El mejor consejo que puedo ofrecer a otra persona es que sea prudente con sus herramientas. Por lo general, solo compro una nueva herramienta de cocina después de haberme encontrado en una docena de situaciones en las que desearía tenerla.
Me fascinan los viajes culinarios y además me gusta cocinar. Saber cocinar a mí no me llegó por arte de magia. Estoy seguro que a cada uno le llega cocinar a su manera. Tal vez aprenden con uno de sus padres, o tal vez aprenden porque sus padres no estaban mucho en casa y hubo que valerse por sí mismo. O quizás se aprende para impresionar a una pareja o algún vecino. ¡Qué sé yo!, cada uno tiene su propia historia.
Yo soy muy afortunado porque fui criado por una madre que siempre trabajó y, sin embargo, de alguna manera desayunábamos en la mesa todos los días (la receta de la avena que preparaba Mery sigue siendo la mejor del mundo) y, por lo general, cenábamos juntos.
Crecí en un vecindario principalmente de clase media, en medio de familiares, y comíamos una mezcla de clásicos tradicionales (arroz con pollo, carne guisada, macarrones con bolas, empanadas de ropa vieja, emparedados de carnes frías, sopas de hueso, ensaladas de colores, tamales de gallina, compotas de porotos y lentejas, sancocho de pollo y, por supuesto, nunca faltaron los buenos postres.
Mis primeros recuerdos culinarios son cuando mi mamá hacía merengue. Tenía apenas cinco años. Cuando tenía 7 años sentí curiosidad y comencé a tratar de entretenerme simplemente mezclando diferentes cosas para ver qué pasaba, y nunca me castigaron ni me desanimaron por eso, lo cual creo que es importante.
Comencé a cocinar lo básico (queso derretido, huevo frito) cuando tenía 10 años por hambre y necesidad, y cuando tenía 12 años hice mi primer jugo natural de limón integral.
Fue algo absolutamente mágico para mí porque se trataba solamente de seguir instrucciones. Muchas cosas en mi vida mientras crecía eran precarias, impredecibles o caóticas, y la cocina era exactamente lo contrario. Aprendí que podía seguir instrucciones con precisión y hacer algo mágico de la nada, y que podía hacer feliz a la gente al hacerlo.
Mi mamá me enseñó también cómo hacer té de hierbas usando 10 ingredientes, receta que sin duda hoy valoro como mucho (malva, diente de león, boldo, eucalipto, cola de caballo, barba de maíz, tilo, menta, manzanilla y romero).
Comencé a mejorar mucho en la cocina cuando me casé y mi suegra me dio un par de consejos. Tenía poco más de 21 años, y no digo esto para hacer halagos, pero Enna y Nany fueron de gran influencia para mí.
Me enseñaron que había que probar con todos los ingredientes. Comencé a ensayar con cebollas, ajos, hongos y pimentones, y enseguida vinieron las salsas para las pastas. En una ocasión me compré una máquina de hacer helado; por supuesto, la receta suponía el uso de buenas materias primas y el producto final no salió bien. Allí se esfumaron mis deseos de convertirme en heladero.
En la época de la pandemia, me encantaba cocinar. Creo que el platillo que más gustaba a los comensales era lasaña. Lleva mucho tiempo e implica muchos pasos e ingredientes, y es algo que realmente hago cuando intento consentir a otra persona y mostrarle que estoy pensando en ella.
Pasar por todo el proceso de juntar las piezas, ensamblarlas, hornearlas y entregárselas a alguien: simplemente me dio tiempo y concentración para pensar en esa persona y reflexionar sobre lo que sea que esté sucediendo. Me gusta probar diferentes recetas, pero mi lasaña ha llegado a reinar en mi casa.
Pienso que he hecho los mejores sandwiches, … y también los mejores dulces de helados.
El mejor consejo que puedo ofrecer a otra persona es que sea prudente con sus herramientas. Por lo general, solo compro una nueva herramienta de cocina después de haberme encontrado en una docena de situaciones en las que desearía tenerla. Mucha gente empieza llenando sus cocinas con cosas que realmente no necesitan ni utilizan.
Dicho esto, creo que una licuadora comercial tipo Vitamix y un juicer tipo Breville son dos de los electrodomésticos de cocina más subestimados. Si te gusta preparar sopas cremosas o batidos, una licuadora es tu mejor amiga. Si te gusta preparar jugos naturales, una juguera es esencial.
Otro consejo que daría es leer sobre comida cuando no estés simplemente buscando algo para preparar para la cena. Mucho de lo que he aprendido a lo largo de los años son cosas que he absorbido leyendo por diversión, y luego las tengo en el fondo de mi cabeza cuando las necesito.
