Las estrategias del crimen organizado han cambiado en la última década, ahora, buscan infiltrarse en los gobiernos para capturar mayores rentas ilícitas
A finales de septiembre del 2023, unos 11,000 militares y policías ingresaron al Centro Penitenciario de Aragua, en el centro norte de Venezuela, sin previo aviso.
A medida que los funcionarios se adentraban en la prisión, conocida como Tocorón, se les hizo imposible ocultar la sorpresa cuando se encontraron con piscinas, un estadio de beisbol, un zoológico, locales de venta de alcohol y drogas, y hasta restaurantes.
Pero lo más ensordecedor lo hallaron unas horas después: Diversos túneles secretos que permitían a los presos salir y entrar de la cárcel sin restricciones. A través de esos pasadizos se habría escapado Héctor Rusthenford Guerrero Flores, alias Niño Guerrero, jefe de la banda transnacional Tren de Aragua y ahora una de las personas relacionadas con el crimen organizado más buscadas en el continente, informó el diario venezolano El Nacional.
Algunas publicaciones especializadas, como InSight Crime, sugirieron que el escape de los líderes de la banda se trató de una operación acordada y planificada con la dictadura chavista. Sin embargo, las autoridades venezolanas negaron esa versión de los hechos.
Durante su reclusión en el penal de Tocorón, el Niño Guerrero convirtió la prisión en el centro de operaciones del Tren de Aragua. La banda comenzó controlando los territorios de las comunidades locales del estado Aragua, sometiéndolas a crímenes que van desde la extorsión económica, secuestros, violencia física y asesinatos.
Mientras los grupos criminales continúan expandiéndose, el Estado luce incapaz de hacerle frente a la situación.
Las operaciones de los grupos criminales se han perfeccionado en la última década, a juicio de Will Freeman, investigador de estudios latinoamericanos en el Consejo de Relaciones Exteriores, un think thank en Estados Unidos especializado en política exterior y relaciones internacionales.
Las mafias, explica Freeman, han cambiado sus estrategias: Ya no se enfocan en luchar hasta derrocar gobiernos, sino que destinan una importante energía en reclutar redes de políticos, funcionarios judiciales, de los servicios de seguridad y otros burócratas que les permitan infiltrarse dentro de las instituciones estatales.
Estos grupos criminales necesitan cierto grado de control sobre el Estado y la política para funcionar, por lo que establecen poderes paralelos para inutilizar la capacidad del Estado de hacer cumplir la ley y limitan el accionar de la democracia”, dijo en conversación telefónica con El Nacional.
Una vez que consiguen ese control, las consecuencias son enormes: incrementan la violencia, destruyen la institucionalidad de los países e incentivan el fortalecimiento del crimen organizado, que se expande en busca de nuevas rentas ilícitas incluso en otras latitudes.
Uno de esos ejemplos es el del Tren de Aragua, que ha expandido sus actividades a países como Bolivia, Colombia, Chile, Ecuador, Perú y Estados Unidos, donde participan en operaciones de tráfico de migrantes, lavado de dinero, trata de personas, sicariatos, secuestros, extorsiones y narcotráfico, según denuncias presentadas por los gobiernos de dichos países.
Los miembros de la banda han llegado incluso a operar como un brazo represivo de la dictadura de Nicolás Maduro en el extranjero, de acuerdo con declaraciones del fiscal chileno Héctor Barros, que sugirió que el secuestro y asesinato del exmilitar Ronald Ojeda se había planificado en Venezuela por “razones políticas”.