Los asistentes de Hollywood están hartos y ya no tienen miedo a decirlo

Los asistentes de Hollywood están hartos y ya no tienen miedo a decirlo
Kiran Subramaniam, quien trabajó como asistente en la agencia de talentos ICM en Los Ángeles, el 10 de diciembre de 2019. (Andrew Cullen/The New York Times)

LOS ÁNGELES — Kiran Subramaniam tenía veintitantos años cuando la contrataron como asistente en ICM, una de las cuatro grandes agencias de talentos en Los Ángeles.

Pagaban doce dólares por hora. Un día, su jefe, un agente, le lanzó un pequeño paquete a la cabeza porque ella lo había colocado en su escritorio de una manera que a él no le gustó. Alcanzó a agacharse, pero el paquete le rozó el rostro. Cuando amenazó con renunciar, él se disculpó diciendo que había arrojado la caja en broma. Subramaniam decidió quedarse, según dijo, por tonta.

No mucho tiempo después, el jefe le dijo que había estacionado su Porsche en algún lugar y no podía encontrarlo. Ella salió del edificio de ICM y pasó por Cartier y Chanel mientras inspeccionaba todos los Porsche a lo largo de Rodeo Drive; ninguno era de su jefe. Esperaba otra mala reacción cuando volvió a la oficina, pero lo único que él dijo fue: “O lo encuentro o me compro uno nuevo”.

Así es la vida de un asistente de Hollywood, un trabajo que desde hace mucho tiempo ha servido como terreno de prueba para futuros directivos y productores, que les muestra cómo funciona la industria del entretenimiento tras bambalinas, así como la realidad detrás de la fachada glamorosa. Sin embargo, aunque generaciones aguantaron, muchos de los empleados de la nueva cosecha de Hollywood, animados por el movimiento #MeToo, se han unido en un esfuerzo por conseguir un mejor salario y un mejor trato de sus jefes, que suelen ser caprichosos.

“Sencillamente, no creo que podamos seguirnos callando ciertas cosas”, dijo Subramaniam, de 31 años.

Un domingo reciente, Subramaniam, aspirante a escritora de televisión que ya no trabaja en ICM, se encontraba entre un grupo de cien asistentes que se reunieron para un debate abierto. Compartieron historias de terror sobre sus empleos y hablaron sobre cómo sus salarios no se habían mantenido a la par de los alquileres en aumento. Cada vez más, dijeron, la industria trabaja en contra de las personas que no tienen apoyo financiero externo, lo que significa que los trabajos de bajo nivel tienden a quedar en manos de aquellos que pueden darse el lujo de aceptarlos.

Muchos de los asistentes a la reunión habían participado en una encuesta en línea con la etiqueta #PayUpHollywood. Más de cien de los 1500 encuestados informaron que un jefe les había arrojado algo y la mayoría dijo haber ganado aproximadamente 50.000 dólares anuales. En una ciudad donde la renta es de 2500 dólares mensuales, en promedio, se les consideraría como “abrumados por la renta”, un término usado por el Centro de Investigación Pew para describir a las personas que gastan un tercio o más de sus ingresos en vivienda.

La encuesta #PayUpHollywood fue elaborada por Liz Alper, quien pertenece al consejo de administración de Writers Guild of America West; Deirdre Mangan, escritora del programa televisivo “Roswell, New Mexico”, y Jamarah Hayner, consultora en medios de comunicación, quien ha trabajado con la senadora Kamala Harris y Michael Bloomberg.

Los escritores veteranos John August y Craig Mazin recientemente hicieron notar la difícil situación de los asistentes en su pódcast, “Scriptnotes”. En el debate público, August, cuyos créditos por guiones incluyen la película indie “Go” y la superproducción de Disney “Aladdin”, mencionó que la industria estaba dificultándoles el camino a los trabajadores más jóvenes, de una manera que no había visto cuando comenzó su carrera.

“Tradicionalmente, uno inicia y va ascendiendo”, dijo a la audiencia. “Pero Ahora algunas personas ni siquiera pueden llegar al inicio de la jerarquía debido a las estructuras que tenemos aquí”, agregó.

August contó que, cuando trabajaba como asistente en la década de 1990, su cama era un colchón en el suelo y su remuneración era de unos 500 dólares a la semana, sin descontar impuestos, más de dos veces el salario mínimo en aquel momento.

“Mi salario era suficiente para permitirme vivir en un dormitorio en West Hollywood, lo cual ahora sería un lujo”, dijo en una entrevista.

Desde 2000, la renta promedio en el condado de Los Ángeles ha subido más de un 40 por ciento, según datos de la Oficina del Censo, y varios de los asistentes al debate mencionaron que su pago semanal no era distinto a la cifra que August decía ganar hace más de 20 años, unos 500 dólares menos impuestos.

En septiembre, August y Mazin, director creativo de “Chernobyl” de HBO, pidieron a los oyentes de su pódcast que les contaran los secretos a voces de Hollywood. Un correo electrónico de la asistente Kelley Mathys, de 30 años, despertó su interés: “Creo que en los próximos años habrá una especie de epifanía sobre lo bajo que es el salario de los asistentes”. Mathys agregó que, en su primer empleo, en 2011, había recibido 375 dólares a la semana, que sumaban un total de 19.500 dólares al año.

