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La cultura de las celebridades está ardiendo

La cultura de las celebridades está ardiendo
Imagen Ilustrativa ( NEW YORK TIMES)

Estados Unidos atraviesa una crisis, pero las celebridades están prosperando. Sus sonrisas iluminan nuestros hogares, recordándonos que debemos quedarnos en casa y “ser positivos”, pues “todos estamos viviendo lo mismo”.

Cuando veo sus anuncios de servicio público en modo de selfi, me distraigo con lo que está a su alrededor: la sobria moldura de la pared detrás del hombro de Robert De Niro, las vigas artesanales del balcón de Priyanka Chopra, el papel tapiz con adornos equinos que enmarca la chimenea de Zoë Kravitz.

“Quedarme en casa es mi superpoder”, informó Gal Gadot, protagonista de “Mujer Maravilla”, desde su vestidor. Ryan Reynolds animó a sus fans a “trabajar unidos para aplanar la curva” desde su loft rústico. Cuando Jennifer Lopez publicó un video de su familia mientras se refugiaba en el patio del enorme complejo de Alex Rodriguez en Miami, el público no pudo más.

“Todos los odiamos”, fue una de las respuestas más representativas.

Entre los efectos sociales del coronavirus se encuentra un veloz desmantelamiento del culto de las celebridades. Los famosos son embajadores de la meritocracia; representan la búsqueda estadounidense de la riqueza a través del talento, el encanto y el trabajo arduo. Sin embargo, el sueño de la movilidad de clase se disipa cuando la sociedad está en cuarentena, la economía se estanca, el número de muertos aumenta y el futuro de todos queda congelado dentro de apartamentos atestados o mansiones lujosas. La diferencia entre ambas jamás ha sido más evidente. La etiqueta #Guillotine2020 (guillotina 2020) se está volviendo popular. Conforme los pasillos de los supermercados quedan vacíos, algunos han sugerido que quizá deberían comerse a los ricos.

Así que cuando Pharrell Williams les pidió a sus seguidores que hicieran donaciones a los trabajadores de primera línea, virtualmente lo tomaron de los pantalones y lo sacudieron de cabeza, para decirle que vaciara sus propios bolsillos repletos. Kristen Bell y Dax Shepard fueron “expuestos” como arrendadores. Mientras Ellen DeGeneres descansaba en su sofá, charlando a través de la cámara web con sus amigos famosos, el comediante Kevin T. Porter pidió que los trabajadores de servicio y los peones de Hollywood contaran anécdotas sobre sus encuentros con DeGeneres, a quien llamó “célebre por ser una de las personas más mezquinas del mundo”.

El filme “Parásitos”, en el que una familia surcoreana pobre engaña de manera ingeniosa a una familia de ricos para estar en su casa, se ha convertido en una respuesta muy utilizada en las redes sociales cuando las celebridades revelan vistazos de sus propias mansiones; la referencia funciona, en parte, porque muchas personas superadineradas tienen casas minimalistas insulsamente similares.

Debe ser un momento muy difícil para ser famoso. Las celebridades no forman parte de los estadounidenses más adinerados —el valor neto informado de Lopez es una fracción de un porcentaje del de Jeff Bezos—, pero son los que tienen la tarea de relacionarse con el público en general, ofreciendo acceso indirecto a sus estilos de vida. La cultura de las celebridades las alaba no solo por sus actuaciones o su imagen, sino también por su riqueza: sus extravagantes fiestas de cumpleaños infantiles, colecciones de autos, cirugías plásticas y propiedades. Desde “Lifestyles of the Rich and Famous” hasta “My Super Sweet Sixteen” y “Keeping Up With the Kardashians”, la capacidad de ver (o ver con odio) su espectáculo de exceso ha funcionado como un extraño apaciguamiento de la desigualdad.

Sin embargo, ese convenio depende de la capacidad de la celebridad para dar la apariencia de moverse fácilmente entre la élite y las masas, de ser aspiracional y accesible a la vez. Y, bajo las circunstancias normales, están acostumbrados a recibir galardones por “usar sus plataformas” para “crear conciencia” a favor de iniciativas sosas para el bien público.

No obstante, jamás había sido tan fácil incitar nuestra conciencia y abusar de ella. Las celebridades tienen un público cautivo de personas traumatizadas que están pegadas al internet, con los ojos fijos en temas de tendencia buscando encontrar pistas que los ayuden a procesar los horrores inimaginables que se encuentran afuera, pero, en cambio, se encuentran a Madonna bañándose en una tina llena de pétalos de rosas.

Momentos como en el que Gadot cantó junto con un grupo de famosos la canción “Imagine” de John Lennon están desubicados en más de un aspecto. La mayoría de estas personas ni siquiera puede cantar; sus contribuciones sugieren que tan solo la aparición de una celebridad es un bálsamo, como si la pandemia pudiera superarse tan solo mediante el poder del estrellato.

Una de las ironías de este momento es que, aunque nos sentimos menos como estrellas que nunca, ellos parecen sentirse más como nosotros, o, por lo menos, lo que creen que debe sentirse ser como nosotros. DeGeneres se está volviendo “totalmente loca” por tener que quedarse en su enorme casa; Katy Perry ya no sabe cuántos días ha pasado dentro de su gigantesco hogar.

Sin embargo, si voy a ponerles atención a las celebridades en un momento como este, espero que su contribución sea encantadora o lo suficientemente demente para distraerme de todo el sufrimiento y la muerte en masa. Incluso conforme el poder de la celebridad pura fracasa, el valor de un verdadero artista aumenta. Que pongan a Patti LuPone en la rocola y a Yo-Yo Ma en el chelo. Quiero ver a Anthony Hopkins mientras le toca el piano a su gato que ronronea. Quiero ver a January Jones mientras prepara un “estofado humano” en su tina y a Wendy Williams mostrando la estatua de Betty Boop de metro y medio de altura que pintó con aerosol para que pareciera negra. Quiero los corazones dibujados a mano en la nota de Stevie Nick con la que informó que está encerrada con su asistente y sus perros, tranquilizándose con la música de Harry Styles.

Quiero ver a Britney Spears, que ha surgido en esta crisis como una celebridad extraordinaria que abordó la necesidad de un cambio social radical. Spears hace poco publicó un manifiesto color amarillo brillante de la artista de internet Mimi Zhu. “Nos alimentaremos mutuamente, redistribuiremos la riqueza, nos pondremos en huelga”, decía. “La comunión va más allá de los muros”. Spears agregó tres rosas rojas al texto, un símbolo ambiguo que refleja su apoyo a los socialistas demócratas de Estados Unidos o quizá simplemente porque le gustan los emojis de flores.

Spears es una figura inesperada para guiarnos a través de esta cuarentena, pero es un personaje ideal: ha estado bajo custodia legal durante doce años, y su padre controla sus movimientos y sus finanzas con la supervisión de los tribunales. Cuando publica algo sobre hallar comunidad en el cautiverio social, sabe de qué está hablando.

Una Respuesta
  1. ¡Qué gran retrato de un mundo que se debate y como pocas veces, tiene algo en común. En esta ocasión, lamentablemente un enemigo que no da cuartel! ME GUSTÓ MUCHO.

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