El brote del coronavirus nos ha convertido a muchos en unos germófobos exacerbados que queremos protegernos del contagio lavándonos las manos metódica y frecuentemente, evitando el contacto innecesario con las superficies llamadas de alto contacto y desinfectando de manera sistemática las envolturas, nuestra casa y nuestro propio cuerpo.
Es posible que para las personas diagnosticadas con trastorno obsesivo compulsivo, o TOC, la angustia generada por la amenaza del coronavirus tenga repercusiones más graves y de más largo plazo.
De acuerdo con la International OCD Foundation, a cerca de tres millones de estadounidenses les han diagnosticado TOC. Es una enfermedad que se caracteriza por pensamientos o impulsos no deseados que ocasionan altos niveles de ansiedad y actos repetitivos destinados a neutralizar los pensamientos obsesivos.
Los hábitos de higiene y saneamiento que ayudan a prevenir el contagio del coronavirus están aproximando a las personas con TOC a una serie de conductas que pueden originar patrones nocivos que quizá perjudiquen su capacidad de participar de manera signifcativa en el mundo fuera de sus hogares en los años venideros.
Courtenay Patlin, una angelina de 28 años, está intentando hallar un equilibrio entre la las medidas de prevención adecuadas y la exageración. Hace varias semanas, antes de que se ordenara permanecer en casa en California, Patlin decidió quedarse dentro la mayor parte del tiempo.
Ya había leído suficiente sobre la rapidez con que el coronavirus se había propagado en China, Italia y después en Seattle, y sobre lo mucho que estaba enfermando a tanta gente. Tuvo la sensación de que para mantenerse sana solo podía confiar en sí misma y en el cloro.
“Conservo muy limpio mi departamento y me siento segura en casa”, afirmó.
Patlin, estudiante de posgrado de psicología clínica, señaló que hace como cinco años le diagnosticaron TOC, luego de años de tener temor de los baños públicos, de rehusarse a comer en platos que no hubiera restregado ella misma o que no hubiera visto que fueran lavados de manera adecuada, y de tener miedo a los abrazos de casi cualquier persona.
Solía hacer la limpieza de su departamento y de sus manos con blanqueador puro y soluciones limpiadoras hasta que se le empezara a desprender la piel de los dedos, lo cual ella interpretaba como una señal de que había hecho bien el aseo.
Mencionó que en los últimos años había tratado con fármacos y terapia lo que se conoce como “TOC de contaminación”. Pero en estos días Patlin ha sentido que su TOC ha vuelto a tomar el control.
Cuando escuchó que un vecino estornudaba al otro lado del patio, cerró las ventanas para que no se metiera el aire que compartían. Cuando una amiga recogió de la farmacia los medicamentos de Patlin y se los dejó en la puerta, limpió las botellas con blanqueador con la esperanza de matar los gérmenes que hubiera podido dejar en ellas el farmacéutico.
Lo más complicado es que ya ni siquiera sabe cuánto es demasiado.
“En estos momentos, a veces me pregunto: ‘¿Se trata de mi TOC o en verdad es algo que debo hacer?’”, comentó Patlin. “La línea se está difuminando”.
La frontera entre el TOC y la eliminación de gérmenes peligrosos en estos días
Quienes han seguido con éxito un tratamiento para superar y manejar una obsesión de contaminación y una compulsión por la limpieza están teniendo problemas para salir adelante.
A Bella Ronan, de 19 años, procedente de Kirkland, Washington, le diagnosticaron TOC cuando tenía 9 años. Mencionó que sus síntomas comenzaron después de que nació su hermana menor, Frannie. Ronan se preocupaba en forma obsesiva de que entraran gérmenes a la casa que pudieran perjudicar a su hermana, quien tiene síndrome de Down.
Años de terapias intensas y de buscar la combinación adecuada de medicamentos lograron mitigar su TOC durante periodos cortos. Pero su vida cambió cuando cumplió 18 años y la aceptaron en un programa de tratamiento para adultos en un internado.
Estuvo ahí ocho semanas; el tratamiento consistió en terapias intensas de exposición durante las cuales Ronan puso a prueba sus temores a enfermar por gérmenes y sustancias químicas tocando diversas superficies y líquidos (por ejemplo, las suelas de los zapatos, las repisas de los baños y el detergente para la ropa) y luego dejando que pasara cada vez más tiempo antes de lavarse las manos.
Al tratamiento en el internado le siguió un programa de recuperación y transición de un mes, durante el cual vivió en un departamento con otros pacientes con el mismo trastorno.
“La única forma de superar el TOC es aprendiendo a vivir con él, y eso se logra mediante una exposición habitual”, señaló Ronan.
Ahora se concentra en mantenerse sana física y mentalmente. “He pasado casi once años con algo dentro de mi cabeza que me pide que haga cosas que mi madre, mi padre, mis amigos y mis terapeutas sostienen que son un poco exageradas”, comentó. “Pero ahora esas mismas personas me dicen que me lave las manos todo el tiempo para no enfermarme, y yo estoy tratando de asimilarlo”.
