¿Es Cuba una dictadura? Desde hace días, la oposición conservadora asedia con esta pregunta al gobierno español de izquierdas, que tiene poco margen para aspavientos dados los importantes intereses económicos de Madrid en la isla.
Desde que las protestas contra el gobierno de Miguel Díaz Canel pusieran a Cuba en primera línea de actualidad, los miembros del gabinete español, en el que se sientan dos ministros comunistas, han evitado utilizar la palabra fetiche esgrimida por la derecha, “dictadura”.
En su lugar prefirieron fórmulas más clementes, sabedores del peso político que pueden tener sus palabras en la isla, donde España es el mayor inversor de la UE y el tercer socio comercial después de Venezuela y China, según los últimos datos oficiales disponibles, de 2018.
“Es evidente que Cuba no es una democracia”, dijo el presidente del gobierno, el socialista Pedro Sánchez, en una entrevista en el canal privado Telecinco.
La vicepresidenta de asuntos económicos, Nadia Calviño, añadió que en su opinión “no es productivo dedicarse a intentar calificar o poner una etiqueta a las cosas”.
Y la ministra de Trabajo y militante del Partido Comunista de España, Yolanda Díaz, se limitó a decir que “los estándares sobre las democracias los define la ONU”.
La situación en la isla, donde rige un sistema de partido único, el del Partido Comunista de Cuba, ha relevado estos días en el debate político español al gran clásico de los últimos años: Venezuela y el chavismo, arma arrojadiza por antonomasia entre la derecha y la izquierda.
“El tono de la política española es un tono de trincheras, en el que estos discursos grandilocuentes, vacíos de contenido político en cierta forma, han acaparado el escenario”, explica a AFP Érika Rodríguez, coordinadora de América Latina en la Fundación Alternativas, un centro de reflexión con sede en Madrid.
En un caso como en otro, la oposición conservadora apunta a Podemos, partido de izquierda radical que cogobierna España con los socialistas, y fundado por profesores de ciencias políticas que trabajaron como asesores para el chavismo y nunca ocultaron sus simpatías por el castrismo.
“¿Por qué Pedro Sánchez se niega a definir a Cuba como una dictadura? Probablemente porque depende del apoyo de Podemos para seguir en la Moncloa”, la presidencia del gobierno de España, dijo a propósito el líder del conservador Partido Popular (PP), Pablo Casado.
– La economía, clave en la prudencia –
Hasta el momento, el gobierno español pidió a las autoridades cubanas que “respeten” el “derecho fundamental a manifestarse libre y pacíficamente”, y requirió la liberación de la periodista Camila Acosta, colaboradora del diario madrileño ABC detenida tras cubrir las protestas populares del domingo en La Habana.
Juan Tovar, profesor de Relaciones Internacionales en la Universidad de Burgos, cree que Madrid está apostando por el statu quo de la relación bilateral.
Es decir, mantener el diálogo con el gobierno cubano -que recibió la visita de Sánchez en 2018 y la de los reyes Felipe y Letizia en 2019, justo cuando arreciaban las sanciones de la administración Trump-, y sobre todo, preservar los importantes intereses económicos españoles en rubros como industria, banca (BBVA, Sabadell) y sobre todo turismo, donde figuran grupos hoteleros (Meliá, Iberostar, Barceló, NH) y las aerolíneas Iberia y Air Europa.
“Lógicamente, la inestabilidad en Cuba no beneficia, y la hostilidad del régimen cubano, tampoco”, dice el profesor.
Más allá del rifirrafe político interno, Érika Rodríguez sostiene que el gabinete de Sánchez ha tenido “la misma respuesta que han tenido todos los gobiernos democráticos de España ante Cuba”.
Y pone el ejemplo del presidente José María Aznar (1996-2004), del PP, quien se las ingenió para salvaguardar los intereses españoles en la isla al tiempo que promovía en la UE la espinosa y ya derogada “Posición Común” de 1996, que condicionaba la cooperación europea a las mejoras en derechos humanos y libertades civiles en Cuba.
Rodríguez incide en la estructura de las inversiones españolas en la isla, especialmente en el sector turístico, donde los grupos presentes “son gestores de hoteles y no propietarios”.
Una situación que crea “cierta vulnerabilidad” y obliga a ser prudente con el poder cubano, el gran organizador de la economía de la isla.
Además, añade la analista de la Fundación Alternativas, para España “es muy difícil asumir liderazgos ante una protesta donde no tenemos muy claro cuál es la carta de demandas” por parte de la sociedad civil, ni lo que ofrece el gobierno comunista para reconducir la situación.
“Sería un intervencionismo ridículo”, apostilla.