Sin Martinelli, ¿qué puede pasar? 

Sin Martinelli, ¿qué puede pasar? 
Analista político.

Se ha anunciado lo que muchos, inclusive él mismo, esperaban. Por sus problemas  judiciales , Ricardo Martinelli no aspirará a la presidencia de la República. Su reemplazo estará su candidato vicepresidencial, el exministro de Seguridad José Raúl Mulino. Al despejarse el panorama político analicemos cómo vemos el escenario.

Definitivamente no le vemos posibilidades a ninguno de los candidatos independientes. Uno de ellos, que aspira a tres cargos, ha dicho preferir el cargo de alcalde de San Miguelito. Por el lado, de la alianza Cambio Democrático y  Panameñismo, no solo por la posición ambivalente de sus candidatos frente a la mina clausurada tras el fallo de la Corte Suprema de Justicia, la inexistencia del gran apoyo de Martinelli obtenido por Roux en 2019 y el escaso logrado por Blandón en esa misma elección, no los hacen competencia del adversario a batir, José Gabriel Carrizo que aún, con el menos 5% que reflejan las encuestas, sueña que la membresía del PRD, finalmente, los respaldará. Creen que con dinero aún se ganan elecciones. En el caso de Roux, por igual lo afecta ser socio del bufete de abogados Morgan & Morgan, firma a la cual sigue atado.

Algunos coinciden en que la elección del 2024 la decidirán Ricardo Lombana y Martín Torrijos. Lombana piensa que, tras su sorpresivo tercer puesto en las presidenciales del 2019, esta elección puede ser la coronación de su ambición de llegar al Palacio de las Garzas. Torrijos muestra su alejamiento a la corrupta dirigencia del PRD y su experiencia como presidente (2004-2009), como carta de presentación para ganar en el 2024.

El estilo de ambos contrasta. Lombana por su lado piensa que con el permanente cuestionamiento a la clase política que él llama tradicional puede lograr lo que Javier Milei hizo en Argentina con los ataques a la llamada “casta política”. Se muestra como un candidato impoluto, lo que le daría derecho a cuestionar a todos los demás. Hasta que Torrijos se lo recordó, no se conocía con precisión que durante su gobierno, en el quinquenio 2004-2009, Lombana había ejercido dos cargos en la embajada de Panamá en Washington –algo que podría ser ilegal- siendo primer consejero, el segundo del embajador, y cónsul al mismo tiempo. Quienes laboraron en esa sede diplomática no tienen buenos recuerdos de él como jefe y como persona. Por igual, se conoció que en el gobierno de Mireya Moscoso entró a laborar en la AMP, recomendado por su padre, quien había sido presidente de la Junta Nacional de Escrutinios que proclamó el triunfo de Moscoso. Ello contrasta con su explicación de que entró allí por méritos.

Pareciera que quiere decirnos que quien que no está con él es corrupto, proyectando la imagen de que es el mejor candidato por su “inmaculado” pedigrí. Su inseguridad le ha llevado a aislarse de gente valiosa que se le ha acercado. De repente piensa que quieren obtener algún beneficio de él. De allí la carencia de no proyectar un equipo importante que lo acompañe.

Torrijos, como todos los que han gobernado desde 1989 de perfecto no tiene nada. Puede mostrar ejecutorias que ninguno otro puede presentar como la es la exitosa ampliación del Canal, la primera fase de la cinta costera, la terminación de la autopista a Colón y programas sociales diversos como el diseñado para la niñez y las personas con discapacidad. A diferencia de Martinelli, a ninguno de su gobierno se le acusó de graves delitos de corrupción.

Algunos, como yo, le han cuestionado su vinculación con el llamado Grupo de Puebla, donde participan gente como Nicolás Maduro y Lula da Silva, actual presidente del Brasil. Sin embargo, la liberación por el presidente Biden de Alex Saab, testaferro de Maduro, nos indica que en la política global se impone el pragmatismo, inclusive de gobiernos como el de Estados Unidos tan acostumbrados a decirnos cómo debe ser nuestra democracia y, supuestamente, cómo debemos enfrentar la corrupción.

 En un lado está la inexperiencia y quizás hasta la hipocresía, de Lombana y, por otro, con sus defectos y virtudes, lejos de la podredumbre que ha caracterizado al PRD en los últimos 15 años, se presenta la candidatura de Martín Torrijos que promete poner fin al Estado clientelista con un compromiso importante para darle un rumbo a un Panamá que cada día más al borde del despeñadero.

El 2024 será un año decisivo para Panamá. Debemos pensar muy bien a quien le entregamos las riendas del país por el próximo quinquenio.

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