Arthur Schlensinger redactó un memorándum aconsejando cambios en la Agencia
La historia del asesinato de John F. Kennedy, la oficial, es decir, un tirador llamado Lee Harvey Oswald, no ha variado. Los documentos desclasificados esta semana, siguiendo órdenes del presidente Trump, no aportan ningún cambio radical sobre el magnicidio ocurrido en Dallas el 22 de noviembre de 1963, informa el diario La Razón.
Sin embargo, sí plantean muchas preguntas sobre el papel de la CIA durante los mil días en los que Kennedy estuvo al frente de la Casa Blanca. Estos expedientes demuestran que la Agencia actuaba por libre y sin control para sorpresa y malestar de aquella administración dispuesta a acabar con todo aquello.
El mejor ejemplo de todo ello es un explosivo memorándum fechado el 30 de junio de 1961 y elaborado por Arthur Schlesinger jr., uno de los más íntimos colaboradores de Kennedy.
Titulado sencillamente “Reorganización de la CIA”, en él se analiza con detalle la relación entre la CIA y el Departamento de Estado, identificando varios problemas en la coordinación, supervisión y la posible falta de alineación de las operaciones de la CIA con la política exterior estadounidense.
En ese sentido, Schlesinger reconoce que, si bien las actividades clandestinas de la CIA podrían ser necesarias, su naturaleza secreta y su potencial impacto en la política exterior requieren una supervisión adecuada por parte del Departamento de Estado.

La Agencia, en aquel momento bajo el control del todopoderoso Allen Dulles, había crecido en autonomía, lo que se estaba traduciendo en una gran preocupación sobre su supervisión y el control de las operaciones que llevaba a cargo.
No se puede olvidar que el documento está redactado poco después del sonoro fracaso de invasión de Cuba, en abril de 1961, una operación de la CIA que Kennedy había heredado de su antecesor Dwight Eisenhower.
Kennedy asumió la responsabilidad del desastre, aunque en privado comentaba a sus asesores que todo había salido mal por culpa de la Agencia.
Ese fascinante documento nos demuestra que el presidente quería hacer cambios y lo sucedido en Cuba lo reforzaba porque había quedado claro, según Schlesinger, que la CIA no era inmune a cometer errores incluso en operaciones aparentemente pequeñas.
En ese sentido, se apunta que uno de los funcionarios, Tom Mann, había asegurado sobre la invasión en la isla caribeña que “nunca hubiera estado a favor de iniciar esta operación; pero, dado que ha llegado tan lejos, no creo que podamos detenerla. Además, en un momento en que hay una creciente presión sobre el activismo, el Departamento de Estado, cuando cuestiona las operaciones o iniciativas de la CIA, se coloca en un papel remilgado, incómodo y negativo”.
Para el asesor de Kennedy, las palabras de Mann son un buen ejemplo de las tensiones entre la CIA y el Departamento de Estado.
El documento también demuestra que Allen Dulles mintió en 1947 cuando dijo que la CIA “no debería tener nada que ver con la política”.
El informe para Kennedy asegura que, pese a esas intenciones, “en los años posteriores, la CIA, en efecto, ha hecho política en muchas partes del mundo. Varios gobiernos que aún están en el poder saben que incluso han sido objetivos de intentos de derrocamiento por parte de la CIA, algo que no genera un estado de ánimo propicio para estimular sentimientos amistosos hacia Estados Unidos. Indonesia, por supuesto, es un ejemplo principal”.
A ese respecto también se habla de problemas pasados, por la actuación de la Agencia, en Argelia, Singapur, Japón, Cuba, Indonesia, Vietnam, Filipinas, Malaya y Chipre donde el papel de la Agencia ha tenido consecuencias negativas para la política exterior de los Estados Unidos.
Este informe, que durante demasiados años ha permanecido extremadamente censurado, es una advertencia sobre el papel que podría llevar la CIA en los años de la Guerra Fría.
Ironías del destino, tras el asesinato de Kennedy, cuando su sucesor Lyndon Johnson se encargó de poner en marcha una comisión oficial para aclarar el caso, uno de los integrantes de la misma fue Allen Dulles, el que había sido director de la CIA, el mismo al que el presidente asesinado había despedido en septiembre de 1961, poco después de que Arthur Schlesinger entregara su informe.
Era como si el zorro se encargara de investigar en el gallinero.
Ese documento es, por el momento, uno de los más destacados de la desclasificación, pero aún faltan muchos más por llegar.