Invadimos Gaza, destruimos Hamás... ¿y después?

Invadimos Gaza, destruimos Hamás... ¿y después?
Foto: EFE/EPA/HAITHAM IMAD

Yossi Kuperwasser, exjefe de una unidad de espionaje en las Fuerzas Armadas israelíes y antiguo director general del Ministerio de Asuntos Estratégicos, lo tiene claro: “Israel se debe quedar en Gaza. No se puede fiar uno de los palestinos, de ninguno”, declara en conversación telefónica con EFE.

El objetivo declarado de Israel en su guerra contra Gaza es erradicar a la organización islamista Hamás, que domina la Franja desde 2007 y el 7 de octubre pasado lanzó un asalto mortífero contra territorio israelí, pero si lo consigue, probablemente mediante una amplia intervención terrestre, ¿qué viene después?.

“El principal objetivo es erradicar a Hamás y a la Yihad Islámica. La zona debe ser desmilitarizada. ¿Cómo? Acabar con Hamás en la Franja no quiere decir que no vuelva a formarse uno o dos años más tarde”, resume el problema en una reunión con la prensa el analista israelí Adi Schwartz.

Y esto debe quedar totalmente descartado para un país traumatizado por el ataque brutal de Hamás, que masacró a mas de un millar de civiles para luego plantar batalla al Ejército de Israel durante tres días en territorio israelí, llevando la cifra total a más de 1.400 muertos israelíes, además de la toma de unos 250 rehenes según Hamás, cifra rebajada a 203 por las Fuerzas Armadas, con unas 1.200 bajas entre las milicias gazatíes.

Yossi Kuperwasser, exjefe de una unidad de espionaje en las Fuerzas Armadas israelíes y antiguo director general del Ministerio de Asuntos Estratégicos, lo tiene claro: “Israel se debe quedar en Gaza. No se puede fiar uno de los palestinos, de ninguno”, declara en conversación telefónica con EFE.

Da por hecho que una invasión terrestre de la Franja tendrá lugar pronto, porque es imposible vencer a Hamás solo mediante bombardeos aéreos, dado que la milicia dispone de una enorme red de túneles y búnkeres subterráneos, pero destruir toda esta infraestructura no pone fin al problema, reconoce.

“Si nos retiramos, formarán una nueva organización similar. Tampoco podemos entregar el territorio a la Autoridad Palestina, porque ellos tienen la misma ideología enfocada en destruir Israel”, opina, pese a que en Cisjordania, el Gobierno israelí colabora estrechamente con este cuerpo de autogobierno formado por Fatah, el principal partido palestino enfrentado con Hamás.

Adi Schwartz ve posible, sin embargo, copiar el modelo: “Tal vez baste con mantener mayor control sobre la frontera egipcia, por donde se efectúa la mayor parte del contrabando de armas”, sobre todo a través de túneles que conectan el territorio de Gaza con puntos dispersos en el desierto del Sinaí.

Aventura que “si se controla esta frontera, quizás se pueda garantizar la desmilitarización de Gaza mediante incursiones diarias, como en Cisjordania”, donde existe una policía palestina con control sobre islotes del territorio, pero las fuerzas israelíes irrumpen con frecuencia en estos enclaves autogestionados para detener a supuestos militantes o destruir casas de familias que tienen un miembro implicado en un ataque.

Kuperwasser es más escéptico e insiste en que no se puede volver a confiar en la calma y solo de vez en cuando “cortar el césped”, expresión de los estrategas israelíes para describir los ocasionales bombardeos aéreos de Gaza con el fin de reducir periódicamente las capacidades militares de Hamás y mantener el temor a represalias por cualquier ataque a Israel.

Evoca incluso la opción de que, destruido Hamás, algún país árabe pudiera hacerse cargo de este territorio costero de 40 kilómetros de largo por 10 de ancho – Egipto lo administró de 1948 a 1967 – o que una organización internacional lo gestionara, pero la descarta: “Nadie quiere Gaza. Nadie. Nosotros tampoco. Pero es nuestra obligación estar ahí, queramos o no”, asegura.

Pero ¿quién construirá carreteras, gestionará hospitales y colocará cañerías? “De estas tareas se podría ocupar cierta administración civil palestina, pero la seguridad debe estar en nuestras manos”, responde.

Esto hace prever constantes fricciones entre la población civil y los cuerpos de seguridad, quizás peores aún que las ya habituales en Cisjordania, donde en los últimos 13 días han muerto al menos 67 palestinos por disparos de las fuerzas de seguridad israelíes y ataques de los colonos ultranacionalistas, con los detenidos contándose por centenares.

La solución debe ser mucho más radical, opina Ronit Marzan, académica de la Universidad de Haifa especializada en sociedades árabes, con 32 años de experiencia en los servicios de espionaje israelíes.

“Si los palestinos se quedan en Gaza, será muy difícil para Israel. Y sería todo otra vez exactamente lo mismo. Israel no puede permitir que esto vuelva a pasar”, dice la profesora en conversación telefónica con EFE.

“El mundo debe entender que hay que poner fin al sufrimiento de Gaza. Los palestinos ya no pueden quedarse allí. Israel tendrá que tomar la Franja de Gaza, derrocar el régimen de Hamás y luego debe convencer a la gente allí que si quieren tener una vida agradable, tienen que abandonar la Franja”, sentencia Marzan.

“Incluso si volvieran, Gaza estaría destruida. Vivir en Gaza es vivir en un infierno”, observa la académica, según la que “todo el mundo debería acoger contingentes de refugiados gazatíes para ofrecerles una vida mejor”, mientras que Israel debería utilizar la Franja para construir allí una enorme base militar.

Pero para afrontar esta cuestión aún queda cierto margen de tiempo, porque la guerra durará como mínimo un mes, estima Kuperwasser.

Eso, desde luego, si finalmente hay invasión terrestre, cosa que todo el mundo da por hecho, pero nadie sabe a ciencia cierta.

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