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Lo que una cámara automática muestra de un pueblo indígena sin contactar en Brasil

Lo que una cámara automática muestra de un pueblo indígena sin contactar en Brasil
Imagen captada en la selva con una cámara trampa en 2024.

Los llaman los Massaco, pero los investigadores desconocen cómo se identifican a sí mismos. El nombre de Massaco se debe al río que fluye por sus tierras

Los quieren conocer, protegerlos, pero sin hablar con ellos ni verlos cara a cara. Están en el Amazonas y contactarlos no es una opción, informó la cadena británica BBC Mundo.

Ante ese desafío, expertos usaron cámaras trampa -las que se activan con el movimiento- para tener una imagen de un pueblo indígena que vive en el estado de Rondônia, en el este de Brasil, cerca de la frontera con Bolivia.

Los llaman los Massaco, pero los investigadores desconocen cómo se identifican a sí mismos. El nombre de Massaco se debe al río que fluye por sus tierras.

“El Territorio Indígena Massaco fue el primer Territorio Indígena demarcado exclusivamente para pueblos aislados”, dice Janete Carvalho, directora de Protección Territorial de la Fundación Nacional de los Pueblos Indígenas (Funai).

Esa organización gubernamental brasileña ha trabajado durante décadas para cuidar esas tierras y evitar que sus habitantes sean contactados.
Altair Algayer, coordinador de la Funai en esa zona, lleva 30 años dedicado a esa misión.

“Ahora, con las fotografías detalladas, es posible apreciar el parecido con el pueblo Sirionó, que vive en la orilla opuesta del río Guaporé, en Bolivia”, señaló Algayer en un artículo del diario británico The Guardian.

“Pero aún no podemos determinar quiénes son. Hay mucho que sigue siendo un misterio”, dijo en Photographs reveal first glimpse of uncontacted Amazon community (Fotografías revelan primer vistazo a una comunidad amazónica no contactada).

La Funai compartió con BBC Mundo esas imágenes capturadas en febrero del 2024, así como otras, tomadas cuando los Massaco habían abandonado completamente unos asentamientos temporales.

Para conseguir esas fotos y tener información sobre esa comunidad, los expertos no solo se han valido del conocimiento que han ido adquiriendo sobre los movimientos del grupo según la estación del año, sino de imágenes satelitales.

Los autores del artículo de The Guardian son John Reid, coautor del libro Ever Green: Saving Big Forests to Save the Planet (Siempre verde: Salvando los grandes bosques para salvar el planeta) y Daniel Biasetto, editor de contenido del diario brasileño O Globo.

Ambos escribieron otro reportaje, también publicado en diciembre, en el periódico británico: New images show Brazil’s uncontacted people are thriving – but with success comes a new threat (Nuevas imágenes muestran que los pueblos no contactados de Brasil están prosperando, pero con el éxito viene una nueva amenaza).

En él contaban que en 1987, los expertos de la Funai habían llegado a una devastadora conclusión: “Las enfermedades y la miseria que resultaban del contacto pacífico eran catastróficas para los pueblos aislados e instauraron la actual política de no contacto de la institución”.

Los Massaco son uno de los 28 pueblos aislados en Brasil de los cuales se tiene confirmación.

Janete Carvalho dijo que la fundación supo de la existencia de esta comunidad en octubre de 1988, cuando uno de sus equipos encontró los primeros vestigios de su presencia: huellas, senderos, puntos de recolección de alimentos, actividades de caza.

“No tenemos datos demográficos exactos de este pueblo, pero observando los rastros que dejan, el tamaño y número de viviendas, se hace una estimación aproximada de 220 a 270 personas”.

Algayer había calculado, a inicios de los años 90, una población de 100 a 200 personas.

De acuerdo con Carvalho, sus miembros ocupan todo el territorio de la Tierra Indígena Massaco, que son unas 421,000 hectáreas.

Como la política de la Funai es no establecer contacto con los integrantes de esa comunidad, decidieron dejar cámaras trampa en lugares estratégicos.

Y, así, en el 2019, colocaron uno de esos dispositivos “más hacia el centro de la zona”, tras realizar una expedición de monitoreo con el interés de conseguir algo que no tenían: una imagen de ese pueblo, y lo lograron.

Pero ese no fue el único objetivo, también querían conocer el comportamiento de los miembros de ese grupo tras su paso por esa zona.

Las nuevas imágenes, las del 2024, fueron captadas con una cámara que se había instalado en la región desde enero del 2021, dice Carvalho.

Los indígenas se acercaron y tomaron unas hachas y machetes que el equipo de la Funai había dejado en un sendero en el 2021.

“El equipo fotográfico estaba a la vista y, aun así, permaneció intacto. Los indígenas no se acercaron a él ni siquiera por curiosidad”, señala en un comunicado la Funai.

El dispositivo captó a un grupo de nueve indígenas, todos hombres, de edades estimadas entre los 20 y los 40 años. En su mayoría eran jóvenes.

“A pesar de las condiciones climáticas que comprometieron la nitidez de las imágenes, el registro fue fundamental para documentar características físicas, comportamiento, postura, entre otros aspectos”.

Los investigadores las identificaron como unas especies de abrojos (estrepes) que se clavan en el suelo con la punta hacia afuera.

De acuerdo con la antropóloga, las colocan en senderos y lugares estratégicos, como por ejemplo detrás de un tronco, una raíz o un barranco.

De regreso a 2024, tras colocar las trampas, el grupo se retiró inmediatamente de esa zona y se internó en la reserva.

Algayer cree esa incursión de los indígenas a esa área fue “una aproximación planeada y organizada”.

Carvalho señala que las viviendas son típicas de pueblos que se dedican a la caza y a la recolección.

“La mayoría de los movimientos de sus miembros están asociados a los cambios de estaciones -sequía y lluvia- de la región y a las variaciones de la vegetación: Entre campo, sabana y selva densa”.

La longitud de las flechas que los investigadores han encontrado, en campamentos abandonados, es de más de tres metros y hay algo que los intriga.

«El tamaño de la flecha y del arco no es realmente un misterio, otros pueblos también los utilizan, como los Sirionó de Bolivia, que tienen arcos similares».

“Sabemos que matan a muchos animales: Monos, pecaríes, tapires, venados, entre otros, que no son fáciles de matar de otra manera”.

Algayer, en el artículo de The Guardian, señalaba que no tenían “ni idea” de cómo disparan la flecha.

“Otros indígenas también intentan entender, se ríen y dicen que es imposible. Quizás acostados, dicen, pero hasta el día de hoy, no tenemos respuesta a este misterio”.

Es fundamental “garantizar la autodeterminación y autonomía de los pueblos aislados sin necesidad de promover el contacto y sin ninguna intromisión en sus formas de vida”, señala la Funai.

De acuerdo con la especialista, actualmente “no existe ninguna amenaza latente en el territorio” en donde se encuentra la comunidad de Massaco, “como la extracción maderera y otros actos ilegales”.

El objetivo de dejar herramientas de metal, como machetes y hachas, es facilitarles las actividades relacionadas con la caza y recolección de alimentos y, así, comunidades como ésta no necesitan salir de su territorio en busca de objetos similares.

Le pregunto a Carvalho si esa práctica ha tenido algún efecto.

Las más recientes imágenes junto a la información que se ha ido recabando a lo largo de los años les permiten a los expertos seguir aprendiendo sobre cómo vive y se desarrolla esta comunidad indígena, sin poner en riesgo su aislamiento.

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