Pedalear para cruzar el Sena en un día soleado es una gran experiencia. ¿Cómo es que la Ciudad de la Luz se convirtió en una urbe de bicicletas?
Solía considerar a las personas que viajaban en bicicleta por esta ciudad como miembros de una tribu guerrera intrépida. En su mayoría hombres, se vestían para la batalla con cascos, candados para bicicletas y atuendos reflejantes. Las escasas ciclovías de la ciudad se compartían con autobuses imprudentes o se ubicaban en medio de filas de automovilistas despiadados y eran conocidas como “les couloirs de la mort” (los corredores de la muerte).
Yo evito los riesgos a toda costa y tengo tres hijos. Durante los primeros dieciséis años que viví aquí, nunca anduve en bicicleta. Sin embargo, algo cambió recientemente y no es solo porque tema infectarme de coronavirus en el “Metro”. En una hazaña de audacia urbana, París se está convirtiendo en una ciudad ciclista (aunque todavía no es un paraíso para los ciclistas).
Por supuesto que ciudades como Bruselas y Berlín también han mejorado. Además, París todavía está atrasada en comparación con las verdaderas capitales ciclistas de Europa, como Ámsterdam y Copenhague, que han estado construyendo su infraestructura desde la década de los setenta.
No obstante, París se destaca por la velocidad de su conversión. Cuando los visitantes que se han tenido que mantener alejados por la pandemia finalmente regresen, verán que rutas ciclistas acordonadas cruzan la capital y la conectan con los suburbios cercanos. La Rue de Rivoli, la amplia calle que pasa por el Louvre, ha sido cerrada por completo a la circulación de autos privados. Los automovilistas parisinos ahora esperan ver bicicletas y algunos, incluso, intentan no golpearlas.
¿Qué sucedió? ¿Cómo es que París pasó de ser un lugar en el que el ciclismo se sentía suicida a uno en donde, incluso, las personas neuróticas como yo pedaleamos por la ciudad?
Gran parte del crédito es para Anne Hidalgo, quien se convirtió en la alcaldesa en 2014. Poco después de su elección, el gobierno de la ciudad aprobó el Plan Vélo (plan bicicleta) de cinco años, a fin de crear carriles exclusivos para el ciclismo separados del tráfico.
Poco después, importantes bulevares se convirtieron en sitios de construcción durante meses. La policía advirtió que el proyecto era “pas possible” (imposible). Un grupo cada vez mayor de cabilderos probicicleta se quejaba de que el plan estaba muy retrasado, mientras activistas a favor de los autos alertaban que sería un “Tour de France, en París, todos los días”.
No obstante, siguió avanzando. “Es fácil preparar un plan para poner bicicletas por todos lados”, dijo Jean-Sebastien Catier, presidente de la asociación ciclista Paris en Selle (Paris en el asiento). “Sin embargo, no se ejecuta a menos que el poder político diga: ‘Sí, OK, entiendo, pero vamos a hacerlo de todas maneras’”.
Un momento clave ocurrió en diciembre de 2019, cuando una huelga nacional de trabajadores del transporte dejó sin operar a muchos autobuses y trenes durante meses. El Plan Vélo estaba lejos de ser completado, pero suficientes rutas estaban listas y cifras récord de personas que iban al trabajo optaron por pedalear a la oficina. Poco después, la ciudad presentó rutas ciclistas adoquinadas a lo largo de los Champs-Élysées (los Campos Elíseos).
Después llegó el coronavirus y el confinamiento nacional. Ya que prácticamente no había tráfico, hasta las personas no urbanistas como yo de repente nos dimos cuenta de cuánto espacio habíamos cedido a los autos y vislumbramos esas mismas calles como espacios más tranquilos y más limpios que podrían contener otra cosa.
También vimos lo diminuta y mayormente plana que es París. La ciudad equivale al 7 por ciento de Londres y al 13 por ciento de la ciudad de Nueva York. Incluso los suburbios no están tan lejos, especialmente con la posibilidad de usar bicicletas eléctricas. (En 2018, el programa de bicicletas compartidas de la ciudad, llamado Vélib’, incoporó bicicletas eléctricas y abrió más estaciones suburbanas).
Mientras ciudadanos como yo teníamos epifanías urbanas, los funcionarios citadinos enfrentaban un hecho epidemiológico: cuando los parisinos emergieran del confinamiento, no podrían simplemente volver a saturar los autobuses y los vagones del “metro”.
A través de videoconferencias semanales con activistas y equipos técnicos, se mapearon ciclovías que siguieran el trazo de tres de las líneas más transitadas del “Metro” en la ciudad, para que los residentes pudieran aprenderse las rutas con rapidez. El gobierno regional anunció que financiaría de forma parcial un plan suburbano con un nombre fácil de recordar “RER V” (con la “v” de “vélo”, es decir, “bicicleta”), en relación con la línea de trenes RER.
Durante el primer confinamiento y poco después, los trabajadores colocaron casi 160 kilómetros de ciclovías temporales llamadas “coronapistas” en París y sus alrededores, para lo que usaron solo pintura y divisores amarillos con una altura que llega hasta el muslo y que se atornillan en el pavimento. De repente, había carriles solo para bicicletas desde el oeste del distrito de negocios de La Defense hasta el norte de Seine-Saint-Denis, el departamento más pobre de Francia.
Activistas que han pasado años presionando para que sus planes sean realizados vieron que, de pronto aparecieron carriles ante sus ojos. “Fue como un sueño”, dijo Stein van Oosteren, un portavoz del Greater-Paris Bicycle Collective. “En tan solo diez días, pienso que hicimos más de lo que hubiéramos hecho en diez años, tal vez”.
Cuando los parisinos salieron del confinamiento en mayo, el temor al virus y las nuevas rutas más seguras fomentaron un cambio psicológico. El número de mujeres ciclistas se incrementó de manera súbita. Durante la hora pico, en algunas calles había más ciclistas que autos. Las bicicletas eléctricas hicieron viables los traslados más largos al trabajo, así que los nuevos caminos no fueron solo para hípsteres urbanos.
Incluso yo compré una bicicleta y pronto descubrí que trasladarme en bicicleta no solo era práctico; me gustó el ejercicio, el tiempo sin pantallas y mi nueva cercanía al “terroir” (terruño) de París. Después de dieciséis años de viajar en auto y en metro, o a pie, descubrí que pedalear para cruzar el Sena un día soleado es una gran experiencia.
No era la única. Activistas franceses exhortan a los ciclistas a sentirse más conectados con el clima y a otros humanos. (“Vélo es un anagrama de ‘love’ (amor en inglés)”, escribió Didier Tronchet en su nuevo libro ilustrado, “Short Treatise on Vélosophie”).
Pero no todo es poesía. Muchas rutas ciclistas siguen siendo traicioneras o están incompletas. Todavía no dejo que mis hijos viajen solos. Sin embargo, espero que estas sigan mejorando. Alcanzar una gran cantidad de rutas ciclistas es una labor enorme, pero después de eso “es un efecto dominó”, dijo Van Oosteren. “Cuando tengas a esos votantes en bicicletas, estás más dispuesto como político a crear más ciclovías y eso es lo que está pasando ahora en París. Ahora está ocurriendo por toda la ciudad”.
La alcaldesa Hidalgo ha hecho permanentes las “coronapistas” de la ciudad y se comprometió a hacer a París “un 100 por ciento transitable en bicicleta” antes de fungir como ciudad anfitriona de los Juegos Olímpicos de Verano de 2024, cuya villa olímpica se situará en Seine-Saint-Denis.
Espero con ansias pedalear allá para echar un vistazo.