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Estados Unidos y China: El maestro y el discípulo

Estados Unidos y China: El maestro y el discípulo
Mario Castro Arenas, diplomático y periodista.

Henry Kissinger relató en sus Memorias que, en el mes de julio de 1971, firmó un comunicado con Chou en Lai, dando a conocer su viaje a la República Popular de China. Gobernaban Richard Nixon y Mao Tse Tung. Poco tiempo después, formalizaron las relaciones diplomáticas , poniendo fin a un aislamiento hostil de 25 años.

Lo que se interpretó en aquel tiempo como un entendimiento que buscaba abrir un forado entre Pekín y Moscú, desembocó luego en el establecimiento de una intensa relación económica bilateral entre Estados Unidos y China Popular.

Tras la muerte de Mao, Teng Tsiao Peng cambió las premisas ideológicas de China, iniciándose la era de un socialismo en la prosperidad, según dijo el mandatario chino.

El presidente republicano Richard Nixon declaró: “No hay lugar en este pequeño planeta para que 1,000 millones de sus habitantes potencialmente más aptos vivan en airado aislamiento para el largo plazo, significa devolver a China a la comunidad mundial para devolverla como una nación grande y progresista, no como el epicentro de la revolución mundial”, anotó Kissinger en sus Memorias.

Más adelante, China creó las zonas libres de exportación en las que se radicaron grandes empresas trasnacionales estadunidenses, aprovechando la mano de obra barata, sin huelgas, ni reclamaciones salariales.

A partir de entonces, China se convirtió en la segunda potencia económica mundial, bajo el régimen de un capitalismo de estado.

Estados Unidos se durmió como el pastor Rip van Vinkle de la fábula. Cuando despertó, años después, afrontó el reto de su vacío en las inversiones internacionales, China se expandía por doquier.

Domina la navegación comercial del Océano Pacífico con grandes puertos de contenedores como Chancay en el Perú, Panamá Ports en Panamá, Freeport en las Bahamas, y otros tantos puertos en México.

Para recuperar el sitial de antaño, Estados Unidos debería alentar grandes inversiones de empresas privadas, sin aranceles proteccionistas que podrían desencadenar una inflación internacional sin precedentes por la réplica arancelaria de las naciones afectadas.

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