Después de más de dos años en los que el trabajo a distancia se ha convertido en práctica común, muchos trabajadores no han podido ver a sus compañeros en persona, las tasas de renuncia se han disparado, las empresas están invirtiendo más dinero en conexión.
¿Qué tienen en común los magos, los brincolines, los barriles de cerveza y el pickleball? La respuesta, en algunas empresas, es un código de gasto conocido como “presupuesto cultural”.
“Este es un gran momento para los presupuestos culturales”, afirma Meghan Merriman, directora de mercadotecnia y miembro del “comité cultural” de la empresa de contabilidad GrowthForce.
Cultura es un término nebuloso que surgió en la década de 1980 para describir todos los aspectos difíciles de medir de la vida empresarial: la conexión que sienten los empleados con su trabajo, el aprecio que sienten por sus compañeros, hasta qué punto creen que la empresa representa sus valores. La idea es que esas métricas blandas, no solo el valor de las acciones ni los beneficios corporativos, ayudan a determinar si las personas continuarán en sus puestos de trabajo.
Y después de más de dos años en los que el trabajo a distancia se ha convertido en una práctica común y muchos trabajadores no han podido ver a sus compañeros en persona, las tasas de renuncia se han disparado y las empresas están invirtiendo más dinero en esa amorfa sensación de conexión. Una encuesta publicada en octubre por The Conference Board reveló que el 30 por ciento de los empleados (tanto remotos como presenciales) declararon estar menos involucrados con su lugar de trabajo que hace seis meses.
En la empresa de Merriman, el comité de cultura recibirá estipendios a partir del año que viene. El comité decidió que, además de las ventajas convencionales, como los tentempiés en la oficina, se centrará en el desarrollo profesional (el trabajo centrado en la cultura por lo general se ha centrado en las mujeres, pero Merriman dijo que su grupo era bastante parejo en términos de género).
“Cuando la gente piensa en presupuesto cultural, piensa en fiestas de pizza”, comentó Merriman (en lo que quizá fuera una sobreestimación del conocimiento del término). “Nosotros lo llevamos un paso más allá”.
Encore, una de las mayores empresas de producción de eventos del mundo, realizó una encuesta este otoño entre casi 1000 planificadores de eventos en Estados Unidos y descubrió que el 60 por ciento tenía intención de aumentar sus presupuestos en 2023, incluso para fiestas corporativas. Una de sus clientes, Kerrie Shakespeare, es la directora de propósitos de la empresa de mejoras para el hogar O2E Brands en Vancouver, Columbia Británica, un puesto que implica construir la cultura de la empresa.
Este año, decidió replantearse las celebraciones navideñas de su empresa: las fiestas se celebraron durante varios días en lugar de uno solo. Algunos de esos días se dedicaron al desarrollo profesional. Además, la empresa organizó una fiesta tradicional, con un DJ que pinchó éxitos de los 40 Principales y una lista de reproducción con la “Reina de la Navidad”. Después de todo, ¿qué es la cultura sin Mariah Carey?
Por supuesto, muchos trabajadores y directivos se dan cuenta de que un presupuesto cultural solo es posible después de haber tenido en cuenta gastos más fundamentales.
“Esto no es más que la cereza de un pastel de varios pisos”, afirma Merriman, uno de los cuales es “asegurarse de que todo el mundo reciba un salario justo”.