El estudio del PNUD recoge la existencia de una “divergencia importante” en la recuperación de las tasas de participación laboral femenina y desempleo en función del género de jefe de los hogares y si éstos tienen niños pequeños.
En América Latina, la covid-19 forzó a las mujeres que viven en pareja a retrotraerse al hogar y el cuidado familiar en detrimento de su vida laboral, mientras que las madres solteras siguen obligadas a continuar en el mercado laboral sin escuelas o infraestructura social para el cuidado de sus hijos.
En un doble ataque a los avances sostenidos en materia de inclusión laboral y equidad de género, la pandemia causó, por un lado, que las normas tradicionales de género hayan regresado para sobrecargarse sobre las latinoamericanas y, por otro, expuso a millones de ellas a trabajar sin respaldo social e institucional para proteger a sus familias.
Así lo revela el informe del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) “Las sanciones de género de la pandemia: el impacto desproporcionado del covid-19 en los resultados del mercado laboral de las mujeres”, que analizó estadísticas del desempeño laboral durante la pandemia de Argentina, Bolivia, Chile, México, Paraguay y Uruguay.
DIVERGENCIA
El estudio recoge la existencia de una “divergencia importante” en la recuperación de las tasas de participación laboral femenina y desempleo en función del género de jefe de los hogares y si éstos tienen niños pequeños.
Así, se observa que las mujeres que son únicas jefas de familia con hijos no solo han recuperado sus tasas de empleo con mayor rapidez que cualquier otro grupo, sino que fueron también las que experimentaron caídas más bajas en este indicador.
Por el contrario, las mujeres que no son las únicas jefas de hogar, son las que más empleo perdieron y las que menos han recuperado sus tasas previas a la pandemia.
“¿Cuál es la preocupación? Este es un regreso a la norma social donde la mujer se retira del empleo y se ocupa del hogar. Por otro lado, en los hogares donde la mujer es la única que genera ingresos, la preocupación es el impacto que tendrá en los menores a su cargo, pues no están yendo a la escuela, y no hay quién se haga cargo de ellos”, dijo a Efe Luis Felipe López-Calva, director regional para América Latina y el Caribe del PNUD.
López-Calva recordó que la historia económica establece que “hay hechos que cambian patrones para bien o para mal”, como las guerras, pues “obligan a tomar decisiones”.
“Y lo que vemos es que la pandemia está exacerbando las desigualdades”, anotó, antes de recordar que América Latina ya partía además con unas tasas bajas de participación laboral femenina.
IMPACTO
A juicio de López-Calva, esta situación no solo genera un “impacto social” por la pérdida de productividad asociada a la menor participación laboral femenina, sino también un “impacto intergeneracional” entre los niños y niñas, cuyo cuidado, formación e interacciones sociales han quedado afectados.
“Y es que no estamos viendo acciones proactivas (en la región) para cosas esenciales para contrarrestar esto, que son las mayores inversiones en servicios de cuidado. Al proveer de mayores cuidados, las mujeres que salen a trabajar tienen opciones para que sus hijos tengan cuidado y crezcan cognitiva y emocionalmente. Y las que se apartan del mercado laboral, tienen una opción para regresar”, apuntó.
Este problema no es minoritario, además, pues el 26% de los hogares de los países que forman parte del estudio tienen a mujeres como únicas jefas de hogar.
“No es un problema marginal”, reseñó el director regional del PNUD.
En ese sentido, recordó la importancia y las implicaciones de la apertura de las escuelas, que es un tema “fundamental”, así como la inversión en el cuidado, particularmente en el caso de los niños menores de 6 años.
“En la región hay una oferta precaria del cuidado, y eso es ahora más importante que nunca”, añadió.
BRECHAS Y CONSECUENCIAS
Además, la discontinuidad de la mujer en el mercado laboral contribuye a la persistencia de las brechas salariales, así como a la pérdida de productividad social.
“Y otra cosa importante. Es difícil cambiar las normas sociales, hacer ver que no hay un género que tenga que tener mayores responsabilidades en los cuidados y que tiene que haber una forma compartida. Cuando se avanza en esa lógica y un choque te regresa a la norma precedente, es preocupante”, reconoció López-Calva.
“La mujer se ‘desempodera’. Pierde capacidad para negociar en el hogar, se incrementa la vulnerabilidad a la violencia que se ejerce contra ella y que ya sabemos que aumentó durante la pandemia”, dijo.