El programa de Netflix es controvertido, pero dice verdades incómodas sobre mi comunidad
Hace cinco años, me reuní con una casamentera. Estaba escribiendo un artículo sobre la industria matrimonial de India de 50.000 millones de dólares (que incluye de todo, desde la aplicación de citas Dil Mil hasta la fastuosa boda de Priyanka Chopra y Nick Jonas).
Fui sin ganas. Como muchas de mis compañeras progresistas del sur de Asia, criticaba el matrimonio arreglado por ser ofensivo y regresivo.
Pero cuando la casamentera recitó su extenso cuestionario comprendí, aunque fuera por un instante, por qué la gente hacía las cosas de esta manera.
¿Cree en un poder superior? (No tengo ni idea).
¿Su pareja debería compartir sus intereses creativos? (Debe leer, aunque preferiblemente no escribir novelas).
¿Quiere tener hijos? (No particularmente).
Para cuando ya casi habíamos terminado la larga lista de preguntas, casi podía imaginar que alguien por ahí cumpliría todos mis “criterios”, como dicen los casamenteros. Sentí una empatía similar cuando comencé a ver “Indian Matchmaking”, la nueva y controvertida serie documental de Netflix que sigue a Sima Taparia, una ‘desi yenta’, a la que se le paga para casar a clientes de India y Estados Unidos.
La serie ha sido duramente criticada (parte de las críticas son bien merecidas) por los progresistas del sur de Asia, como los escritores dalits, por normalizar los elementos de casta, sexo y color de la sociedad india.
Sin embargo, eso no significa que debamos descartar las formas positivas en que “Indian Matchmaking” complica y promueve las representaciones de la vida en el sur de Asia. Explora el hecho de que muchos milénials indios y sus familiares de la diáspora todavía optan por el matrimonio arreglado. El programa revela conversaciones que tienen lugar a puerta cerrada, haciendo que los ‘desis’ —término con el que se identifican las personas que viven o son originarias del subcontinente indio o quienes viven en la diáspora— enfrenten nuestros prejuicios y suposiciones, mientras que invita a los que no son ‘desis’ a entender mejor nuestra cultura.
La serie, producida por la documentalista nominada al Oscar Smriti Mundhra, presenta a personas que quieren encontrar un camino intermedio entre el matrimonio arreglado por los padres y las citas contemporáneas. Las profesionistas estadounidenses contratan a Taparia por voluntad propia; los parientes acosan a los ricos y desventurados solteros de Bombay para que las conozcan.
Taparia (a quien suelen llamar “Tía Sima”) se casó a los 19 años después de hablar con su marido durante 20 minutos. Ella es un producto del viejo mundo y está al servicio del nuevo. Esa dinámica motiva el programa. A ella le parece que la juventud es inflexible (buscan hombres o mujeres con dinero, improbablemente altos, de mundo y a los que acepten sus madres. (Un hombre-niño solo quiere un clon de su madre).
Hay más matices en esta representación del matrimonio arreglado de lo que se ha mostrado en otras películas y programas de televisión protagonizados por habitantes del sureste asiático, que durante mucho tiempo han desdeñado los matrimonios arreglados. En la serie de comedia “New Girl”, Cece Parekh y su prometido —aprobado por sus padres— se escaparon por muy poco de su unión y encontraron el amor con personas blancas. En “Por eso lo llaman amor” y “Meet the Patels”, la búsqueda de pareja fue el obstáculo para la libertad sexual de los hombres del sur de Asia. Hasta Bollywood prefiere las escenas de amor a primera vista.
De hecho, los espectadores occidentales rara vez ven a los surasiáticos en parejas románticas. Hollywood tiene la culpa de esto: durante demasiado tiempo, una persona morena en la pantalla fue lo suficientemente revolucionaria, dos ya era algo que abrumaba las mentes de los productores. “Jugando con el destino” y “Mississippi Masala” presentaban a mujeres indias que salían con hombres que no eran de su raza (“Masala” merece elogios por abordar el tema de la antinegritud entre los surasiáticos.) En “Master of None” y “The Mindy Project”, por lo general, los protagonistas salían con personas blancas.
No obstante, para 2020, los surasiáticos han llegado a las pantallas en más formatos. Hasan Minhaj es el nuevo Jon Stewart en “Patriot Act”; el exquisito y chabacano “Family Karma” de Bravo muestra a los indios-estadounidenses ricos en Miami. Netflix y Amazon están invirtiendo en historias para los espectadores indios.
Ahora, los creadores ‘desi’ pueden retratarnos saliendo y casándonos con morenos. En “Family Karma” podemos ver a indios que cortejan (y buscan pareja) dentro de la comunidad. La comedia de Mindy Kaling “Never Have I Ever” subvierte las narrativas familiares: a una mujer que trata de evitar un arreglo familiar termina por gustarle el hombre con quien quieren casarla.
“Matchmaking” también revela dinámicas más complejas dentro de la comunidad. Una mujer sindi se une a un hombre sindi por su amor compartido por los negocios, lo cual hace gala del estereotipo de que los sindis son buenos empresarios. La búsqueda de una mujer guyanesa para conocer a un hombre que entienda la herencia de su familia (de trabajadores que salieron de India en el siglo XIX) apunta a una historia de migración rara vez representada, que por desgracia queda inexplorada en el episodio.
La serie no llega a ser revolucionaria y acepta tácitamente un sistema de castas que puede tener fatales consecuencias para los que trasgreden ciertos límites.
En The Atlantic, Yashica Dutt escribió que: “Al codificar la casta en frases inofensivas como ‘antecedentes similares’, ‘comunidades compartidas’ y ‘familias respetables’, el programa hace exactamente lo que muchas familias indias de las castas superiores tienden a hacer cuando discuten este tema tan tenso: invisibiliza la casta”.
Sin embargo, “Matchmaking” examina de manera convincente los desafíos que enfrentan las mujeres ‘desi’ que quieren una relación con su cultura y una relación igualitaria. El motivo más conmovedor de la serie tiene que ver con el mantra común del inglés indio de “adaptarse”. Un empresario de Delhi dice que las familias piensan que una mujer independiente ”no sabrá adaptarse”. Una madre de Bombay afirma que las chicas, no los chicos, deben adaptarse. No obstante, el consejo para “adaptarse” de Taparia también ayuda a una abogada pesimista a ser más positiva sobre su vida amorosa.
El programa nos pide que consideremos si “adaptarse” connota apertura mental o desequilibrio de género.
La respuesta inquietante parece ser que es ambas cosas. Deberíamos ser capaces de analizar múltiples verdades sobre los temas de “Matchmaking”: entender por qué alguien podría querer una pareja que hable el mismo idioma, coma la misma comida reconfortante y comparta las mismas creencias religiosas y, al mismo tiempo, ver cómo esas cosmovisiones están conectadas a un sistema jerárquico y discriminatorio.
Es fácil aplaudir las historias sobre el rechazo de las viejas costumbres en favor de los ideales modernos. Es más difícil, aunque vale la pena, lidiar con la tensión más sutil entre la tradición y la modernidad. Esto es lo que las grandes tramas matrimoniales siempre han considerado: una sociedad educada y cómo vivir en ella.