La retirada del Reino Unido de la Unión Europea es una pérdida innegable para el bloque europeo, pero la ruptura con un socio cauteloso y difícil podría ser una oportunidad única para la UE, apuntan expertos.
La salida británica representa para la UE la exclusión de su segunda mayor economía y una potencia nuclear, aunque también remueve del escenario a un actor escéptico en el poder de una integración aún más profunda.
“El Reino Unido nunca ha estado a favor del surgimiento de una seguridad europea autónoma. Siempre ha defendido el papel central de la OTAN”, dice Pierre Vimont, investigador asociado de Carnegie Europe.
“Sin embargo, tras el referéndum sobre el Brexit, fue precisamente el momento en que empezó a surgir la idea de una defensa europea”, apunta.
Aunque quede afuera de la UE, el Reino Unido seguirá siendo parte de la OTAN.
En materia de política exterior, los analistas también dudan que Londres se aleje de las posiciones europeas en importantes temas internacionales, como el programa nuclear iraní o la relaciones con Rusia y Medio Oriente.
“Hay muchas convergencias en una serie de cuestiones en las que los británicos y los europeos están en la misma frecuencia de onda”, señala el historiador Robert Frank.
La reanudación de las sanciones a Irán anunciada unilateralmente por Washington es un buen ejemplo, ya que se enfrentó a un bloque unido de Francia y Alemania pero que incluyó también al Reino Unido del primer ministro Boris Johnson.
Vimont, exrepresentante de Francia ante la UE, opina que Londres querrá seguir teniendo una “relación especial con Francia y Alemania, y esa pareja franco-alemana no quiere romper esa relación”.
Al parecer, la esperanza del Reino Unido es “volver a entrar por la ventana a las discusiones diplomáticas europeas”, bromea.
– Consecuencias desiguales –
Los diplomáticos británicos también necesitarán el apoyo de la UE para sus “relaciones bilaterales o para intentar establecer vínculos con grupos de países” como el de Visegrado (Hungría, Polonia, República Checa, Eslovaquia), apunta.
Económicamente, es probable que las relaciones comerciales con Londres sean más complicadas, pero la conclusión del acuerdo sobre el plan de recuperación pospandemia que crea una deuda común habría sido sin duda mucho más difícil con el Reino Unido.
“Con los británicos ni siquiera habríamos podido discutir” sobre el multimillonario plan de reactivación, estima Frank, autor de un libro dedicado a las relaciones angloeuropeas.
Además, el Reino Unido siempre ha ocupado un lugar especial al margen de la UE. Se ha mantenido a un costado de muchas políticas de integración (acuerdos de Schengen sobre la libre circulación, la moneda única) y se ha opuesto ferozmente a cualquier proteccionismo en materia comercial, en particular con respecto a China o Estados Unidos.
Su contribución a la construcción europea habrá sido sobre todo la de una Europa liberal.
“Sin embargo, con la pandemia nos dimos cuenta de que el Estado era en última instancia necesario y nos estamos alejando de esta visión ultraliberal que denuncian muchos euroescépticos”, opina Frank.
La relación comercial también “cambiará fundamentalmente” entre el mercado europeo y Londres, con controles aduaneros y más burocracia, pero “las consecuencias serán desiguales” entre los 27 países de la UE, afectando más particularmente a Bélgica, Irlanda, Alemania u Holanda, dice Jannike Wachowiak, del European Policy Center (EPC).
“El ‘shock’ económico afectará más al Reino Unido. La Unión Europea también lo sufrirá pero debería absorberlo mejor”, agrega.
Los partidarios de la ampliación de la UE también han perdido un apoyo significativo con la retirada británica, pero con o sin el Reino Unido esta cuestión ya no es una prioridad para Bruselas.
Si bien el Brexit es un nuevo capítulo en la tumultuosa historia entre la isla y el continente, puede que no sea el último.
“Durante siglos han estado a veces próximos y a veces lejos. Ese vaivén continuará, a menos que Europa fracase. Pero si gracias al Brexit la UE se puede reformar y funcionar mejor, podemos contar con el pragmatismo para que los británicos digan “¡volvemos!”, concluye Frank.