Hoy en día, quitarse el cubrebocas parece una escena salida de una película de superhéroes con identidades secretas. Aquí estoy yo en mi versión de 2021, cumpliendo responsablemente con las reglas. Y ahora aquí estoy yo, y mis labios, viviendo la vida al máximo.
La pandemia ha cambiado tantas cosas sobre cómo vivimos, quizá de manera más inmediata cómo nos vestimos y lo que ponemos en nuestros pies, cinturas, rostros y, sobre todo, nuestros labios que, después de un breve lapso este verano, una vez más están tapados con cubrebocas.
Siempre he sido una amante de los lápices labiales. En el gabinete de mi baño tengo más de 25 labiales de diferentes tonos de rojo. Algunas personas encuentran el color que les gusta y siempre usan el mismo. Yo pienso de los lápices labiales lo que otros piensan de los zapatos: hay diferentes colores para diferentes ocasiones, y para diferentes horas del día.
Tengo todos mis labiales bien alineados según la marca (Pat McGrath, Nars, Chanel, Mac) y subdivididos en colores. Rojo rojo. Rojo azulado. Coral. Puedo decirte cuál es la diferencia entre los rojos Ruby Woo y el Russian Red de Mac. Es algo que me interesa.
Durante los primeros meses de la pandemia, que casi los pasé enteros en ropa deportiva, a veces abría el gabinete y veía esos tubos brillantes y susurraba: “Algún día volverás a ser libre”. (Era la única persona en el apartamento). En otras palabras, yo volvería a ser libre. Pero, conforme transcurrían los meses, empecé a dudar de que eso, en efecto, fuera a suceder. La vida parecía muy lejana. O usabas cubrebocas o usabas labial. Dado que soy una ciudadana responsable, elegí lo primero.
Al parecer muchas otras personas hicieron lo mismo. Durante la crisis económica que siguió a los atentados del 11 de septiembre de 2001, Leonard Lauder acuñó el término “índice del labial”. Su idea era que entre peor fuera la economía, más labiales compraban las mujeres; compramos las cosas pequeñas cuando las grandes están fuera de nuestro alcance. La pandemia puso todo esto de cabeza. A medida que la economía pasaba por dificultades en 2020, las ventas de labiales también se desplomaron.
Y luego, ¡una vacuna! Seguida de recomendaciones actualizadas de los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades en abril de que los cubrebocas ya no eran obligatorios en exteriores. ¿Bienvenidos de nuevo, labios sexis?
Además de nuestros labios, había otra pregunta que muchos nos hacíamos esta primavera al resurgir del encierro: ¿quién soy ahora? Nos estábamos atreviendo a quitarnos el cubrebocas, listos para existir una vez más en el mundo, o al menos para pensar en cómo existir.
¿Qué aspectos de nuestro viejo estilo habían permanecido y, de esos, qué cosas usábamos solo por obligación, de la cual la pandemia ahora nos había liberado? ¿Éramos personas que se dejaban las canas? ¿Acaso un año de andar viendo nuestros rostros de cerca nos había llevado a reevaluar las ventajas de los rellenadores cutáneos? ¿Alguien en realidad estaba considerando volver a meter sus piececitos en tacones altos?
Y, finalmente: ¿labios pintados o no pintados?
Ese primer día, cuando me fue posible salir de casa con un cubrebocas en el brazo y no en la cara, automáticamente tomé mi labial de confianza: Jungle Red de Nars, casi sin pensarlo. Por primera vez en más de un año me sentía como yo misma. Me sentía feliz. La pandemia me había arrebatado muchas cosas (el contacto físico, antes que nada), pero, al parecer mi devoción al labial seguía intacta. Una vez más fui parte de una tendencia. De acuerdo con cifras publicadas en mayo, el instante en el que los cubrebocas ya no fueron obligatorios, las ventas de labiales volvieron a dispararse, hasta un 80 por ciento respecto al año anterior, según CNN Business.
“Nuestros regímenes de belleza son una de las maneras más fáciles de tener acceso al cuidado personal”, dijo la maquillista Molly Stern, “y el lápiz labial en especial es un gran acierto. En un par de minutos te lo pones y además tiene un poder instantáneo para recodarnos que somos importantes”.
Esta feliz reunión habría de ser breve. Incluso antes de que la variante delta sumamente contagiosa reviviera los mandatos más estrictos del uso de cubrebocas, de todos modos, debía usar uno para ciertos lugares, como para subirme al metro, por ejemplo.
Y si bien mi lápiz Gabrielle de Chanel ha permanecido fielmente a mi lado en innumerables ocasiones, no fue hecho para la vida con cubrebocas. Me pintaba, me ponía el cubrebocas y al poco tiempo parecía que me había estado besuqueando con alguien como adolescente, con el labial embarrado en todas partes menos en mis labios. Tenía que reevaluar las cosas, iba a tener que comprometerme con algo.
Entonces llegó a mi vida el labial de larga duración, muchos de los cuales, tras numerosos recorridos por los pasillos de maquillaje, aprendí por las malas que no son tan potentes como para soportar un cubrebocas.
Sin embargo, hay algunas barras de labios que están a la altura, o mejor dicho, que resisten nuestros tiempos.
Si eres de las que les gustan los labios rojos, mi primera propuesta no te va a sorprender. Es la gama Stay All Day de Stila Cosmetics en color Beso (22 dólares). Lleva más de una década en el mercado y cuenta con devotas seguidoras que incluyen a la representante Alexandria Ocasio-Cortez. Es un rojo intenso. Cuando te lo pones, es porque la cosa va en serio.
El segundo es Stunna Lip Pain Longwear Fluid Lip Color de la marca Fenty (25 dólares). El color que yo tengo es Uncensored. El truco con este es quitarte un poco con un pañuelo apenas te lo pongas: entre más delgada sea la capa, más te durará (por suerte, un poco da para mucho).
El tercero es la gama Super Stay Matte Ink de Maybelline. Yo lo tengo en el tono Dancer. Si hay un labial perfecto para nuestros tiempos enmascarados, este es el indicado (además cuesta 10 dólares).
Hoy en día, quitarse el cubrebocas parece una escena salida de una película de superhéroes con identidades secretas. Aquí estoy yo en mi versión de 2021, cumpliendo responsablemente con las reglas. Y ahora aquí estoy yo, y mis labios, viviendo la vida al máximo, en la medida de lo posible.