Acerca de la comida de América Latina y el Caribe: “Los condimentos son demasiado buenos, especialmente tras varios largos días de béisbol”, explicó Bader, el jardinero central de los Yankees de Nueva York. “Te sientes recargado”.
NUEVA YORK— Harrison Bader descubrió la mayoría de sus comidas y guarniciones favoritas gracias al béisbol.
El sabroso pollo guisado ocupa el primer lugar en su paladar. También disfruta del arroz moro, un plato condimentado con frijoles, y el plátano dulce (también conocido como maduro), platos que son muy populares en todo el Caribe y América Latina.
“Los condimentos son demasiado buenos, especialmente tras varios largos días de béisbol”, explicó Bader, el jardinero central de los Yankees de Nueva York. “Te sientes recargado”.
Bader, de 28 años, conoció esos platos durante los años de su adolescencia que pasó en el béisbol. Su equipo juvenil de viaje, los New York Grays, ostentaba alineaciones compuestas principalmente por jugadores de familias dominicanas y puertorriqueñas. Las madres y abuelas de los jugadores cocinaban y preparaban platos emblemáticos de sus culturas en casa o incluso en la parte trasera de sus autos para que los chicos pudieran darse un banquete después de los juegos.
Bader, quien es blanco, dijo que en poco tiempo “se enamoró” de la comida y de las ventajas de estar en un equipo juvenil de viaje. Tras haber crecido en una comunidad rica que era casi en su totalidad blanca, el grupo unido de familias que pudo conocer durante sus años de formación con los Grays le presentó a Bader una sección más amplia de la ciudad de Nueva York y cambió para siempre la manera en que percibía su entorno.
También dio paso a muchas relaciones de por vida: Bader sigue siendo amigo cercano de muchos compañeros de equipo de aquellos días. Esos lazos ayudaron a que tuviera una abrumadora muestra de apoyo en el primer juego de la serie divisional de los Yankees contra los Guardianes de Cleveland el martes 11 de octubre: Bader estima que más de 100 amigos y familiares estuvieron en el público del estadio.
“Todo el ambiente era muy —no sé si ‘edificante’ es la palabra correcta— pero, era un verdadero equipo”, afirmó Bader sobre los Grays. “Era una labor que implicaba a más que meros jugadores en el terreno de juego”.
Bader creció en Bronxville, Nueva York, una localidad del condado de Westchester. Su padre era el principal asesor legal de Verizon y su madre trabajaba en mercadeo para las publicaciones de Time Life. Bader fue a la Escuela Horace Mann, una institución privada en el Bronx que abarca desde la guardería hasta la escuela secundaria.
Aunque estaba en un distrito de la ciudad de Nueva York, la Escuela Horace Mann no proporcionaba exactamente las mismas experiencias de vida que tuvieron muchos de los compañeros de equipo de Bader. La declaración de objetivos de los Grays señala que el equipo está compuesto “principalmente” por “niños de los ‘barrios pobres’ del Bronx, Brooklyn y Manhattan, aunque algunos de nuestros chicos provienen de entornos más acomodados”.
Bader era una excepción evidente, pero se unió al equipo el verano anterior a su décimo primer grado por insistencia de David Owens, quien entrenó a Bader en Horace Mann y fundó el programa de los Grays.
“Estos muchachos adoraban el béisbol, y en realidad nada más importaba”, afirmó Owens, quien es del Upper West Side de Manhattan. “Es por eso que vengas de donde vengas para jugar con nosotros, serás considerado parte de la familia de inmediato. Bader encajó bastante rápido con todos. Lo aceptaron. Bader aceptó estar quizás fuera de su zona de confort por primera vez en su vida”.
Con viajes por carretera a todos los rincones de la costa este y juegos casi a diario durante el verano, el grupo tuvo mucho tiempo para conocerse. Bader y sus compañeros solían imaginar cómo sería jugar algún día para los Yankees, y los Grays lo ayudaron a ampliar su vocabulario en español. “En realidad solo me sé insultos y palabrotas”, admitió Bader, pero eso fue suficiente para que los Grays lo aceptaran como uno de los suyos.
“Siempre decimos que Harrison también es dominicano”, bromeó Kevin Martir, un compañero de equipo de los Grays quien es, casualmente, entrenador de bateo del equipo Clase A de los Yankees, los Tampa Tarpons.
El martes, Martir estuvo en el Yankee Stadium para presenciar el turno al bate más importante de Bader hasta el momento desde que se puso por primera vez el emblemático uniforme de los Yankees. Bader conectó su primer jonrón con su nuevo equipo, un bambinazo en solitario en la tercera entrada que abrió el marcador para los Yankees.
Los Yankees terminaron derrotando a los Guardianes 4 a 1, en el primer partido de su serie al mejor de cinco. El juego 2 fue pospuesto para el viernes por la tarde.
No hay duda de que el tiempo que pasó Bader con los Grays lo preparó para la Universidad de Florida y, en última instancia, para la vida en las Grandes Ligas. Cuando era adolescente se la pasaba sin cesar en las cajas de bateo —“practicaba bateo ocho días a la semana”, comentó Owens— y las prácticas en pequeños gimnasios con ventanas de vidrio, luces y techos bajos le enseñaron a Bader a precisar sus lanzamientos.
Pero además, los Grays le dieron a Bader una muestra de la diversidad que existe en un vestidor de béisbol profesional. Owens, cuyo padre es negro y su madre es blanca, comenzó a señalar ese aspecto a medida que Bader se fortalecía y mostraba señales de potencial para las Grandes Ligas.
“A la larga, esto será bueno para ti”, recuerda Owens que le dijo a Bader, “porque si llegas a convertirte en jugador profesional, el primer día que pongas un pie en el clubhouse, verás que la mitad de los tipos allí serán de República Dominicana”.
Hoy, viéndolo en retrospectiva, Owens cree que los Grays influyeron positivamente en la visión del mundo de Bader.
“Hay muchas piezas en movimiento en esta ciudad. Existe mucha diversidad”, afirmó Owens. “Lo asimilas todo y construyes tu visión del mundo. Hoy esa mirada es global. No eres parte de solo una burbuja aislada en las Pequeñas Ligas de Bronxville en la que todo es homogéneo. Ahora lidias con el mundo real, con personas que no crecieron con tus privilegios —llamemos a las cosas por sus nombres— pero, ¡adivina! A la hora de la verdad son compañeros de equipo, y eso es lo único que importa. Cuando te pones un uniforme de los Grays, o cualquier otro uniforme, encuentras hermanos de armas, y eso hace que todo lo demás no tenga tanta importancia”.