Las posibilidades de que Estados Unidos y Rusia, en medio de la amarga guerra en Ucrania y recriminaciones mutuas a una escala no vista en décadas, puedan encontrar la manera de sentarse a negociar un nuevo tratado, por no decir acordar uno, están disminuyendo rápidamente.
VARSOVIA, Polonia — El martes 21 de febrero, cuando el presidente Vladimir Putin anunció al final de su discurso de 100 minutos que suspendería la participación de Rusia en el tratado Nuevo START —el último acuerdo de control de armas que perdura entre las dos mayores potencias con armas nucleares— se concretó la señal más reciente de que la era del control formal de armas, que ha durado décadas, podría estar llegando a su fin.
Putin dejó claro que no se estaba retirando del tratado, el cual vence en febrero de 2026. Además, horas después del discurso, el ministro de Asuntos Exteriores de Rusia declaró que el país no tenía intención de desplegar más armas nucleares estratégicas —del tipo que pueden cruzar continentes— más allá de los límites establecidos en el tratado, que restringe a ambas partes a tener 1550 ojivas. Eso dejó de lado, al menos durante los próximos años, la posibilidad de la reanudación de una carrera armamentista entre las dos mayores potencias nucleares.
Pero las posibilidades de que Estados Unidos y Rusia, en medio de la amarga guerra en Ucrania y recriminaciones mutuas a una escala no vista en décadas, puedan encontrar la manera de sentarse a negociar un nuevo tratado, por no decir acordar uno, están disminuyendo rápidamente. La declaración de Putin de que no permitirá que inspectores estadounidenses verifiquen el cumplimiento del tratado dejó claro, una vez más, que ve su arsenal nuclear como un elemento clave de poder en un momento en el que intenta revivir su tambaleante empeño por apoderarse de una nación, cuyo derecho a existir como Estado independiente se niega a reconocer.
Putin, además, ha decidido replegarse del Nuevo START en un momento crítico. China ha dejado claro que está decidida a construir un arsenal del mismo tamaño que el de Washington y Moscú. Los inspectores internacionales han descubierto nuevas evidencias de que Irán está avanzando rápidamente en la producción de combustible nuclear casi apto para bombas. Corea del Norte pasó el fin de semana probando sus propios misiles balísticos intercontinentales. Todas las señales parecen indicar que el mundo podría estar al borde de una nueva era de escalada nuclear.
En términos más generales, Putin sonó como un líder que ya no quiere someterse a un control de armas tras años de inspecciones suspendidas debido a la pandemia y luego por el incremento de las confrontaciones con Estados Unidos y la OTAN.
Si se mantiene esa actitud, quien esté sentado en el Despacho Oval cuando el tratado expire en poco más de mil días tal vez tenga que lidiar con un nuevo mundo que se parecerá, a primera vista, al de hace medio siglo, cuando las carreras armamentistas estaban en pleno apogeo y las naciones podían desplegar todas las armas nucleares que querían.
Fue un recordatorio de lo frágiles que lucen las escasas restricciones que quedan sobre las armas nucleares en todo el mundo, 14 años después de que el presidente Barack Obama, en un discurso emblemático en Praga, hiciera un llamado a todas las potencias a trabajar por “un mundo sin armas nucleares”. Si bien Obama reconoció que tal vez no iba a poder ver la llegada de ese día en su vida, sí hubo la sensación, por un breve tiempo, de que las principales potencias nucleares iban camino a reducir sus arsenales, y a depender menos de las armas nucleares para la defensa y la disuasión.
La llegada de ese día parece haberse cancelado, al menos en el futuro previsible.
“Con Rusia rompiendo tratados, China construyendo su arsenal, Corea del Norte probando misiles y ahora Irán cerca de obtener uranio apto para armas, este es un terrible periodo para la estabilidad y la moderación nuclear”, afirmó Jon Wolfsthal, miembro principal del Centro para una Nueva Seguridad Estadounidense y asesor principal de Global Zero, un grupo que aboga por la abolición de las armas nucleares.
