Organizaciones humanitarias denuncian la violencia obstétrica a las que el régimen israelí están sometiendo a las mujeres palestinas cuando pierden a sus bebés
En la Franja de Gaza, avisan, la guerra está provocando un alarmante aumento de los abortos espontáneos entre las mujeres embarazadas. Además, entre aquellos niños que sobreviven, al menos 10 pierden cada día una extremidad. Ambos, madres y criaturas, marcados de por vida por una lesión evitable en cualquier otro lugar, informo el diario catalán El Periódico.
Nadie puede dar unos números oficiales. Pero sí que hay miles de historias detrás. Como a las que se enfrenta cada día en Gaza Nahed Abu Iyada, la oficial de campo del programa de salud de la organización CARE.
“Estamos viendo este aumento de los abortos espontáneos debido a que los tres primeros meses de un embarazo son los más importantes y las mujeres no están pudiendo acceder a los centros médicos”, explica Nahed Abu Iyada, la oficial de campo del programa de salud de la organización CARE.
“Ante la falta de servicios médicos, si hay cualquier problema, está fuera de su control y probablemente pierda al bebé”, lamenta Abu Iyada.
El personal médico gazatí lleva tiempo denunciando que cada día hasta 10 pacientes pierden a sus hijos no nacidos en el asediado enclave, en comparación con uno o dos casos antes de la guerra.
“La mayoría de ellas sufren abortos espontáneos debido a problemas psicológicos, ya que llevan meses conviviendo con ataques aquí y allá a su alrededor, su salud mental no es estable y, a veces, no reciben el apoyo del marido y de la familia”, explica Abu Iyada.
Se estima que hay unas 60,000 mujeres embarazadas en Gaza.
Desde hace más de nueve meses, una agresión militar sin tregua, la aguda desnutrición y la falta de atención sanitaria con hospitales y centros médicos siendo objetivos de los bombardeos las ponen en riesgo a ellas y a sus hijos nonatos.
Cada día unas 180 mujeres dan a luz en circunstancias extremadamente peligrosas e inhumanas. Muchas organizaciones humanitarias denuncian la violencia obstétrica a las que las autoridades israelíes están sometiendo a estas mujeres, desprovistas de cualquier tipo de atención psicológica cuando pierden a su bebé.
Las madres están tan desnutridas que no pueden amamantar a sus hijos recién nacidos, por lo que los bebés mueren literalmente de hambre al no poder obtener la nutrición vital que tanto necesitan.
Aquellos que –milagrosamente– sobreviven son condenados a una existencia de penurias. En la Franja de Gaza, ya es común ver a niños y bebés con muñones. Ya a principios de enero el director de Save the Children para la Palestina ocupada, Jason Lee, denunció que más de 10 niños por día, de promedio, habían perdido una o ambas piernas en Gaza desde el inicio de la agresión israelí el 7 octubre.
Hace unas semanas, el jefe de la agencia de las Naciones Unidas para los refugiados palestinos (UNRWA, por sus siglas en inglés), Philippe Lazzarini, se hizo eco de estos alarmantes números.
“Debido a la situación sobre el terreno, no hemos podido obtener una cifra más actualizada que la de 1,000 niños amputados a finales de noviembre”, declara Ricardo Pires, jefe de comunicación del Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF).
“A Israel le gustaría dejar Gaza con una población discapacitada para toda la vida”, denuncia su portavoz Dania Dashdali. “La crueldad y el tipo de armas que utiliza el Ejército israelí ha provocado un aumento de las amputaciones entre los niños”, añade.
“El trauma está en el cuerpo de estos niños, y decenas de miles lo están sufriendo sin ningún apoyo social a su alrededor que les haga atravesarlo sin ningún sentido de seguridad”, sostiene Dashdali.
“Estos niños han perdido su inocencia, su fe en el mundo”, remarca Dashdali, psicóloga especializada en el trauma. “¿Cómo podrían confiar en el mundo cuando todo el mundo está viendo cómo los amputan? Hasta nosotros mismos perdimos la esperanza, estamos desilusionados, entonces, ¿qué les dejamos a estos niños?”, se pregunta.