Según los expedientes judiciales, Andriy Pavlenko, un abad de la Iglesia ortodoxa en el este de Ucrania, estaba trabajando activamente para asesinar soldados y activistas ucranianos, entre ellos un sacerdote de una Iglesia ortodoxa adversaria de su ciudad, Severodonetsk.
KIEV, Ucrania — Parecía que Andriy Pavlenko, un abad de la Iglesia ortodoxa en el este de Ucrania, realizaba una misión espiritual desinteresada. Cuando comenzó la guerra, él se quedó con su rebaño e incluso visitó un hospital para rezar con los soldados heridos.
Pero, según los expedientes judiciales, de hecho, Pavlenko estaba trabajando activamente para asesinar soldados y activistas ucranianos, entre ellos un sacerdote de una Iglesia ortodoxa adversaria de su ciudad, Severodonetsk.
“En el norte, hay alrededor de 500 de ellos con un pelotón de morteros, cinco vehículos blindados para el transporte de soldados y tres tanques”, le escribió Pavlenko a un oficial ruso en marzo, cuando el Ejército de Rusia estaba atacando con su artillería Severodonetsk y las zonas circundantes.
“Hay que matarlo”, escribió acerca del sacerdote adversario, de acuerdo con las pruebas presentadas durante su juicio en un tribunal ucraniano que demostraban que Pavlenko había enviado al Ejército ruso algunas listas de las personas que había que detener cuando ocuparan la ciudad. Este mes, Pavlenko fue hallado culpable de espionaje y después fue canjeado con Rusia en un intercambio de prisioneros.
Este no fue en absoluto un caso aislado. A lo largo del último mes, las autoridades han arrestado o identificado públicamente como sospechosos a más de 30 clérigos y monjas pertenecientes a la Iglesia ortodoxa rusa de la rama ucraniana.
Para los servicios de seguridad de Ucrania, la Iglesia alineada con la Iglesia rusa, una de las dos Iglesias ortodoxas más importantes del país plantea una amenaza excepcionalmente subversiva, ya que es una institución a la cual se le tiene mucha confianza que no solo es un semillero de posturas en favor de Rusia, sino que también está infiltrada por sacerdotes, monjas y monjes que han ayudado a Rusia en la guerra.
En los últimos meses, ha habido una rápida serie de allanamientos de iglesias y monasterios, decretos y leyes que restrinjan las actividades de la Iglesia alineada con la Iglesia rusa, a la cual de manera desconcertante se le llama Iglesia ortodoxa ucraniana del patriarcado de Moscú. El martes, el Tribunal Supremo de Ucrania ratificó una ley de 2018 que exige una denominación veraz a las organizaciones religiosas si están afiliadas con un país que esté en guerra con Ucrania, una ley diseñada para obligar a la Iglesia a denominarse rusa.
Este mes, el presidente Volodímir Zelenski le solicitó al Parlamento que prohibiera cualquier Iglesia que respondiera ante Rusia, a pesar de que aún no se han planteado los detalles, por lo que todavía no se sabe cómo se llevaría a cabo. Las autoridades ucranianas pretenden revocar el contrato de la Iglesia rusa en dos venerados templos de culto —la Catedral de la Asunción y el Refectorio— ubicados en el complejo del Monasterio de las Cuevas en Kiev, una catacumba de 1000 años de antigüedad que alberga las momias de los santos más sagrados de la Ortodoxia eslava.
La ofensiva ucraniana contra la Iglesia rusa ha provocado gritos de protesta por parte de la Iglesia y el gobierno rusos, los cuales la consideran una agresión a la libertad de culto. El martes, el obispo Pavlo Lebed, director de la Iglesia alineada con la Iglesia rusa del Monasterio de las Cuevas, se dirigió a Zelenski en un video.
“¿Quiere eliminar la confianza en la gente? ¿Eliminar la última esperanza? No nos diga a qué Iglesia acudir”, señaló Lebed.
Zelenski, quien es judío, y las fuerzas del orden afirman que esta campaña no tiene nada que ver con la libertad de culto, la cual, dijeron, no contempla el espionaje, la sedición, el sabotaje o la traición.
