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¡Las guitarras están de vuelta, nenes!

¡Las guitarras están de vuelta, nenes!
La Acoustasonic Strat de Fender, una de las guitarras que ha experimentado un incremento de ventas durante la pandemia. Foto/ The New York Times

Hasta hace muy poco, el panorama no lucía muy favorable para la guitarra, ese símbolo global de libertad y rebelión juvenil desde hace unos 70 años.

Ahora que el hip-hop y el pop ostentoso estilo Beyoncé parece dominar los corazones y los bolsillos de los milénials y miembros de la generación Z —y con tantas deidades de la guitarra del siglo XX fallecidas (Jimi Hendrix, Kurt Cobain) o en carreras de solistas a sus setenta y tantos (Eric Clapton, Jimmy Page)— las ventas de guitarras eléctricas se redujeron aproximadamente un tercio en la década desde el año 2007, de acuerdo con Music Trades, una organización de investigación que rastrea datos de la industria.

La marca Gibson, cuya celebrada línea Les Paul había ayudado a colocar el “Led” en “Zeppelin”, iba rumbo a la bancarrota.

Todo esto fue suficiente para que el Washington Post declarara la “muerte lenta y secreta de las eléctricas de seis cuerdas” en 2017. Ese mismo año, incluso el mismo Clapton, conocido simplemente como “Dios” entre sus devotos desde hace más de medio siglo, sonaba listo para esparcir las cenizas. “Quizás”, reflexionó en una conferencia de prensa de 2017 sobre el documental “Eric Clapton: A Life in 12 Bars”, “la guitarra ha muerto”.

Detengan los obituarios.

Tras medio año de una pandemia que ha amenazado con hundir industrias enteras, la gente está recurriendo a la guitarra como una compañera de cuarentena y bálsamo psicológico, lo cual ha estimulado un aumento en las ventas de algunas de las compañías con más historia (Fender, Gibson, Martin, Taylor) que ha sorprendido incluso a veteranos de la industria.

“Jamás hubiera predicho que íbamos a tener un año récord”, dijo Andy Mooney, director ejecutivo de Fender Musical Instruments Corp., la gigante fabricante de guitarras con sede en Los Ángeles que ha dotado a miembros del Salón de la Fama del Rock & Roll desde que Buddy Holly se colgó una 1954 Fender Stratocaster sunburst a finales de la década de 1950.

“Hemos roto demasiados récords”, dijo Mooney. “Este será el mayor año en volumen de ventas en la historia de Fender, con días récord de crecimiento de dos dígitos, ventas electrónicas y ventas de equipos para principiantes. Si me hubieras preguntado en marzo, jamás hubiera imaginado que estaríamos donde estamos hoy”.

No son solo hombres canosos de la generación “baby boomer” que buscan vivir una última fantasía a lo Peter Frampton. Según fabricantes y vendedores, adultos jóvenes y adolescentes, muchos de ellos mujeres, están ayudando a impulsar este renacimiento de la guitarra, dejando su propio sello generacional en el instrumento que sacudió a la generación de sus padres y, a la vez, descubriendo el poder de la terapia de seis cuerdas.

Tocar música para alejar la tristeza

Todo comenzó con un punto de quiebre colectivo, de acuerdo con Jensen Trani, un instructor de guitarra de Los Ángeles cuyos miles de videos instructivos en YouTube, estimó, han acumulado cerca de 75 millones de vistas en los últimos 14 años.

“Llegó un punto con mis estudiantes en el que me di cuenta de que pasar horas viendo Netflix, Instagram y Facebook ya no les estaba funcionando”, dijo Trani, de 38 años. “Las personas ya no podían recurrir a sus mecanismos de supervivencia habituales. Se preguntaban: ‘¿Cómo quiero pasar mi día?’”.

Para muchos, aparentemente, la respuesta fue “tocando la guitarra”.

Poco después de que se anunciaran las cuarentenas en la primavera, Trani se percató de un incremento en el tráfico de sus videos, y en poco tiempo triplicó el número de estudiantes privados que tomaban sus lecciones de forma remota. Sitios populares de instrucción como JustinGuitar.com y GuitarTricks experimentaron aumentos similares durante la primavera.

La mayoría de los nuevos estudiantes no estaban buscando revivir el recuerdo de un viejo concierto de Foghat de 1976. La mayoría de ellos probablemente no sabían qué era Foghat, dado que la mayoría de los nuevos estudiantes de Trani eran, en sus palabras, personas de apariencia femenina alrededor de los 30 años.

