Este año, la distancia física y la seguridad se convirtieron en parte de una conversación urgente para todos. Sin embargo, para los educadores que se dedican a temas de intimidad y consentimiento, las preguntas sobre los cuerpos y los límites reciben una atención constante. Así es como varios expertos están enseñando a la gente cómo tratarse bien a sí misma y a los demás y cómo pueden enseñarte a ti:
¿Quién debería pensar en el placer? Tú
Robyn Dalzen ha sido facilitadora de talleres sobre el consentimiento en todo el mundo durante los últimos cuatro años; con frecuencia, asesora a personas y a parejas sobre las complejidades de la intimidad física. Ahora su trabajo se ha trasladado al ámbito virtual de manera indefinida.
“Todos tenemos deseos y todos tenemos barreras que nos impiden hablar y pedir lo que queremos”, afirmó Dalzen. “A un nivel muy fundamental, el solo proceso de nombrar nuestro deseo y pedir lo que queremos nos hace sentir sumamente vulnerables”, agregó.
Dalzen se convirtió en educadora del consentimiento después de aprender sobre la herramienta llamada la Rueda del Consentimiento de su creadora, Betty Martin. Ella inventó la rueda con base en dos factores que siempre están en juego cuando la gente se toca: quién hace qué y para quién.
Tener que dar estos talleres de manera virtual tiene su lado bueno; las personas que no se sentían cómodas de asistir en persona o que no tienen tiempo de acudir, pueden participar. Quizá estas conversaciones también tengan un nuevo peso en un año en el que las percepciones de autonomía personal y privilegio han cambiado para muchas personas.
“Cuando estamos en medio de una pandemia y salen a la luz problemas políticos importantes e injusticias raciales en el país, ¿qué lugar ocupa el placer en esta realidad actual?” preguntó Dalzen. “¿Es algo frívolo? ¿Es una cuestión que nos distrae de aquello en lo que deberíamos estar atentos y concentrados?”.
Su decisión sigue siendo que el placer es necesario en los peores tiempos.
“Cuanto más conectados estamos, con nosotros mismos y nuestros deseos, y más los expresamos en el mundo, eso no nos aleja ni desvía la atención de estos grandes temas sociales y de salud, sino que nos hará centrarnos en quiénes somos como individuos y en el tipo de mundo en el que queremos vivir”, comentó Dalzen.
Mantengamos la picardía (sin que deje de ser educativo)
“La educación sexual es mal sexo. Es seca, sin rostro, monótona, aburrida y sistemática”, comentó Shan Boodram, conocida como Shan Boody en YouTube. “Así que quería utilizar la educación que había recibido, de gente interesante, y las historias subidas de tono y tramas con los que te enganchas y quería fusionar ambas cosas”.
Las redes sociales le permiten llegar a más gente, incluidos aquellos que pueden asistir a un taller presencial. Sus videos, desde sus títulos y las imágenes de sus portadas, son picantes y van al grano.
Como parte de sus contenidos, enseña a la gente que la manera en la que piensa sobre el sexo y el consentimiento no es la misma para todos. “En la comunidad de los fetiches, todo es un ‘no’ hasta que te topas con un ‘sí”, dijo. “En la comunidad convencional, todo es un ‘sí’ hasta que te dicen ‘no’.
“Cuando empiezas a decirle a alguien: ‘Ah, qué labios tan sensuales, ¿te importa si los beso?’ o ‘Tu piel se siente tan bien, ¿puedo recorrerla con mi lengua?’, el consentimiento se convierte en parte de los juegos previos y del diálogo. Todos se benefician cuando hay un diálogo sexy y entusiasta centrado en el sí”, comentó la experta.
Abramos el diálogo en Instagram
Después de que Amalie Have fue víctima de una agresión sexual en 2014, publicó un texto en su blog en el que detallaba su proceso para tratar de denunciar el incidente. Tenía un video de vigilancia en el que se veía a un hombre acercándose a su tienda de campaña en repetidas ocasiones; dos testigos, que la oyeron decir “no”, además se realizó un examen de violación; sin embargo, su agresor fue absuelto.
Have, quien reside en Copenhague, dijo que las mujeres danesas se acercaron a ella para compartir experiencias similares. Recurrió a Instagram para continuar la conversación. La plataforma le permitió movilizar a la gente de manera rápida y eficaz. No obstante, la reacción que encontró también fue desconcertante.
“La gente decía: ‘Sí, pero tú viajabas sola; lucías de tal manera; te habías tomado unas cuantas cervezas antes; dormías en una tienda de campaña y llevabas ese vestido’”, recordó. “Y, en especial, con lo último, yo me decía: ‘Vaya, esto es interesante. Voy a usarlo para dar inicio a una conversación visual’”.
Continuó usando el vestido de la noche del incidente y creó un proyecto llamado “El vestido verde”. También llevó su trabajo fuera de internet; hizo campaña a favor de una ley basada en el consentimiento en el parlamento danés y trabajó en la campaña de Amnistía Internacional “Hablemos del Sí”.
A medida que avanza la pandemia, Have observa cómo moldea su vida. “Ahora somos muy conscientes de las demás personas, ya sea que estén en nuestro espacio o a 15 centímetros de nosotros”, dijo. “Esto ha puesto de relieve que tenemos un problema cuando otras personas establecen límites que son distintos de los nuestros. Sentimos que de alguna manera es una crítica a lo que hacemos o limita nuestra forma de ir por la vida libremente”.
También ha trabajado para que las conversaciones sobre el sexo consensuado sean positivas: “Porque sentía que también necesitaba sobrevivir en esto”.