Las dos principales zonas de falla de Turquía, las de Anatolia Oriental y Anatolia del Norte, la convierten en una de las regiones con mayor actividad sísmica del mundo. Desde 1900 se han registrado en la región más de 70 sismos de magnitud 6,5 o superior.
El terremoto de magnitud 7,8 que sacudió el sur de Turquía y el norte de Siria a principios de febrero cegó la vida de decenas de miles de personas, arrasó manzanas enteras en ciudades y ha obligado a la región, que ya enfrentaba una crisis de refugiados y más de una década de guerra, a un monumental esfuerzo de recuperación.
El saldo
Hasta el 10 de febrero, el número combinado de muertos en Siria y Turquía había superado los 22.000. En Turquía, el presidente Recep Tayyip Erdogan declaró que más de 19.000 personas habían muerto en su país; en Siria, el número de muertos se acercó a los 3,400, según el Ministerio de Salud de Siria.
Miles de edificios quedaron destruidos o inhabitables, lo que dejó a una cantidad abrumadora de personas sin refugio y a merced de la lluvia, la nieve y las bajas temperaturas. Según las agencias de socorro, millones de personas necesitan asistencia; las Naciones Unidas afirmaron que, tan solo en Siria, el terremoto había afectado a 10,9 millones de personas.
En medio del frío extremo, los equipos de rescate han extraído a miles de sobrevivientes de los escombros, pero los expertos afirman que las posibilidades de rescatar más gente disminuyen de manera drástica a los pocos días de sucedido un terremoto.
La situación de los sobrevivientes tanto en Siria como en Turquía es alarmante: hay personas reacias a regresar a sus hogares, otras construyen fogatas con los escombros para mantenerse calientes, se acurrucan en automóviles y sufren frecuentes cortes de energía y escasez de combustible. También enfrentan escasez de alimentos y suministros médicos.
La ayuda
Turquía ha impuesto un estado de emergencia de tres meses en 10 provincias, y la agencia nacional de emergencias ha desplegado más de 92.000 tiendas de campaña; 98.000 trabajadores turcos y extranjeros, y 5,000 vehículos, incluidas excavadoras, grúas y camiones de remolque. Decenas de países han enviado equipos y suministros, y en algunos lugares las autoridades locales han contribuido a los esfuerzos de rescate y socorro.
La zona del terremoto en Turquía se extiende a lo largo de más de 320 kilómetros, desde el Mediterráneo en el sur, a través de las montañas, hasta las tierras altas del centro-este y el noroeste de Siria. Los pasos de montaña cubiertos de nieve, las carreteras fragmentadas y los edificios que colapsaron sobre las vías han obstaculizado y retrasado la llegada de los equipos de rescate y ayuda.
Llevar ayuda a Siria se ha visto complicado por la larga guerra civil del país, la división del territorio en el noroeste y las ásperas relaciones entre el presidente Bashar al Asad y muchas naciones occidentales.
La frontera siria
Inmediatamente después del terremoto, el único cruce aprobado por la ONU para transportar ayuda internacional al noroeste de Siria no funcionó durante un tiempo debido a los daños en el área, según funcionarios de la ONU.
Pero los convoyes de ayuda pronto empezaron a cruzar con alimentos, ropa, mantas y otros suministros. Fueron recibidos por rescatistas y médicos exhaustos y frustrados que afirman que aún hace falta muchísimo más, especialmente en una región donde muchas personas ya habían sido desplazadas por la guerra y luchaban por sobrevivir desde antes del terremoto.
Gran parte de la ayuda internacional de las Naciones Unidas y otras agencias a Siria fluye a través de la capital, Damasco, lo que le permite al gobierno limitar lo que llega a las zonas controladas por la oposición. Las agencias de la ONU deben solicitar un permiso para proceder a entregar parte de la ayuda a través de las líneas del frente a las zonas controladas por la oposición. Esas solicitudes son negadas con bastante frecuencia.
Funcionarios de la ONU han declarado que están negociando con el gobierno de Siria para realizar más entregas, y la Unión Europea ha dicho que trabajará junto a las Naciones Unidas para entregar ayuda también.
El gobierno sirio ha culpado a las sanciones estadounidenses de profundizar el desastre humanitario que ha sufrido el país desde el terremoto. Sin embargo, dichas sanciones no están dirigidas a la ayuda humanitaria. El Departamento de Estado estadounidense ha rechazado las peticiones de levantarlas y ha declarado que no obstaculizan los esfuerzos de ayuda, y que el gobierno de Al Asad debería abrir más cruces fronterizos.
El terremoto
El sismo de magnitud 7,8, el cual se produjo en las primeras horas del 6 de febrero, ya se ha convertido en el terremoto más letal de Turquía desde 1939, cuando murieron más de 30.000 personas. Ha sido también uno de los más mortíferos del mundo en décadas.
Una poderosa réplica de magnitud 7,5 le siguió al terremoto, y los expertos advierten que podría haber más, lo que presenta riesgos potenciales para la integridad de las inestables estructuras que se encuentran en la zona del sismo.
Las dos principales zonas de falla de Turquía, las de Anatolia Oriental y Anatolia del Norte, la convierten en una de las regiones con mayor actividad sísmica del mundo. Desde 1900 se han registrado en la región más de 70 sismos de magnitud 6,5 o superior.
El epicentro del terremoto se detectó cerca de la ciudad turca de Gaziantep, donde vivían alrededor de medio millón de refugiados sirios, y gran parte de la ciudad quedó en ruinas. Gran parte de Antakya, la capital de la provincia turca de Hatay, o Antioquía, conocida así por los pueblos de las antiguas Grecia y Roma, está destruida. Vecindarios enteros están en ruinas, incluida la parte más antigua de la ciudad. Los expertos aseguran que la reconstrucción de las ciudades, en los casos en que sea posible, llevará años, al menos una década.