El asesinato a sangre fría del alto ejecutivo de gigante aseguradora ocurrido recientemente en Nueva York, atribuido al joven Luigi Mangione, divide a la sociedad norteamericana. El supuesto asesino ha recibido unas inesperadas muestras de simpatía por la población, harta de los abusos de las compañías de seguros de salud, expertas en denegar justos reclamos de sus clientes.
La reacción, típica de los tiempos de Robin Hood, coloca al supuesto criminal a encontrar la justicia con sus propias manos que pocos se atreverían a buscar, pero que su inconsciente ven como positivo el que otro sea el que los reivindique.
Como consecuencia de lo ocurrido han comenzado a llover denuncias de esos abusos hasta el punto que las autoridades de los Estados Unidos han iniciado investigaciones sobre las multimillonarias empresas de seguros de salud y sus cuestionables prácticas, causantes de la cabreazón de muchos, que han terminado aplaudiendo el crimen perpetrado.
Pero, ¿qué tiene que ver lo hecho por Magione con Panamá?
Aunque, gracias a Dios, aún no veo que llegue el día que se derrame la gota del vaso de los panameños y a alguno se le ocurra matar a alguno que considere culpable de sus miserias, como ocurre frecuentemente en Estados Unidos, hay muchas razones para que ese cabreo suba en su intensidad con todos los desastres que a diario conocemos.
O es que, ¿después de esperar tener una Asamblea Nacional decente y responsable, nos sorprende su nueva presidenta con media familia emplanillada en un gobierno que dice que hará recortes en el gasto público? ¿O ver la forma descarada como el gobierno de Cortizo renovó sin que nadie supiera por 25 años más el contrato del ferrocarril de Panamá a Colón? ¿O con las entregas casi diarias en el diario digital ensegundos.com, del afamado periodista Demetrio Olaciregui, preludio del libro que prepara, que nos revelan en detalle los diversos delitos cometidos por expresidente Juan Carlos Varela, reflejados en los Varelaleaks, donde conocemos que más que gobernar para todos, el mandatario panameñista ayudaba a sus amigos a hacer negocios y enriquecerse, se beneficiaba él y su entorno y, con perversa saña perseguía a sus enemigos?
En cualquier país del mundo, menos en Panamá, eso se hubiera investigado, hasta con consecuencias en el ámbito privado para el banquero y socio de Varela, a quien convirtió en su ministro consejero y miembro de la junta directiva del Canal de Panamá. Pedí en más de una ocasión al entonces procurador, Eduardo Ulloa, que iniciara una investigación sobre los VarelaLeaks pero siempre buscó excusas para no hacerlo.
Afortunadamente hoy, hasta el presidente Mulino, ha dicho que su comprometedor contenido debe ser escrutado con detenimiento, incluyendo, el supuesto pago de un billón de yuanes ($141 millones) recibido de China Popular para romper relaciones con Taiwán, tal como en uno de esos mensajes de WhatsApp mencionó el antiguo director de la AMP, Jorge Barakat.
Y esa rabia interna que motivó a quien ultimó al principal ejecutivo de la poderosa aseguradora gringa, es lo que deben sentir los panameños cuando compran sus medicinas 4 veces más caras, o cuando se enteran de los chanchullos de los intocables criollos que evaden en impuestos cualquier milloncito por la viveza de un inescrupuloso abogado o, como cuando se enriquecen ministros, diputados y representantes sin que les pase nada o les den casa por cárcel si es que terminan siendo juzgados.
Solo pido a Dios que esos cabreos populares no terminen como el caso de Nueva York, aunque cada
vez nos sintamos más desesperados. Hay que poner orden para evitarlo. Y en ese orden requerido tan urgentemente debe prevalecer la justicia contra todos por igual, no solo para el que se roba una gallina, caza una iguana o se lleva un molde de pan de un minisúper.