A la Tumba al Soldado Desconocido en el camposanto de Arlington, el público se aproximó a ella ayer martes y hoy también, por primera vez desde 1948, cuando se vetó el acceso ante las faltas de respeto y decoro de la gente.
Este martes la gente iba vestida de domingo en el cementerio militar de Arlington (Virginia, EE.UU.) para acercarse por primera vez en 73 años a la tumba centenaria de un soldado que nunca han conocido, pero que ha desempeñado un papel fundamental en la construcción de la identidad estadounidense.
La Tumba al Soldado Desconocido en el camposanto de Arlington cumple cien años y para celebrarlo el público puede aproximarse a ella ayer martes y hoy miércoles, miércoles, por primera vez desde 1948, cuando se vetó el acceso a los visitantes ante las faltas de respeto y decoro de la gente.
Un grupo de personas esperaba este martes pacientemente en cola para aproximarse al sepulcro de mármol blanco, donde está enterrado un uniformado de EE.UU. no identificado fallecido en la I Guerra Mundial: hombres y mujeres de todas las edades, e incluso niños, aguardaban su turno en silencio, como si estuvieran en una iglesia.
Entre ellos destacaba un hombre vestido con un traje azul oscuro y corbata roja, que tras depositar flores irguió la espalda y la cabeza, se cuadró e hizo el saludo militar ante la tumba.
El sarcófago principal está al aire libre y ante él hay tres losas bajo las que están inhumados otros tres militares desconocidos, uno de la II Guerra Mundial, uno de la Guerra de Corea y otro de Vietnam, aunque este último fue identificado en 1998 y trasladado a otro lugar.
Como si se tratara de una estrella de rock, el mausoleo atrajo a multitudes este martes para rendir tributo a todos los militares, identificados o no, muertos en las guerras en las que EE.UU. ha intervenido.
La especialista en Relaciones Públicas del cementerio de Arlington, Amber Vincent, explicó a Efe que esa tumba es especial porque está en el “corazón” del camposanto.
“La gente puede ir y rendir respeto a todos los soldados que han servido por el país y creo que es como un asidero para la gente, a lo mejor no conocen a ningún soldado, pero quieren mostrar respeto”, dijo.
El cementerio alberga los restos de unos 400.000 militares y de algunos de sus familiares, de los que cerca de 5.000 pertenecen a soldados no identificados.
El lugar data de los tiempos de la Guerra Civil estadounidense (1861-1865), pero no empezó a ser considerado como un “sitio sagrado o especial” a ojos del público hasta el enterramiento de un soldado desconocido de la I Guerra Mundial.
La historiadora de la Universidad de Connecticut Micki McElya, autora del libro “The Politics of Mourning: Death and Honor in Arlington National Cemetery” detalló a Efe que esa tumba “forjó un vínculo entre todos los estadounidenses y el cementerio”.
“Lo convirtió en un símbolo mayor de patriotismo y honor nacional, al tiempo que reconoció los grandes sacrificios que algunos han hecho por este país”, agregó la experta.
En su elegía, el presidente Warren Harding (1921-1923), bajo cuyo mandato se creó la Tumba al Soldado Desconocido, describió Arlington como “el corazón de una nación que llora a sus muertos más nobles”, lo que, según McElya, servía para unir a la población -grande y variada- del país a través del duelo y honrando a los caídos.
Pese a no ser militares, los funcionarios gubernamentales Matthew Fox y su marido, Bradley, acudieron este martes a Arlington para depositar flores en la Tumba del Soldado Desconocido.
“Muchos de nosotros no estamos en las Fuerzas Armadas, pero hay alguien que está luchando por nuestra libertad y debemos venir, rendirles respeto y mostrar a los soldados que nos preocupamos por ellos y por lo que están haciendo, porque es un gran sacrificio”, apuntó Fox, mientras su esposo asentía.
Otras personas vinieron a Arlington por motivos más personales, como Frank, un veterano de las guerras de Irak y de Afganistán, quien afirmó a Efe que su deseo era honrar a su hijo, un militar que se suicidó.
Para este veterano, que iba pertrechado con una gorra negra que decía “Desert Storm” (Tormenta del Desierto), la ofensiva estadounidense lanzada durante la Guerra del Golfo (1991), la Tumba al Soldado Desconocido es una buena manera de homenajear a los caídos.
“Hemos dejado a mucha gente en lugares a lo largo de varias ocasiones en la historia y no sabemos quiénes son -reflexionó-, esta es una buena manera de homenajearlos y de recordar a quienes están todavía sirviendo y a quienes nos hemos retirado que no dejamos a nadie atrás”.
De hecho, esa fue una de las razones por las que se decidió en su día enterrar en Arlington a un soldado desconocido de la I Guerra Mundial.
McElya destacó que uno de los motivos fue la política de que, para devolver los restos de un militar fallecido a EE.UU., se requería la petición de un familiar, con lo que no se repatriaban los cadáveres de los militares no identificados.
“El retorno de un desconocido que los representara era una especie de compromiso. También se inspiró en los enterramientos ceremoniales de desconocidos en el Reino Unido y Francia el año anterior”, puntualizó la experta.
Pese a ser descrito por Harding como “el corazón” de EE.UU. en 1921, el cementerio de Arlington, como reflejo de la sociedad y de las Fuerzas Armadas, estaba segregado racialmente y tradicionalmente se consideró al soldado desconocido como un hombre blanco y heterosexual, orgulloso de perder la vida por su país.
Como remarcó McElya, esta representación “excluía a una vasta proporción del país y definía a un ideal universal de estadounidense realmente bastante específico”.