Los videos de Marin bailando ruidosamente en una fiesta, filtrados la semana pasada, se han convertido en un ruidoso drama nacional que ha dividido a esta nación habitualmente plácida de 5,5 millones de personas, entre quienes claman por su renuncia y quienes la animan.
HELSINKI, Finlandia — El otoño pasado, la primera ministra de Finlandia, Sanna Marin, que viste una chaqueta de cuero y que con 36 años asiste habitualmente a los festivales de rock, prometió que quería “vivir como una persona de mi edad” y “sacudir” a los más altos cargos en el gobierno.
Un año después, eso es precisamente lo que ha hecho.
Marin condujo a su país a través de la pandemia con una de las tasas de letalidad más bajas de Europa, luego viajó a Suecia vestida con su chaqueta de cuero característica para obtener apoyo para un intento histórico de unirse a la OTAN frente a la agresión rusa en Ucrania.
Su índice de popularidad está cerca de su nivel más alto. Pero en este momento, nadie está hablando de nada de eso.
Los videos de Marin bailando ruidosamente en una fiesta, filtrados la semana pasada, se han convertido en un ruidoso drama nacional que ha dividido a esta nación habitualmente plácida de 5,5 millones de personas, entre quienes claman por su renuncia y quienes la animan (incluido un hombre que se tatuó en la pantorrilla la imagen de Marin deslizándose de rodillas por el suelo).
En Finlandia y más allá, el asunto ha planteado la cuestión de si, como mujer joven que lidera su país, Marin está sujeta a un estándar diferente al de los líderes masculinos mayores. De igual manera ha alimentado un debate sobre lo que es y no es el comportamiento apropiado para una primera ministra. Como resultado, Marin se ha convertido en una figura polarizadora en un país que, según algunos, no se ha dado cuenta del hecho de que se ha convertido en un modelo de la modernidad progresista.
“En el lapso de una generación, Finlandia ha pasado de ser una hermética sociedad protestante y sin alegría a algo muy moderno y digital”, dijo Roman Schatz, autor finlandés alemán de un libro sobre Finlandia, quien señaló que bailar era ilegal en el país durante la Segunda Guerra Mundial.
“Sanna Marin es parte de esa nueva Finlandia”, agregó. “Estamos en el umbral del nacimiento de Finlandia 3,0”.
Lauri Tierala, exasesora de uno de los predecesores de Marin, lo expresó de esta manera: “Ella se ha convertido en un símbolo de lo que es aceptable y lo que no”.
Incluso para los estándares finlandeses, Marin es excepcionalmente joven y su gobierno excepcionalmente femenino.
Cuando asumió el puesto en 2019, a los 34 años, Marin se encontraba entre los líderes más jóvenes del mundo (más de 20 años más joven que sus dos predecesores masculinos inmediatos cuando estos asumieron el cargo) y encabezó una coalición de cinco partidos, cuatro de ellos encabezados por mujeres que rondaban los 30 años. Diez de sus ministros son mujeres, nueve son hombres.
“Esto lastima a cierto tipo de hombre mayor”, dijo Tarja Halonen, quien tenía 50 años cuando se convirtió en la primera mujer en ocupar la presidencia del país, en 2000. (Dejó el cargo hace una década, pero, a los 78, todavía es un año más joven que el presidente Joe Biden).
“Tienen miedo de la situación en la que cada vez es más normal que las mujeres de todas las edades asuman roles políticos y que ahora las mujeres son más la regla que la excepción”, agregó.
Marin se apoya descaradamente en la inquietud que puede inspirar, cuando publica imágenes de sí misma amamantando a su hija en Instagram y cuando se pavonea en un concierto de rock con botas y pantalones cortos de mezclilla. Ella cuenta abiertamente que se crió en una “familia arcoíris” porque su madre se enamoró de una mujer tras divorciarse de su padre alcohólico.
Marin, la primera de su familia en ir a la universidad, aún compra sus resplandecientes atuendos festivos en el mercado de pulgas. Su esposo, un exjugador de fútbol, tomó una licencia parental para cuidar a su hija, que ahora tiene 4 años, cuando Marin asumió el cargo por primera vez.
“Represento a la generación más joven”, dijo Marin a la emisora pública finlandesa en octubre y destacó que “A veces parece que mi mera existencia es una provocación para algunos”.
No ha habido escasez de motivos para cualquiera que quiera ser provocado.
La semana pasada, después de que un foro de mensajes de extrema derecha afirmara que el término “jauhojengi” (o “pandilla de la harina”), que alguien gritó en el fondo de uno de los videos de baile filtrados, esto fue interpretado como una referencia a la cocaína y los medios de comunicación finlandeses siguieron el juego. Marin se hizo una prueba de drogas y dijo que nunca había consumido drogas, ni siquiera cuando era adolescente.
La prueba resultó negativa, pero el mismo día apareció una fotografía de dos mujeres mostrando sus senos y besándose en la sala de prensa de la residencia oficial de la primera ministra durante otra fiesta, lo que reavivó la indignación.
“¿Qué sigue? ¿Una película pornográfica?”, preguntó Matti Virtanen, un trabajador de la construcción de 59 años que esperaba el autobús en el centro de Helsinki.
“Esto le da una mala imagen a Finlandia, me da vergüenza”, dijo un abuelo de 74 años, que se identificó solo como Johannes.
De hecho, los comentarios fuera de Finlandia han sido en su mayoría entusiastas, si no positivamente envidiosos de la relativa juventud de Marin.
“Sé que ese clip puede ser extremadamente confuso para los estadounidenses”, dijo el comediante Trevor Noah sobre un video de baile. “Algunos países tienen líderes que no sufren de osteoporosis”.
Yasmine M’Barek, que escribe en el semanario alemán Die Zeit, lo resumió de esta manera: “Sanna Marin es el prototipo de una milénial exitosa en la política. ¡Acéptalo!”.
Una tarde reciente, ese sentimiento fue ampliamente compartido entre los jóvenes finlandeses que salían de una fila de cabañas de madera en un sauna público en Helsinki para sumergirse en el mar Báltico.
“¡Es inspirador!”, dijo con una sonrisa Miisa Myllymäki, una camarera de 23 años, cuyo amigo sirvió recientemente a la primera ministra en Flow, uno de los festivales de música más grandes de Finlandia. “Ella demuestra que puedes ser joven y humano y aún hacer política en Finlandia, y eso es bueno porque a veces puede parecer que la política es solo para personas mayores”.
Al otro lado de la ciudad, en la amplia sala de redacción del tercer piso de Iltalehti, el tabloide que publicó por primera vez el video del baile, Juha Ristamäki, el editor político, defendió su decisión.
“Vivimos en alerta máxima debido a la amenaza rusa”, dijo Ristamäki. “Cuando observas su comportamiento en ese contexto, es hora de plantear la pregunta de si fue capaz de cumplir con su deber”.
Esta semana, Marin se echó a llorar brevemente cuando abordó las consecuencias de la disputa.
“Soy un ser humano y, a veces, yo también necesito alegría y diversión en medio de tiempos oscuros”, dijo. “No he faltado a un solo día de trabajo y no he dejado una sola tarea sin hacer y no lo haré ni en medio de todo esto, porque todo esto pasará y juntos debemos fortalecer más a este país”.