De acuerdo con los científicos, los resultados del estudio muestran una red de regiones cerebrales interconectadas que, en sus opiniones, subyace a los trastornos relacionados con la adicción a fumar que podrían afectar a decenas de millones de estadounidenses.
La tomografía computarizada de un cerebro con lesiones suele crear un mapa de pérdidas irreparables y revelar puntos en los que el daño provoca problemas de memoria o temblores.
No obstante, en muy pocas ocasiones, esas tomografías llegan a exponer precisamente lo contrario: regiones cerebrales donde una lesión alivia de milagro los síntomas de una persona, lo cual ofrece pistas sobre cómo los médicos podrían lograr hacer lo mismo.
Ahora, un equipo de investigadores ha analizado un conjunto de imágenes cerebrales de este tipo, extraídas de fumadores adictos a la nicotina a quienes los derrames cerebrales u otras lesiones les ayudaron a dejar de fumar de manera espontánea. De acuerdo con los científicos, los resultados muestran una red de regiones cerebrales interconectadas que, en su opinión, subyace a los trastornos relacionados con la adicción que podrían afectar a decenas de millones de estadounidenses.
El estudio, publicado el lunes en la revista científica Nature Medicine, respalda una idea que ha cobrado fuerza en fechas recientes: que la adicción no vive en una región del cerebro u otra, sino en un circuito de regiones vinculadas por fibras nerviosas filiformes.
Los resultados podrían proporcionar un conjunto más claro de objetivos para los tratamientos de la adicción que emiten pulsos eléctricos dirigidos al cerebro, técnicas nuevas que han demostrado ser prometedoras para ayudar a las personas a dejar de fumar.
“Uno de los mayores problemas de la adicción es que en realidad no sabemos en qué parte del cerebro radica el problema principal al que debemos dirigir el tratamiento”, afirmó Juho Joutsa, neurólogo de la Universidad de Turku, Finlandia, y uno de los autores principales del estudio. “Esperamos que después de esto tengamos una idea muy clara de esas regiones y redes”.
Las investigaciones de las dos últimas décadas han consolidado la idea de que la adicción es una enfermedad del cerebro, pero mucha gente sigue creyendo que la adicción es cuestión de voluntad.
Algunos expertos independientes afirmaron que el último estudio era una demostración inusualmente poderosa del papel del cerebro en los trastornos por consumo de sustancias. Entre los fumadores que sufrieron derrames cerebrales u otras lesiones, aquellos con daños en una red neuronal concreta experimentaron un alivio inmediato de sus ansias.
Los investigadores repitieron sus hallazgos en otro grupo de pacientes con lesiones cerebrales que completaron una evaluación del riesgo de alcoholismo. La red cerebral asociada a un menor riesgo de adicción al alcohol era similar a la que aliviaba la adicción a la nicotina, lo que sugiere que el circuito tal vez sea la base de un conjunto más amplio de adicciones.
“Creo que esta podría ser una de las publicaciones más influyentes no solo del año, sino de la década”, señaló A. Thomas McLellan, profesor emérito de psiquiatría de la Universidad de Pensilvania y exsubdirector de la Oficina de Política Nacional de Control de Drogas, quien no participó en el estudio. “Esta publicación le pone fin a muchos de los estereotipos que todavía persisten en el campo de la adicción: que la adicción es resultado de una mala crianza; que tiene origen en una personalidad débil; y que se debe a una falta de valores”.
En los últimos años, una serie de estudios había identificado regiones cerebrales concretas en las que una lesión, o un daño, parecía estar relacionado con el alivio de la adicción, pero los objetivos seguían cambiando.
“No hemos podido demostrar la participación frecuente de las áreas involucradas”, señaló Hamed Ekhtiari, experto en tratamientos de las adicciones del Laureate Institute for Brain Research de Tulsa, Oklahoma.
En el estudio nuevo, Joutsa aplicó técnicas estadísticas sofisticadas a un antiguo conjunto de tomografías computarizadas cerebrales de fumadores de Iowa que habían sufrido lesiones neuronales. Un análisis anterior de las mismas imágenes sugería que los pacientes con daños en la ínsula, una región cerebral implicada en los impulsos conscientes, eran más propensos a dejar de fumar.
No obstante, Joutsa, al revisar las mismas imágenes pixel por pixel, se dio cuenta de que muchos pacientes sin lesiones en la ínsula también habían perdido las ganas de fumar. “Había alguna relación con la ínsula, pero no teníamos todos los datos”, dijo.
En colaboración con Michael Fox, profesor adjunto de neurología de la Facultad de Medicina de Harvard, Joutsa analizó una segunda serie de imágenes de fumadores que habían tenido derrames cerebrales, en Rochester, Nueva York. En total, analizaron 129 casos.
El equipo tuvo dificultades para encontrar regiones individuales del cerebro en las que las lesiones ayudaran a los pacientes a dejar de fumar de manera confiable. En lugar de eso, los investigadores recurrieron a los diagramas estándar de conectividad cerebral que trazan la correlación entre la actividad de una región y la de otra.
De repente, los investigadores pudieron ubicar redes de regiones cerebrales conectadas en las que las lesiones provocaban un alivio instantáneo de la ansiedad por la nicotina y otras redes en las que las lesiones no lo hacían.
“Nos estamos dando cuenta en muchos campos diferentes de que nuestros objetivos terapéuticos no son regiones cerebrales, como pensábamos antes, sino circuitos cerebrales conectados”, comentó Fox. “Si tienes en cuenta cómo está conectado el cerebro, puedes mejorar el tratamiento”.
El estudio no consideró cómo la vida familiar de los pacientes (por ejemplo, la frecuencia con la que estaban expuestos a los cigarrillos) pudo haber afectado sus hábitos. Los pacientes que se consideraron en remisión de la adicción después de sus lesiones, por lo general, dejaron de fumar de inmediato e informaron que no tenían ganas de fumar y no volvieron a hacerlo mientras se les hacía un seguimiento.
No obstante, los investigadores analizaron si otros cambios asociados a la lesión (por ejemplo, la inteligencia o el estado de ánimo) podrían haber ayudado a explicar la desaparición de las ganas de fumar en algunos pacientes. Al parecer no provocaron grandes cambios.