Wolfsthal, quien trabajó para el presidente Joe Biden cuando era vicepresidente y luego formó parte del consejo de seguridad nacional sobre el control de armas de Obama, afirmó que temía que la declaración de Putin, aunque fue más una declaración política que militar, “probablemente avive los crecientes llamados a que Estados Unidos expanda su arsenal nuclear para competir con Rusia y demostrarle a China que no puede alcanzarnos”.
Incluso antes del discurso de Putin, la implementación del tratado Nuevo START ya estaba en serios problemas; el Departamento de Estado anunció el mes pasado que los rusos no lo estaban cumpliendo. Pero el martes, el líder ruso dejó claro que Estados Unidos ya podía olvidarse de plano de inspeccionar las instalaciones nucleares rusas, un elemento central en la verificación del cumplimiento de los mandatos del tratado.
De manera predecible, Putin argumentó que las acciones de Estados Unidos lo habían obligado a tomar esa decisión. “Quieren infligirnos una ‘derrota estratégica’”, afirmó, reutilizando una frase que los funcionarios estadounidenses han usado para describir el resultado que desean para Rusia en la guerra contra Ucrania, “y encaramarse en nuestras instalaciones nucleares”.
También señaló que los ucranianos ya habían utilizado drones para atacar bases aéreas estratégicas en Rusia, donde la fuerza aérea rusa resguarda los bombarderos que pueden lanzar armas nucleares. (Esos ataques ocurrieron, aunque al parecer causaron solo un daño limitado).
Putin declaró que no estaba dispuesto a permitir que los inspectores examinen las instalaciones nucleares porque podrían informar de sus hallazgos a los ucranianos para futuros ataques.
“Esto es un teatro del absurdo”, afirmó. “Sabemos que Occidente está directamente involucrado en los intentos del régimen de Kiev de atacar las bases”.
Nada de esto modifica mucho el statu quo. Las inspecciones nucleares fueron suspendidas durante la pandemia de COVID-19, cuando los inspectores de ambos bandos no pudieron ingresar ni a Rusia ni a Estados Unidos.
Pero en el último año, a medida que las restricciones de viaje se fueron eliminando, los rusos comenzaron a encontrar razones para negar la realización de las inspecciones y acusaron a Estados Unidos, como lo hizo Putin de nuevo el martes, de tampoco cumplir con sus requisitos de inspección (los funcionarios estadounidenses insistieron hace varios meses en que habían resuelto los problemas de acceso y que les permitirían la entrada a los inspectores rusos, siempre y cuando los inspectores estadounidenses tuvieran derechos recíprocos).
Estados Unidos conserva una visibilidad considerable sobre el arsenal ruso, principalmente con satélites que realizan un seguimiento de los movimientos nucleares de Rusia. Pero hay una preocupación más profunda. La extensión de cinco años del Nuevo START que Biden y Putin acordaron en el primer mes de la presidencia de Biden es la única permitida por el acuerdo, el cual se negoció durante la presidencia de Obama.
Eso significa que hay que diseñar un tratado completamente nuevo. Y aunque los funcionarios estadounidenses insisten en que quieren negociar un nuevo acuerdo, cada vez es más difícil imaginar que eso suceda en los próximos tres años.
Aun así, el secretario de Estado Antony Blinken declaró el martes, tras el discurso de Putin, que estaba dispuesto a negociar un nuevo tratado que conviniera “claramente a los intereses de seguridad de nuestro país” y, agregó, “a los intereses de seguridad de Rusia”.
Blinken calificó el anuncio de Putin como “profundamente desafortunado e irresponsable”. Sin embargo, sugirió que Estados Unidos no modificaría su cumplimiento del tratado, sin importar lo que hiciera Rusia.
“Creo que es importante que sigamos actuando de manera responsable en esta área”, afirmó. “También es algo que el resto del mundo espera de nosotros”.