August y Mazin quisieron saber más y recibieron más de cien correos electrónicos de asistentes que describían bajas remuneraciones, horarios extendidos y jefes acosadores.

En una entrevista, Mathys dijo que ella no se tragaba el argumento de que las arduas condiciones laborales de Hollywood eran necesarias para que las nuevas generaciones se volvieran resilientes.

“Ni que fuéramos de las fuerzas especiales de la Marina”, dijo. “No es una cuestión de vida o muerte. De manera que no entiendo la sugerencia de que tenemos que desarrollar esta fortaleza mental para trabajar en esta industria”, puntualizó.

Los bajos salarios son uno de los problemas de los asistentes, además de la falta de seguridad laboral. Olga Lexell, de 27 años, mencionó que ganaba el salario mínimo, más horas extraordinarias, como asistente de escritores en la producción de un programa de televisión en 2016. El trabajo incluía una garantía de 60 horas a la semana, lo que sumaba unos 700 dólares sin descontar impuestos.

Cuando el estudio redujo sus horas en la siguiente temporada, Lexell y un colega se acercaron al director creativo para solicitar un aumento. Pero, al igual que muchos de los más de 30 asistentes entrevistados para este artículo, Lexell dijo que los trabajadores en su posición tenían poca o ninguna influencia para negociar.
Lexell recuerda que el director creativo les dijo: “Tienen suerte de tener estos trabajos. Puedo encontrar gente que trabaje gratis”.

Durante las semanas en las que el programa no estaba en producción, comentó Lexell, solicitó ayuda por desempleo.

Como los asistentes trabajan en horarios irregulares, les resulta difícil complementar sus ingresos con un segundo trabajo, explicaron.

“Ni siquiera pude conseguir un trabajo de mesero en un bar, porque digamos que no salgo de trabajar todos los días a las 7”, comentó Noah Silverman, de 27 años, asistente en una productora de cine y televisión.

Los salarios bajos significan que es probable que los trabajadores de nuevo ingreso en Hollywood sean quienes cuentan con apoyo financiero externo, dijeron los asistentes. El resultado es que —en una industria a la que le gusta que se le vea como defensora de la diversidad y otras causas progresistas— la gente que está logrando ingresar a ella suele provenir de entornos más privilegiados. La encuesta de #PayUpHollywood reveló que la gran mayoría de las personas que dependían de asistencia financiera externa se identificaron como blancas.

La cobertura médica es otro motivo de preocupación. Andi Royer, asistente de 32 años con diabetes tipo 1, mencionó que no le ofrecieron cobertura sanitaria como parte del paquete de prestaciones derivado de su trabajo en “Bluff City”, un nuevo drama de una hora de duración que produce Universal Television, una división de NBCUniversal.

Dijo haber aceptado el trabajo, un puesto de 60 horas a la semana con un salario de 14,25 dólares por hora, porque pensó que incluiría prestaciones similares a las que había recibido cuando era asistente de postproducción en un programa de Warner Bros. También supuso que la ley federal exigía que le dieran cobertura universal de salud como parte de sus primeros 90 días de empleo.

Según Royer, el departamento de recursos humanos le dijo que Universal no ofrece cobertura de salud en programas que se encuentran en sus primeras temporadas y que los empleados tenían que trabajar para la empresa durante un año para ser elegibles para esa prestación.

Royer comentó que se puso en contacto con varios administradores y ejecutivos de Universal, sin lograr nada. Afirma que, sin seguro, sus medicamentos costarían 1200 dólares al mes. Al final, acabó por darse por vencida y su marido la agregó al plan de su empleador, el cual dijo que costaba unos cientos de dólares más que su cobertura de Warner Bros.

“Si no estuviera casada con él, no podría haber vivido aquí ni encontrar empleo“, relató.

En un comunicado, Universal declaró que cumplía con la ley porque consideraba que todos los empleados en los programas que estaban en su primera temporada eran temporales, “independientemente del número exacto de meses trabajados”. La compañía también señaló que hay una ley que le permite excluir hasta a un cinco por ciento de su fuerza laboral de la cobertura de salud.

Los esfuerzos de la nueva generación de ayudantes han conducido a mejoras tangibles. Verve, la agencia de talentos de Hollywood, anunció el mes pasado que iba a aumentar el sueldo de los asistentes y colaboradores del área de correspondencia de un 25 a un 40 por ciento a partir del 1.° de enero.

“Es cierto que #PayUpHollywood nos hizo conscientes de que hay problemas dentro de la comunidad y potencialmente en nuestros propios muros”, comentó Bill Weinstein, socio fundador de la agencia.

ICM anunció el mes pasado que sus asistentes recibirán un mes de salario adicional además de su pago de bonificación.

En cuanto al agente que arrojó el paquete hacia la cabeza de su asistente, ICM dijo en un comunicado: “No podemos tolerar este tipo de comportamiento y estamos comprometidos con tener un ambiente laboral seguro, profesional y de apoyo”.

Kiran Subramaniam, quien trabajó como asistente en la agencia de talentos ICM en Los Ángeles, el 10 de diciembre de 2019. (Andrew Cullen/The New York Times)

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