“Yo no medito así que me refugio en otras partes de mi día para sentirme meditativa, como mi rutina de café y desayuno”, escribió en un correo electrónico Nina Zorfass, de 30 años, residente de la ciudad de Nueva York que trabaja en publicidad.
¿Y cuál es su técnica? Desayunar en silencio absoluto.
Cuando comenzó esta práctica hace ocho años, Zorfass se percató de que se sentía más preparada para el día venidero y además tomaba decisiones más sanas sobre su dieta. Ahora, debido a la pandemia, ha llegado a depender de esos minutos para recargar energía, ya que vive con su pareja en un hogar pequeño donde ambos están trabajando. “En nuestro apartamento es difícil encontrar un espacio para estar sola”, dijo.
Comer en silencio es una práctica antigua que tiene raíces en muchas comunidades monásticas. “Budistas, místicos celtas, sufis, místicos vedas”, dijo Ginny Wholley, maestra en el Center for Mindfulness del Centro Médico de la Universidad de Massachusetts. “Todos tienen un componente de silencio que es una parte inherente de la práctica”.
En 1979, Jon Kabat-Zinn fundó dicho centro para promover y estudiar los beneficios de realizar prácticas como esta en un entorno secular, en parte porque es un desafío. El concepto de desayuno silencioso es bastante simple: concéntrate en tu comida, en silencio, y lidia con las ideas que te vengan a la mente. Pero es más difícil de lo que parece.
En octubre pasado, estuve varios días en el Centro Kripalu de Yoga y Salud en Stockbridge , Massachusetts, y el menú del día incluía un desayuno silencioso. Los letreros en las mesas les recordaban a los huéspedes que el desayuno debía comerse en silencio. Los carruseles de tarjetas educativas ensalzaban las virtudes de reconectar con uno mismo cada mañana: es benéfico para la mente y el cuerpo empezar tu día con propósito, gratitud y calma.
El primer día, llevaba la charola con mi desayuno por el pasillo del comedor, sintiendo que me seguían las miradas de desconocidos, como si estuviera en una de esas escenas angustiantes de las cafeterías escolares en las películas. Pasé una fila tras otra de comensales. A mi paso, algunos se movían en sus asientos, solo se escuchaba el tintineo escrupuloso de los cubiertos en los platos y tazones. De repente, una silla chirriaba cuando alguien se paraba o sentaba.
“Nuestra sociedad aprovecha la dificultad y complejidad, porque entonces ‘vale más’”, dijo Cristie Newhart, la decana de la escuela de yoga en Kripalu. “Al inicio, cuando estás aprendiendo a estar más presente, es como: ‘¿Presente con qué? ¿Qué hago?’. Al comer de manera consciente, estás llevando toda tu atención a la comida”.
Mi mente se rebeló cuando estaba comiendo mi granola. Como escritora independiente, siempre he tenido un equilibrio insano entre mi vida personal y profesional, en parte por haber interiorizado la idea de que debía maximizar la productividad a cualquier precio. Mis padres fueron personas emprendedoras que alcanzaron el éxito profesional a pesar de haber crecido con carencias. Me inculcaron una ética profesional sólida. Yo creía que el “autocuidado” era para los que tenían tiempo y dinero. Para mí, no trabajar lo suficiente implicaba el riesgo de fracasar.
Pero ahí estaba, en mi primer retiro de bienestar personal, tratando de apreciar un tazón de frutas del bosque y cayendo en picada en un pánico existencial. Tenía una lista kilométrica de pendientes y una hipoteca nueva de las cuales preocuparme. Me sentía sumamente incómoda.
“Como alguien que habla casi todo el tiempo, la idea de un silencio forzoso me parecía punitiva”, comentó Melissa Klurman, una periodista en Montclair, Nueva Jersey, quien también experimentó con el desayuno silencioso en un retiro en Kripalu el año pasado.
Ravi Kudesia, investigador de conciencia plena y profesor adjunto en la Escuela de Negocios Fox de la Universidad Temple, dijo: “Una de las cosas más curiosas de comenzar a practicar la conciencia plena es que cuando silencias el ruido externo, empiezas a escuchar más el ruido interno. Si no estás acostumbrado a esto, puede ser increíblemente desagradable. Aquí la idea capital es que es mejor notar los susurros antes de que se vuelvan gritos”.
No podía concentrarme, así que le di rienda suelta a mi mente con su letanía de preocupaciones y recordatorios. Luego, como una niña pequeña cansada tras una rabieta, mis pensamientos se acallaron. Después de varios días de desayuno silencioso, comencé a escucharme a mí misma. Mis pensamientos y preocupaciones, satisfechos de haber sido el centro de atención, dieron un paso atrás y dejaron de atacarme apenas despertaba. Podía concentrarme en lo que estaba enfrente de mí, sin culpa, sin obligación, sin estrés. Fue una sensación inusual de libertad.
Para Deborah Vaphides, de 62 años, una acupunturista de Montclair, Nueva Jersey, comenzar sus mañanas con una rutina silenciosa varios días a la semana la ayuda a sentirse más centrada durante el día. Se sienta cerca de su ventana y contempla los haces de luz matutina mientras hace sus ejercicios de respiración profunda.
“Durante décadas me acostumbré a oír las noticias todas las mañanas”, dijo Valphides. “Ya no más. Ahora sé que las noticias me encontrarán sin importar a dónde vaya. La imagen de la luz cambiante que veo en mis mañanas silenciosas se queda conmigo todo el día, y regreso a esa tranquilidad cuando la necesito”.
Resulta que esta paz está muy relacionada con nuestra respuesta física a la quietud. “Cuando estamos en silencio, nuestros cerebros y cuerpos reaccionan como si estuviéramos meditando”, Lauraine Hollyer, psicóloga clínica, explicó en una entrevista telefónica. “El cortisol, que está relacionado con el estrés, disminuye en el flujo sanguíneo. La presión arterial, el ritmo de respiración y cardiaco también disminuyen. Podemos concentrarnos y recordar con mayor facilidad”.