Los nombres más importantes en la industria de la enseñanza de guitarra en línea vieron un patrón similar. Fender dijo que su aplicación de clases de guitarra, Fender Play, la cual incluye a Trani como profesor, vio a su base de usuarios dispararse a 930.000 de los 150.000 que tenía entre finales de marzo y finales de junio, con la ayuda considerable de una oferta promocional de tres meses de lecciones a un menor precio.

Casi un 20 por ciento de los nuevos estudiantes eran menores de 24 años, y un 70 por ciento tenía menos de 45, según informó la compañía. Las usuarias representaron el 45 por ciento de la nueva oleada, en comparación con un 30 por ciento antes de la pandemia.

De un modo estricto, la oleada tuvo sentido. Los aprendices potenciales que antes no habían encontrado el tiempo para aprender a tocar un instrumento, de repente se habían quedado con muy pocas excusas para posponerlo. Como bien dice James Curleigh, director ejecutivo de Gibson Brands: “En un mundo de aceleración digital, el tiempo siempre es nuestro enemigo. Y de repente, el tiempo se convirtió en tu amigo”.

Pero había otro factor en juego, afirmó Trani. Muchos nuevos aprendices del instrumento parecían estar buscando un oasis de calma en un mundo turbulento. “Existe esta sensación de querer aprender a estar con uno mismo”, dijo.

Ese era el caso de una de sus nuevas estudiantes, Kayla Lucido, de 31 años, de San José, California, quien decidió cumplir sus grandes ambiciones de aprender a tocar la guitarra en marzo, a pesar de tener un horario complicado en el que tenía que repartir el tiempo entre su empleo remoto como gerente de coordinación de proyectos en una empresa de tecnología y las responsabilidades de criar a su hijo de 17 meses.

“Aprender algo nuevo ha sido bastante sanador para mí, así como ser capaz de ignorar por un rato todo lo demás”, dijo Lucido, quien ha estado practicando canciones como “Beautiful Stranger” de Halsey o “Bluebird” de Miranda Lambert, aunque sea por 10 minutos al día.

“Realmente solo te tienes que enfocar en la posición de tu mano, los acordes que estás tocando, y luego emparejar eso con el rasgueo de las cuerdas”, agregó. “Cuando me ejercito, mi mente divaga un poco, pero cuando estoy tocando guitarra, me pierdo por completo en eso. Es como meditar”.

Con buena razón. Aprender a tocar la guitarra, o el piano, el oboe o el fagot, beneficia al cerebro en niveles profundos, de acuerdo con Daniel Levitin, neurocientífico, músico y autor del éxito de ventas de 2006 incluido en la lista de The New York Times “This Is Your Brain on Music”. (Así mismo, muchos estudios psicológicos han demostrado los beneficios terapéuticos de tocar un instrumento).

El proceso, escribió Levitin en un correo electrónico, es “neuroprotector” ya que “requiere que desarrolles nuevas conexiones neuronales, algo que puedes hacer literalmente a cualquier edad”. Levitin agregó que “utilizar tu cerebro para algo desafiante, mas no imposible, tiende a ser gratificante y por ende reconfortante”.

Aprender a tocar la guitarra, escribió, es además un proceso prospectivo que fomenta la esperanza y el optimismo, que ayuda a regular las sustancias químicas del estado de ánimo estable como la serotonina y la dopamina.

Además “se genera una sensación muy real de dominio y logro”, dijo Levitin. “Justo ahora estoy trabajando en una pieza de Chopin en el piano —Preludio en mi menor— y no paro de recordarme que estoy poniendo mis dedos en las mismas configuraciones que Chopin. Por unos minutos, puedo ser Chopin”.

“Lo mismo me sucede con Clapton cuando toco guitarra”, añadió.

La K26ceGS de Taylor Guitars, una de las tres guitarras más vendidas por la compañía durante la pandemia. Foto/The New York Times

‘Todos los días son viernes negro’

“He estado en el negocio de la venta de instrumentos desde hace más de 25 años y nunca había visto algo como esto”, escribió en un correo electrónico en julio Brendan Murphy, un vendedor en Sweetwater, una tienda en línea de guitarras y otros instrumentos. “Es como que todos los días son viernes negro”.

Otras tiendas en línea reportaron lo mismo durante la primavera y parte del verano. A pesar de tener que haber cerrado 293 de sus 296 salas gigantes de exposición para venta minorista en marzo y abril debido al coronavirus, Guitar Center pronto experimentó un crecimiento de ventas digitales de tres dígitos para la mayoría de las principales marcas de guitarras en su sitio web, de acuerdo con Michael Doyle, vicepresidente sénior de mercadotecnia de guitarras de la compañía.

