Predecir el futuro tal vez sea algo absurdo, pero usar datos demográficos para evaluar las oportunidades y los desafíos de las próximas dos décadas es algo que los líderes empresariales y políticos no hacen lo suficiente.
“Los datos demográficos son el destino”.
Esta frase —que a menudo se le atribuye al filósofo francés Auguste Comte— sugiere que gran parte del futuro está predestinado por las sencillas tendencias poblacionales. ¿Quieres entender cómo cambiará la dinámica de poder entre Estados Unidos y China en los próximos 20 años? Un economista te diría que revisaras las estadísticas demográficas de ambos países (es probable que la economía de China supere a la de Estados Unidos para 2028, pero seguirá siendo más pequeña en un criterio per cápita).
¿Quieres saber cuánto litio tendremos que extraer para fabricar baterías en los próximos 20 años? Lo más probable es que las estadísticas demográficas tengan la respuesta (es posible que necesitemos una cantidad de 13 a 42 veces mayor a la que usamos en la actualidad, según la Agencia Internacional de la Energía). Y así sucesivamente.
Predecir el futuro tal vez sea algo absurdo, pero usar datos demográficos para evaluar las oportunidades y los desafíos de las próximas dos décadas es algo que los líderes empresariales y políticos no hacen lo suficiente. Todos estamos demasiado enfrascados en el aquí y el ahora, en el siguiente trimestre y el siguiente año.
Claro está que los datos demográficos no pueden detectar pandemias ni otras crisis. Sin embargo, estos eventos son poco comunes, aunque ahora se sientan trascendentales.
Cuando DealBook empezó a publicar artículos hace 20 años, después del atentado del 11 de septiembre, los pronosticadores sugirieron que el turismo y los viajes quizá se reducirían para siempre. Es cierto que el transporte aéreo jamás volvió a ser igual después de los atentados, pero al cabo de unos meses, los vuelos estaban de nuevo al alza. ¿Por qué? Los datos demográficos. Más personas de todo el mundo tenían más ingreso disponible y cada vez más decidían vivir cerca de ciudades con mayor acceso a aeropuertos. Eso, aunado a la condición humana de querer convivir con otras personas, hace que la predicción de ciertos elementos del futuro sea un proceso casi matemático.
Un aspecto del futuro que los datos demográficos no pueden ayudar a pronosticar son las innovaciones tecnológicas. Sin embargo, incluso las innovaciones tecnológicas tienen un impacto más lento en la vida cotidiana del que podemos apreciar. Peter Thiel hizo un famoso comentario al respecto en 2013: “Queríamos autos voladores, en cambio nos dieron 140 caracteres”.
Entonces, ¿qué sigue? Si despertaras 20 años en el futuro, en 2041, ¿qué sería distinto? A continuación, algunas ideas basadas en cifras que no requieren una bola de cristal.
Se espera que alrededor del 70 por ciento de la población mundial viva en áreas urbanas para 2050, según los datos de las Naciones Unidas.
Eso significa que la mayoría de las ciudades van a necesitar más infraestructura. Las calles, el transporte público y la gestión de residuos necesitarán una enorme expansión y mejora. La persona promedio produce 2,2 kilogramos de desechos al día, un total mayor a los 1,6 kilogramos de 1980. Pero hay una tendencia que va en la dirección opuesta como resultado de la tecnología: el consumo de papel y cartón disminuyó de 87,7 millones de toneladas en el año 2000 a 67,4 millones de toneladas en 2018, según la Agencia de Protección Ambiental de Estados Unidos.
También vamos a necesitar mucha más energía.
La Administración de Información Energética de Estados Unidos proyecta que el mundo requerirá casi un 28 por ciento más de energía en 2040 que en 2015 con base en el número de personas que hay en el país y los patrones de consumo; si seguimos como hasta ahora, alrededor del 42 por ciento de la electricidad en Estados Unidos provendrá de fuentes renovables.
¿Dónde se producirá esa electricidad? La energía solar podría producirse en franjas de tierra en su mayoría despobladas y transportarse a regiones pobladas, una idea que Elon Musk planteó sobre China hace cinco años. China tiene “una superficie terrestre enorme que en gran medida no se utiliza”, comentó, y señaló que la mayoría de la población china está concentrada en las ciudades costeras. “Así que fácilmente se podría suministrar electricidad a toda China con energía solar”.
Otra tendencia que, al igual que las crecientes necesidades energéticas, no es nueva y no desparecerá pronto es: todo bajo demanda. La tecnología ha creado la expectativa de que podemos obtener cualquier servicio o producto a domicilio con tan solo oprimir un botón, a menudo en cuestión de minutos. Esto podría transformar el mercado inmobiliario, sobre todo el espacio en las ciudades que ahora se usa para ventas minoristas. A medida que las empresas se adapten para ofrecer entregas instantáneas, necesitarán que los artículos de almacén estén cada vez más cerca de los clientes.
Los inversores inmobiliarios ya están contemplando cómo crear minialmacenes en cada esquina. También es probable que la densidad de la población en las ciudades afecte el cultivo y la distribución de alimentos. Para ofrecer con rapidez productos agrícolas frescos a los consumidores, la agricultura vertical —en entornos techados y controlados— podría pasar de ser el sueño de algunas empresas emergentes a una nueva realidad.
Además, todos seremos más viejos. En Estados Unidos, es probable que las personas vivan hasta los 82,4 años, en comparación con la esperanza de vida actual de 79,1 años, según los pronósticos de las Naciones Unidas. Eso es bueno para las empresas de atención médica y otras entidades que prestan servicios a gente mayor. Pero vivir tres años más va a ser más costoso, lo cual tendrá consecuencias para el trabajo y los ahorros.
Según el Urban Institute, las proyecciones del gobierno “indican que habrá 2,1 trabajadores por beneficiario del Seguro Social en 2040, una reducción de los 3,7 en 1970”.
Los emprendedores, líderes sectoriales y legisladores ya están trabajando para resolver algunos de los problemas que los datos demográficos sugieren que nos depara el futuro, ya sea una manera de incentivar a los agricultores para que extraigan dióxido de carbono; usar los seguros como herramienta para reducir la producción de carbón, rediseñar los motores que alimentan la industria pesada de modo que consuman menos energía; o redactar leyes que ayuden a regir el código informático.
¿Qué hay sobre el metaverso? ¿O la tecnología de las criptomonedas? ¿Los robots robarán nuestros empleos? ¿La inteligencia artificial tomará el control de todo? Las estadísticas demográficas no pueden responder esas preguntas. Todo eso podría suceder, pero la vida en 2041 también podría verse muy parecida a nuestro presente… excepto tal vez por esos autos voladores.