Si solo lees sobre comida (o miras videos, o lo que prefieras) cuando estás estresado y tienes 30 minutos para hacer algo y te mueres de hambre, aprenderás a hacer esa receta en modo supervivencia, pero es poco probable que conserves algo nuevo sobre la técnica o el sabor. Si simplemente lees un artículo de revista o miras un video sobre algo cuando estás relajado, creo que irá a la parte feliz y memorable de tu cerebro donde la información relevante está viva, y la recordarás más tarde.
Alguien en Instagram bromeó una vez diciendo que mejor consejo es mantener el cuchillo afilado. Así que supongo que esa es una máxima esencial.
A continuación, dos recetas que aprendí desde los tiempos cuando íbamos en familia al restaurante “Brisas del Mar”, en aquel callejón bajando por el Yate de Ángelo, entrando por donde está ahora la cantina Radio y llegando donde está el Centro de Convenciones Atlapa.
Almejas al vapor con Pasta
Ya sea por la palabra cacofónica “almeja” o por el hecho de que hay que comer un montón para sentirse satisfecho, las almejas no están ranqueadas al nivel de otros ingredientes. Mi misión es ayudar a cambiarlo, especialmente porque son súper asequibles y lo más sostenibles posible.
He preparado linguini con almejas, al vapor o salteados, desde que tengo uso de razón porque es una receta muy simple y es uno de mis platos favoritos.
Rinde: Dos porciones
Tiempo: 30 minutos
Ingredientes
- 24 a 48 almejas (la cantidad depende del tamaño y de tu presupuesto, o de la suerte; en cualquier caso, más es mejor), lavadas
- Sal (probablemente no mucha) y pimienta al gusto
- 12 onzas de pasta larga, como espagueti o linguini
- ¼ de taza de aceite de oliva o más
- ¼ de cucharadita de hojuelas de pimiento rojo o al gusto
- 2 dientes de ajo rebanados o al gusto
- Perejil fresco picado para decorar
Instrucciones
Cocine las almejas al vapor en una olla tapada. No necesitas más líquido que el que soltarán las almejas. Mientras tanto, hierva una olla grande con agua y sal. Después de que las almejas se abran (puede tardar tan solo 10 minutos), destape y enfríe. Sacar la carne, colar y reservar el líquido; Asegúrate de colar la arena. Picar las almejas si son grandes.
Cuece la pasta en agua hirviendo con sal. Pon 1/4 taza de aceite de oliva en una sartén profunda a fuego medio. Cuando el aceite esté tibio, agregue las hojuelas de pimiento rojo y el ajo y cocine durante unos 30 segundos. Agrega las almejas y continúa cocinando, revolviendo, durante aproximadamente un minuto.
Agregue aproximadamente 1/2 taza del líquido de almejas reservado. Escurre la pasta cuando esté casi cocida y revuélvela con las almejas. Cocine, revolviendo, hasta que la pasta esté tierna y la mezcla picante. Agregue más líquido de cocción de almejas (o agua caliente o vino blanco), si es necesario. Pruebe y ajuste la sazón, agregando un poco más de aceite si lo desea. Adorne y sirva.
Almejas salteadas con Pasta
Algunos llaman a una masa acuosa hecha con almejas picadas enlatadas “espaguetis con salsa de almejas”. Pero esto es real: una salsa de sabor intenso y de preparación rápida que te deja unas cuantas almejas deliciosas (y no demasiado cocidas) para comer antes de pasar al asunto de la pasta. Maravilloso y auténtico.
Ingredientes
- 1 docena de almejas de concha dura, más o menos, tan pequeñas como puedas encontrar
- ⅓ taza de aceite de oliva
- 2 dientes de ajo, pelados y triturados
- 1 pimiento rojo picante seco • ½ taza de vino blanco seco
- ½ taza de perejil fresco picado
- 1 cucharadita de ajo picado • Sal y pimienta negra recién molida al gusto
- ⅔ libra de linguini u otra pasta larga
Instrucciones
Traiga una olla grande con agua a hervir. Lavar y fregar bien las almejas, luego secarlas. Calienta el aceite de oliva en una sartén de 10 pulgadas a fuego medio-alto. Agregue el ajo machacado y el pimiento picante y cocine, revolviendo ocasionalmente, hasta que el ajo esté ligeramente dorado.
Agrega las almejas, una o dos a la vez, revuelve brevemente y tapa. Pon la pasta en agua hirviendo y cocina según las instrucciones del paquete. Revisa las almejas cada uno o dos minutos; cuando se abra el primero (solo tardará unos minutos), retira la tapa y añade el vino. Continúe cocinando a fuego medio-alto, agitando la sartén de vez en cuando.
Cuando la mayoría de las almejas estén abiertas, agrega el perejil, el ajo picado y sal y pimienta. Escurrir la pasta cuando esté lista, ponerla en un bol caliente y cubrir con las almejas y la salsa. Sirve las almejas al costado de cada plato.