sus propios riesgos durante muchos años, y en conjunto esos peligros parecen mayores que los de mantener el rumbo actual.
Al abogar a favor de que Occidente apoye a Ucrania, he enfatizado nuestro interés nacional en hacerlo. Pero tenemos valores en juego además de intereses, porque también hay una cuestión moral que enfrontar.
Cuando una nación invade a un vecino y comete asesinatos, saqueos y violaciones, cuando trafica con miles de niños, cuando pulveriza la red eléctrica para hacer que los civiles se congelen en invierno, en una tormenta de probables crímenes de guerra, la neutralidad no es lo más importante.
No dejemos que Rusia nos saque lo ucraniano a golpes: al mundo le vendría bien tener la misma valentía de los ucranianos.
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