Ronan tiene asma, lo cual vuelve todavía más atemorizante contraer el coronavirus. Está siguiendo las indicaciones de su madre y de su padre, en quienes ella confía, sobre las medidas de higiene.
“Si ellos dicen que debo lavarme las manos durante 20 segundos con agua caliente, sé que hay hechos que justifican que ellos me digan que lo haga, y yo confío en los hechos”, afirmó. También escucha las recomendaciones de los médicos y de otros expertos que oye en la televisión o que lee en los artículos periodísticos.
Becky Ronan, la madre de Bella, se enfrenta a sus propios miedos relacionados con la enfermedad de su hija mayor. “Me preocupa que cualquiera se enferme de COVID-19, pero también que ella sufra un retroceso y tenga que regresar a un programa de internado”, señaló. “Eso me da tanto miedo como esta nueva enfermedad”.
La terapia y el TOC en la era del coronavirus
Según los expertos, la terapia de exposición y prevención de respuestas es el tratamiento más eficaz. Esta terapia pone a prueba de manera sistemática el temor que tiene el paciente de que algo lo dañe al exponerlo a las cosas que le dan miedo siguiendo un sistema prolongado, repetitivo y de intensidad cada vez mayor.
Cuando la exposición no provoca una patología grave ni daños significativos, los pacientes pueden empezar a aprender la mejor forma de manejar su enfermedad.
No obstante, la atención insólita y urgente que se le está dando a la higiene para combatir la propagación del virus también está generándoles preocupación a los profesionales de la salud que se dedican al tratamiento del TOC, afirmó Bradley Riemann, psicólogo y director clínico de Rogers Behavioral Health, que tiene centros para el tratamiento de la salud mental y las adicciones en todo el país (Riemann también es director clínico del OCD Center de Rogers Behavioral Health en Oconomowoc, Wisconsin).
Debido a ello, es especialmente complicado ofrecer tratamiento para el TOC en esta época. “Es evidente que en estos momentos hemos tenido que cambiar la forma en que interactuamos con otras personas y la forma en que interactuamos con nuestro medio: es una cuestión de seguridad pública para todos nosotros”, afirmó Riemann. “Pero en realidad se produce un choque con el mundo del TOC, y en especial con los pacientes con TOC de contaminación”.
Riemann señaló que él y otros profesionales de este campo diariamente deliberan sobre maneras de diluir la terapia de exposición de tal modo que se ajuste a las normas de salud pública frente al coronavirus, pero sin que deje de tener utilidad terapéutica.
Hasta ahora, esto ha implicado hacer que los pacientes se laven las manos antes de comer, debido a que eso es necesario por la presencia del coronavirus, y luego que toquen algo que les genere temor, pero que no sea probable que contenga el virus, como una almohada de su propia casa, por ejemplo.
El manejo del TOC en la actualidad
El lado positivo para algunas personas diagnosticadas con TOC es que la pandemia les indica lo mucho que han avanzado.
Jeffrey Blitt, estudiante de 21 años de tercer grado en la Universidad Tufts, en Massachusetts, estaba estudiando en Brisbane, Australia, cuando en marzo les ordenaron a él y a sus compañeros que regresaran a casa. Las complicaciones logísticas de tener que trasladarse de un lado del mundo al otro hasta la casa de su familia en New Providence, Nueva Jersey, lo distrajo de pensar en su temor a los gérmenes.
Cuando tenía 11 años, esos temores controlaban sus pensamientos tanto que ni siquiera podía ir a la escuela, así que sus padres lo internaron para que recibiera tratamiento en Rogers Behavioral Health.
Sin embargo, desde que llegó de Australia, pese a que ha aumentado la propagación del virus, se está dando cuenta de lo mucho que ha avanzado.
“En una época, esto habría significado que mis peores temores se hacían realidad”, comentó Blitt. “Pero la ansiedad que me genera el TOC está casi bajo control. Es un poco raro ver a todos haciendo las cosas que yo solía hacer, como que la gente vea videos para saber cómo lavarse las manos y que mi mamá deje los paquetes fuera de la casa”, señaló.
Su madre, Lisa Blitt, quien estaba en la misma habitación cuando su hijo hablaba por teléfono con el altavoz activado, salió en su propia defensa: “Es la seguridad versus el TOC”, dijo. “Mejor estar seguros que lamentarlo”.
Blitt, quien siempre ha recurrido al sentido del humor como una ayuda para afrontar la situación (cuando era niño, una vez se disfrazó en Halloween de botella de Purell, una marca famosa de gel desinfectante para manos), sigue encontrando motivos para reírse.
“Más que cualquier otra cosa, veo humor negro en la situación”, comentó acerca de la adopción por parte de sus familiares y amigos del ritual de lavarse las manos y preocuparse por los gérmenes. “Pienso para mis adentros: ‘Vaya, yo hacía todas esas cosas y lo superé, y ahora todo mundo lo hace’”.