No tires a la basura esos zapatos viejos

No tires a la basura esos zapatos viejos
La artesana Jada Tonon inspecciona un zapato en la tienda insignia de Golden Goose en Milán, el 7 de junio de 2022. Al ayudar a los artesanos de Golden Goose a diseñar sus zapatillas, los clientes pueden inspirarse en libros de bordados y grafitis. Foto, Gus Powell/The New York Times)

Si una cultura más amplia de la reparación sustituye a la tendencia del desecho planeado de la moda moderna, la forma en que compramos y mantenemos los bienes cambiaría de manera radical.

MILÁN — Como los reyes de nuestra época de vestimenta informal, los zapatos deportivos durante mucho tiempo han llenado los vertederos de basura por su fabricación barata. Golden Goose, una empresa de calzado inconformista, quiere proponer una alternativa: la artesanía y la reparación.

Con su taller insignia recién ampliado y rediseñado para albergar talleres de zapateros y bordadores en el lujoso barrio milanés de Brera, la marca más conocida por presentar zapatos artesanales de 500 dólares ahora ofrece reparaciones a medida que pueden superar los 100 dólares. Pero, a pesar de los precios de gama alta, este modelo de negocios puede servir de ejemplo para las empresas de moda que quieran prolongar la vida útil de sus productos.

“Los artesanos son capaces de producir algo único con sus manos”, comentó hace poco Silvio Campara, director general de Golden Goose, como explicación de los elevados costos de los zapatos deportivos, mientras se apoyaba en el mostrador de un taller en la parte trasera de la renovada tienda de su marca. “Y la artesanía crea afecto”.

También explica el incentivo empresarial de dar a los artesanos de entre 20 y 30 años un papel protagonista en el taller insignia. En un taller bien equipado, un equipo de zapateros limpia, vuelve a coser y a poner a punto los zapatos —en especial, los zapatos deportivos— entre ruedas de pulido, máquinas de coser cuero y un armario de desinfección por ozono, rodeado del embriagador aroma a trementina del pegamento sobre el caucho. En otro rincón de la tienda, con cajones de pedrería e hileras de rollos de cinta, los bordadores cosen parches en los pantalones de mezclilla y otras prendas, y cosen corazones, flores y otros diseños caprichosos en los zapatos deportivos: la primera incursión de Golden Goose en la personalización.

“Nuestro objetivo es renovar la dignidad de los artesanos”, aseguró Campara, sosteniendo un zapato a medio reparar con las cabezas de los clavos de su plantilla martillada a mano al descubierto. “Fue una tarea difícil encontrar a veinte jóvenes que quisieran trabajar como zapateros en la actualidad”, añadió, pero al final se convencieron de que, como parte del programa de reparación de Golden Goose, “están dando forma al futuro de la moda”.

“Estaré encantado si otras marcas intentan copiarnos”, afirmó.

Animado y seguro de sí mismo, Campara lucía unos pantalones de mezclilla blancos, rotos y salpicados de perlas y pedrería mientras mostraba el mes pasado el renovado taller insignia de Golden Goose. Tiene la costumbre de guiñar un ojo cuando presume, como cuando proclamó: “Estamos muy adelantados”. (Guiño). “Todos los demás están anticuados”.

 

Reparación de calzados
Una pila de suelas de goma antes de ser utilizadas para reparar zapatos en la tienda insignia de Golden Goose en Milán, el 8 de junio de 2022. Foto, Gus Powell/The New York Times.

Los zapateros que están detrás de él, vestidos con monos de mezclilla y con su título oficial —“Creador de sueños”— escrito en mayúsculas en la espalda, sacan los zapatos de un horno especializado que calienta el caucho para que la tira que envuelve algunos modelos de zapatos pueda despegarse y sustituirse junto con la suela.

“Hace cinco años, la reparación de zapatos no existía”, explicó Alessandro Pastore, un zapatero que antes dirigía la producción de fábricas de calzado para marcas como Louis Vuitton, Jimmy Choo y Christian Louboutin.

“No hay ni una sola tienda de lujo que ofrezca este tipo de servicio de reparación”. Comenzó a martillar la goma en un zapato deportivo montado en una estaca. “Somos los primeros y somos únicos y eso nos hace sentir verdaderamente importantes”. (Al oír esto, Campara le choca los cinco desde el otro lado del mostrador).

La marca, fundada en 2000 por Francesca Rinaldo y Alessandro Gallo, aplicó un enfoque a la antigua de la fabricación de zapatos: en lugar de vulcanizar una suela de goma para recubrir la parte superior del zapato —la solución rápida habitual para la producción de zapatillas en Asia—, Golden Goose recurrió a los cordoneros de su territorio natal, el Véneto, una región famosa por sus zapatos formales hechos a mano según la tradición, donde varias casas de moda de lujo han establecido fábricas para aprovechar la artesanía local del calzado.

Golden Goose ideó unos zapatos con las mismas partes superiores cosidas individualmente y suelas martilladas a mano que se encuentran en los zapatos formales y hoy fabrica más de un millón de pares de zapatos al año utilizando técnicas tradicionales en ocho fábricas del Véneto y de toda Italia. “Somos los mejores”, comentó Campara con otro guiño, “porque somos italianos. Tenemos el talento de la artesanía en este país que produce los artículos de lujo del mundo”.

En la tienda de Milán, los estantes del escaparate muestran pares de zapatos a medio rehabilitar. Sin embargo, es difícil discernir el antes y el después sin estudiar las suelas, pues los zapatos —en consonancia con la filosofía de Golden Goose de la “perfecta imperfección”— lucen con orgullo rasguños, desgarres, deshilachados y grafitis entintados. En la estación de lavado del taller de zapateros, decenas de tarros indican la gama de tonos necesarios solo en pintura blanca, desde nieve hasta niebla, para adaptarse a los efectos del desgaste. Una pizarra de precios de servicios de zapatos artesanales anuncia el aparentemente popular “Tratamiento estilo usado”. El costo: 70 euros, más o menos lo mismo en dólares.

En cuanto a los méritos de la estrategia en materia de sustentabilidad, el día de la inauguración en junio los clientes se presentaron con 38 pares de zapatos a reparar, un grano de arena comparado con el número de zapatos nuevos que se producen en un día determinado. Sin embargo, si una cultura más amplia de la reparación sustituye a la tendencia del desecho planeado de la moda moderna, la forma en que compramos y mantenemos los bienes cambiaría de manera radical.

Golden Goose fue adquirida por el grupo inversor Permira en 2020 por 1300 millones de euros. Aunque los inversores de capital riesgo suelen exigir el máximo de ingresos rápido, lo que excluye los sacrificios que exigen los esfuerzos de sustentabilidad, Campara insistió en que tenía la confianza de los inversores después de aumentar los beneficios cuando fue director general al tiempo que introducía una serie de iniciativas orientadas a la sustentabilidad. “Estamos aquí para crear más valor a largo plazo, no solo ingresos”, dijo. “No puedes vender si no tienes clientes”.

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