El puré de melón chino fresco se convierte en una pulpa suave y esponjosa que le da sabor a la base de un pay de queso que, gracias a la gelatina, no requiere horneado.
Hay un gag recurrente sobre el melón valenciano en la serie de animación “BoJack Horseman” de Netflix. En una secuencia de puñetazos, el desafortunado melón es pisoteado como si fuera el “despojo de una fruta”, el “amigo bobo” del melón chino.
No sin una buena razón. ¿Quién no ha mordido un trozo insípido y acuoso del melón valenciano que ofrecen en el aeropuerto dentro de un vaso de frutas lleno en su mayor parte de melón sin madurar?
Pero hundir los dientes en un melón bien maduro e irresistiblemente dulce puede ser una experiencia culinaria sublime. Es un placer breve, pero poderoso que puede aumentar todavía más si conviertes tu próximo melón chino o valenciano en un postre. Los melones casi nunca se usan en dulces, pero eso debería cambiar. De hecho, la crema y el azúcar refuerzan lo que ya tienen los melones chinos o valencianos: cuando está madura, su carne es cremosa y las orillas jugosas que están junto a las semillas están tan aplastadas que casi se ven lechosas y llenas de grasa.
Ya sea que hablemos del melón valenciano con tintes color jade que gotea néctar fresco o del melón chino color naranja que ha madurado hasta alcanzar una melosa cremosidad, en muchas partes del mundo, los melones son un vínculo con la abundancia de fines del verano.
En 1992, la empresa surcoreana de refrigerios Binggrae lanzó su nuevo producto Melona: una paleta helada con aroma a melón valenciano que se basaba en el delicado sabor del melón. Esta golosina color verde pastel de forma rectangular fue un éxito inmediato y, con el tiempo, llegó a Estados Unidos en 1995 a desbordar los congeladores de helados, desde la autopista Buford de Atlanta, donde abundaban los comercios coreanos, hasta las playas de Hawái, donde Melona era especialmente apreciada.
Si nunca has probado una Melona (a la que le dicen también “melon bar” en Estados Unidos), debes ir a la tienda coreana de comestibles más cercana y adquirir una caja de inmediato. La textura te sorprenderá: es más suave que una cremosa paleta helada de chocolate, menos congelada. Al ser cremosa y elástica, incluso chiclosa, se derrite de maravilla, de ese modo lento que impregna la lengua y es característico de los mejores kulfis y semifríos. Binggrae lo describe como: “Un helado italiano montado en un palito”.
Más que nada, es menos dulce que muchos de los helados que hay en Estados Unidos, tiene la fragante esencia del melón valenciano y realmente sabe como si hubiera sido sumergido tanto en miel como en rocío.
De igual manera, estas barritas de pay de queso le rinden homenaje al melón por lo que es: una fruta muy jugosa de aroma suave y un gran potencial mal aprovechado.
El puré de melón chino fresco se convierte en una pulpa suave y esponjosa que le da sabor a la base de un pay de queso que, gracias a la gelatina, no requiere horneado. Para obtener una textura más suave y buena fijación, primero hay que disolver en agua la gelatina en polvo, con lo cual se convierte en una jalea translúcida, y después incorporarla a la crema para batir caliente y batir hasta que se disuelva por completo. El queso crema ayuda a proporcionarle una textura exquisita al tiempo que le brinda un equilibrio salado y acentúa el suave sabor floral del melón.
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Receta: Barritas de pay de queso sin hornear con melón
Tiempo total de preparación: 20 minutos, más 6 horas que tarda en enfriar
Rinde para 16 barritas
Como algo que recuerda a las cremosas paletas heladas coreanas con aroma a melón valenciano, esta tarta de queso sin hornear se inspira en un sabor frutal que no ha pasado el tiempo suficiente en el sol: el del melón. Se trata de un puré fresco de melón chino que se convierte en una pulpa suave y esponjosa la cual, gracias a la gelatina, cuaja como pay de queso. A los amantes de lo crujiente les deleitará la base de la gruesa capa salada y dulce de las galletas mantequillosas, y el relleno cremoso y suave hará reconsiderar lo que el melón puede hacer en realidad. Aunque el rocío de miel al final es opcional, su sabor floral queda de maravilla con el melón chino.
Para la corteza:
269 gramos de galletas Graham o Marías de Gamesa (aproximadamente 18 galletas enteras)
1/2 taza (115 gramos) de mantequilla sin sal, derretida
2 cucharadas de azúcar
1/2 cucharadita de sal kosher (marca Diamond Crystal)
Para el relleno:
2 paquetes (de 7 gramos) de gelatina en polvo (aproximadamente 5 cucharaditas)
566 gramos de melón chino pelado y picado (aproximadamente 3 tazas)
1 paquete (226 gramos) de queso crema, a temperatura ambiente
1/2 taza (100 gramos) de azúcar
1/4 cucharadita de sal kosher (marca Diamond Crystal)
1/2 taza (120 mililitros) de crema espesa para batir
Miel, para rociar (opcional)
1. Prepara la corteza: coloca las galletas en una bolsa de plástico resellable. Cierra la bolsa y, con un rodillo, una lata pesada o cualquier otro objeto romo, tritura las galletas hasta formar migajas. Añade a la bolsa la mantequilla derretida, el azúcar y la sal y mezcla bien.
2. Transfiere las migajas a una bandeja para hornear cuadrada de 20 o 23 centímetros y aplástala con las manos en el fondo de la bandeja hasta formar una base sólida y gruesa. Mete al congelador para que se fije mientras haces el relleno.
3. Elabora el relleno: En un tazón pequeño o taza medidora, revuelve 1/4 de taza de agua fría y gelatina. Deja reposar para comprobar que cuaje. Mientras tanto, licúa en la licuadora el melón, el queso crema, el azúcar y la sal hasta que quede una mezcla suave.
4. Calienta la crema en un sartén pequeño sobre la estufa a temperatura media hasta que hierva en las orillas, o en un tazón pequeño dentro del horno de microondas de 45 a 60 segundos a temperatura alta hasta que se sienta caliente al tacto. Añade a la crema caliente la gelatina cuajada y revuelve muy bien hasta que quede suave. Transfiere la crema a la licuadora y licúa con el melón hasta formar una mezcla suave.
5. Saca la bandeja del congelador y vierte el relleno sobre la corteza de galletas. Tapa y refrigera al menos 6 horas o toda la noche hasta que cuaje. Corta en barritas y sirve, si lo deseas, rocía miel encima.