Durante siglos, las Iglesias ortodoxas de Ucrania estuvieron bajo la Iglesia rusa, cuya dirigencia en Moscú respalda de modo incondicional la guerra del presidente Vladimir Putin. Pero en los últimos años, muchos sacerdotes, párrocos y millones de feligreses se han ido a la nueva Iglesia ortodoxa de Ucrania, un éxodo que fue acelerado por la guerra. Las dos Iglesias son prácticamente idénticas en la liturgia; lo que las separa son la política y el nacionalismo.
A principios de diciembre, la Iglesia ortodoxa ucraniana afirmó que las acusaciones de colaboración de sus clérigos con Rusia eran “infundadas y no había pruebas de ello”.
La Iglesia alineada con la Iglesia rusa, a la cual todavía pertenecen millones de ucranianos, insiste en que cortó lazos con sus jerarcas rusos al inicio de la guerra. La Iglesia ucraniana independiente dice que esa ruptura es hipócrita y rechaza de manera categórica que su homóloga en verdad se haya separado de Moscú.
“La Iglesia ortodoxa rusa es en realidad un instrumento de la embestida de Rusia”, aseveró en una entrevista en el Monasterio de San Miguel de las Cúpulas Doradas en Kiev, el arzobispo Yevstratiy, vocero de la Iglesia ortodoxa de Ucrania.
Al margen, los analistas militares han visto motivos para que Ucrania se inquiete. La Iglesia del patriarcado de Moscú “apoyó materialmente la anexión de Crimea a Rusia y la invasión del este de Ucrania”, escribió el Instituto para el Estudio de la Guerra, un grupo de análisis con sede en Estados Unidos, en una nota de investigación sobre la participación que la Iglesia afiliada a Rusia tuvo en la guerra.
Las autoridades ucranianas aseguran que los sacerdotes y los monjes —o la gente que se hace pasar por ellos—, que también son espías, han originado problemas para el Ejército ucraniano. Las autoridades señalaron que este mes encontraron en un monasterio al norte de Kiev a seis hombres que vestían túnicas de monje, de complexión muy atlética, que hablaban ruso, pero no ucraniano y que no contaban con documentos. La policía los arrestó y está investigando si son espías.
“Ser sacerdote es una pantalla ideal para cualquier agente de inteligencia”, señaló un funcionario de inteligencia ucraniano que está muy al tanto de la investigación de la Iglesia alineada con la Iglesia rusa, pero que no está autorizado a hablar públicamente. “La gente confía en ti cuando eres sacerdote”.
Por su parte, de acuerdo con Pavlo Dubyna, un antiguo residente de Severodonetsk y conocido de Pavlenko, el abad que fue hallado culpable de espionaje, este se dedicó a visitar en el hospital a los soldados ucranianos heridos. Después de esas visitas, salía a la calle y hablaba por teléfono, afirmó Dubyna.
Las autoridades ucranianas arrestaron al sacerdote en abril, cuando el Ejército ruso seguía bombardeando Severodonetsk, una ciudad que capturó en junio. En un hecho que dicen que prueba la culpabilidad de Pavlenko, Moscú aceptó al sacerdote en un canje de prisioneros a cambio de un estadounidense arrestado por Rusia, Suedi Murekezi, un veterano de la fuerza aérea que había estado viviendo en el sur de Ucrania antes de la guerra.
Las pruebas del juicio dejaron ver la mezcla de espionaje y venganza contra los sacerdotes de la Iglesia independiente de Ucrania, la cual antes de la guerra había estado quitándole seguidores a la Iglesia rusa. Los fiscales presentaron lo que, según ellos, eran breves descripciones del clérigo adversario que Pavlenko había enviado al Ejército ruso.
“El guía espiritual de las brigadas nacionalistas y el Ejército ucraniano en la región de Lugansk”, decía una nota del 15 de marzo que sostenía que el sacerdote en cuestión debía ser asesinado.
Un mensaje más se refería a otro sacerdote de la Iglesia ucraniana, cuyo hermano estaba combatiendo en la guerra y decía: “Creo que también tenemos que deshacernos de él puesto que no es el hombre que necesitamos”.