Por supuesto, las guitarras no han sido los únicos artículos de consumo que han experimentado un repunte por la cuarentena. Muchos productos han tenido un incremento de ventas desde que comenzaron las cuarentenas: bicicletas, levadura de panadería, juegos de mesa, tapetes de yoga, frijoles e incluso Everclear 190, el licor con un 95 por ciento de volumen de alcohol.

Sin embargo, una guitarra no es un paquete de lentejas. Una nueva guitarra por lo general requiere de una inversión de varios cientos de dólares, por no decir miles, y tanto los nuevos guitarristas como los virtuosos suelen vivir con su fiel instrumento durante años, pues se conectan a él como una declaración de gusto y estilo personal.

Es lo que los economistas llamarían una compra “discrecional”, el tipo de artículo de consumo no esencial que suele ser la última cosa que uno compraría cuando la economía se está hundiendo y el desempleo está por las nubes. Si a esto se le agregan meses de fábricas clausuradas para los productores y una desaparición casi total de los vendedores tradicionales, la situación parecía casi apocalíptica.

“Yo asumí que esta sería una de esas situaciones en las que una industria se derrumba por completo”, afirmó Chris Martin, director ejecutivo de C.F. Martin & Co., la compañía fabricante de guitarras acústicas desde hace 187 años que durante décadas ha equipado a estrellas contemporáneas como John Mayer y Ed Sheeran, así como a leyendas como Bob Dylan, Joni Mitchel y un tipo ahí llamado Elvis. “Recogeríamos los pedazos y volveríamos a armar la empresa cuando se pudiera”.

Pero tras un marzo “terrible”, con ingresos un 40 por ciento menores a lo normal, el negocio regresó con fuerza.

“Es una locura”, dijo el Martin de sexta generación en dirigir la compañía. “Es increíble la demanda que existe en este momento por las guitarras acústicas. Ya he experimentado algunos auges de guitarras en el pasado, pero este me tomó completamente por sorpresa”.

Las guitarras eléctricas quizá no tienen el mismo atractivo que las acústicas (no te invitan a practicar un par de canciones de Neil Young desde la cama), pero las ventas también han sido sólidas para las grandes compañías de guitarras eléctricas como Fender y Gibson (ambas empresas también fabrican guitarras acústicas).

La pandemia llegó en un momento sensible para Gibson. La compañía se había declarado en bancarrota en 2018, luego de que la gerencia anterior realizó un esfuerzo agresivo para expandirse al terreno de los equipos electrónicos de audio domésticos y comerciales, e intentó impulsar a la compañía fundada en 1894 hacia el futuro con reinterpretaciones del siglo XXI de los clásicos amplificadores Gibson para estadio, algunos con “robots” afinadores electrónicos integrados.

Un nuevo equipo directivo encabezado por Curleigh, el expresidente de la marca Levi’s, desechó la robótica integrada, reactivó la línea Epiphone de precio accesible de la marca y lanzó las nuevas colecciones Original y Modern con nuevas interpretaciones de las Gibson clásicas de las décadas de 1950 y 1960 que hoy alcanzan precios de cinco y seis cifras en el mercado de productos “vintage”.

La compañía estaba recibiendo excelentes críticas por sus nuevas líneas de productos y control de calidad mejorado cuando las fábricas tuvieron que cerrar en abril.

“Cuando no teníamos producción”, afirmó Curleigh, “no teníamos ventas, seamos realistas”.

Sin embargo, para finales del verano, “literalmente no paramos de vender”, dijo. “Todo lo que fabricábamos lo podíamos vender”.

Para Curleigh, este auge de guitarras devela corrientes psicológicas más profundas que circulan en una población traumatizada. “Es la jerarquía de las necesidades humanas de Maslow”, dijo, citando una teoría sobre la motivación humana propuesta por el psicólogo Abraham Maslow en la década de 1940. La pirámide de necesidades de cinco niveles de Maslow planteó que las personas deben satisfacer en primer lugar requisitos fundamentales como el sustento y la seguridad personal antes de poder escalar a las metas más altas de la realización creativa.

“Eso es por lo que ha pasado el mundo”, afirmó Curleigh. “Al principio estuvimos descifrando las cosas esenciales como dónde comprar papel higiénico o asegurarnos de estar aislados en la cuarentena. Entonces llegó el reinicio psicológico. La gente empezó a decir: ‘Bueno, todavía puedo autorrealizarme, todavía puedo autosatisfacerme’”.

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