Las insatisfacciones comienzan con las manifestaciones que se dan todos los días por la falta de agua potable en diferentes comunidades nacionales que claman por la falta de este líquido para vivir bien como en cualquier comunidad del mundo.
¿Cuándo alcanzará Panamá un puesto aceptable en el escalafón de los países más felices del mundo? Eso no podrá lograrse jamás si Panamá no supera las barreras de insatisfacciones con que vive la gente todos los días en el país.
Las insatisfacciones comienzan con las manifestaciones que se dan todos los días por la falta de agua potable en diferentes comunidades nacionales que claman por la falta de este líquido para vivir bien como en cualquier comunidad del mundo. ¿Cómo pueden los directivos del IDAAN aguantarse las retahílas que todos los días las comunidades les lanzan y ellos no dan respuestas? ¿Para qué les pagan? Deben ponerse los pantalones y darles soluciones a los problemas de la falta de agua.
Después siguen los consabidos tranques de calles para llamar la atención del Ministerio de Obras Públicas, que no levanta un dedo para satisfacer la necesidad de los pobladores por contar con mejores calles y carreteras para transportarse diariamente a cumplir con sus deberes.
Un país sin fuerza laboral está destinado al fracaso. Y al panameño, no importa todas las dificultades que se le presenten diariamente, hace ingentes esfuerzos para llegar a su puesto de trabajo, a pesar de las carreteras inservibles, la falta de transporte y del maltrato que sufre de parte de algunos que pretenden brindarles el servicio de transporte público. A las autoridades no les importa cómo llegan los obreros a sus puestos de trabajo, lo importante es que haya movimiento comercial en el país y que se paguen los impuestos anuales que luego son despilfarrados de manera insensata.
A estas reclamaciones pronto se suman los clamores de los padres de familia por que el Ministerio de Educación les ofrezca a sus hijos escuelas con infraestructuras completas con un ambiente agradable donde sus hijos puedan aprender apropiadamente. Solo así evitarán que todos los años las autoridades de Educación se pavoneen con que los fracasos en Inglés, Español, Matemáticas y Ciencias han aumentado, como si esos fueran los fines de la educación en el país.
Todos los años ocurre lo mismo: Escuelas destruidas que no reparan a tiempo, fracasos escolares, falta de personal, todo esto en aras de una administración ministerial que se jacta de servirle a la Patria.
¿Dónde están todos los recursos que año tras año se le destinan al Ministerio de Educación para que resuelva todos y cada uno de los problemas del sector? Estos fondos son sagrados y los directores de las escuelas no tienen por qué pedirle al Ministerio de Educación que repare los centros escolares, porque las autoridades cuentan con suficientes inspectores que supervisan las necesidades de reparaciones que existen en ellos.
Pero todavía falta un importante sector de la comunidad panameña: Los jubilados, que tienen necesidades económicas y de salud muy puntuales que todavía nadie pretende solventar y más bien los mantienen en calidad de “¡pobres compatriotas!”
Estos y otros problemas cotidianos aquejan a la población panameña, pero nadie analiza seriamente lo que está pasando, sobre todo ahora en época electoral. Ya es tiempo de que se administre seriamente el Estado como un bien de todos los panameños.