Trump se mostró optimista el fin de semana tras “unas conversaciones muy buenas” con Teherán
Cuatro meses después de su regreso a la Casa Blanca, Donald Trump y su desconcertante y optimista torbellino diplomático comienzan a darse de bruces con la tozuda realidad de las cosas, informó el diario La Razón.
Menos de medio año ha transcurrido desde que el presidente estadunidense asegurara estar en condiciones de lograr la paz entre Rusia y Ucrania en apeas 48 horas y su hartazgo con el dictador ruso Vladimir Putin, al que tildó de “loco” este domingo.
En el otro gran dossier de este comienzo de su segundo y postrero mandato, Trump ha oscilado igualmente entre sus amenazas de llevar a cabo un ataque militar “sin precedentes” contra el régimen iraní y un optimismo inquebrantable sobre la posibilidad de alcanzar un acuerdo nuclear con Teherán.
Un fracaso en ambos frentes podría empujar al mandatario estadounidense a sus posicionamientos tradicionales y, en definitiva, al uso de las sanciones y la amenaza.

Como más reciente ejemplo de la aparente buena disposición de un presidente que abandonó el acuerdo nuclear -alcanzado por su predecesor en el 2015- con Teherán a los pocos meses de su llegada a la Casa Blanca, sus declaraciones de este domingo, cuando aseveraba que las cinco rondas indirectas celebradas entre las delegaciones estadunidense e iraní en Roma y Mascate habían sido “muy buenas” y prometía “algunas buenas noticias en el frente iraní” tras los últimos “progresos reales”.
“Hemos mantenido unas conversaciones muy buenas con Irán entre ayer y hoy (por el sábado y el domingo) y ya veremos qué pasa. No sé si os daré algo bueno o malo durante los próximos dos días, pero tengo la sensación de que os puedo contar algo bueno. Hemos tenido progresos reales, progresos serios”, afirmaba el mandatario estadunidense ante los medios de su país con unas declaraciones tan optimistas como desconcertantes.
Aunque prudente, tanto el ministro de Exteriores de Omán, Badr al Busaidi -el mediador de las cinco rondas de diálogo nuclear celebradas entre abril y mayo-, como el propio jefe de la diplomacia iraní, Abbas Araqchi, habían alimentado también las posibilidades de un buen resultado tras los “avances no concluyentes” del encuentro de Roma del pasado viernes.
Si hay dos hechos incuestionables en esta fase de las negociaciones es que ni Trump quiere otra guerra en Oriente Medio -con una paz en Gaza que continúa estando lejana-, algo que le dejaron de manifiesto sus socios árabes tras su reciente gira por el Golfo, ni la República Islámica, duramente golpeada en su estrategia de expansión regional -tras los golpes sufridos por Hizbulá y los hutíes en los últimos meses-, erosionada en su legitimidad interna tras años de mala gestión y ávida de un alivio en las sanciones económicas, desean un conflicto bélico abierto.
Ambos quieren un acuerdo. Trump no desea verse arrastrado en una guerra en Oriente Medio”, aseguraba este domingo en entrevista con la cadena qatarí Al Jazeera el especialista en política exterior iraní Vali Nasr.
Con todo, que la República Islámica de Irán, que ha hecho del antagonismo y la resistencia a Estados Unidos su raison d’être durante más de cuatro décadas, está en la obligación de vender cara cualquier renuncia en materia nuclear.
En este sentido, el analista político hispano-iraní Daniel Bashandeh recuerda que “si Trump intenta acelerar las negociaciones, Irán impone su propio ritmo”.
“Los tiempos de Washington no son los de Teherán. Las operaciones de Netanyahu en Gaza evidencian la falta de autonomía de Trump frente a Israel.
Cuanto más se prolongue la ofensiva israelí, más margen tendrá Irán para dilatar los tiempos de las negociaciones y así desgastar la política exterior de Trump”, explica el especialista en Irán.