Construida desde cero con asistencia financiera y técnica de Estados Unidos y Europa, la Policía de Patrullas se ve como un ejemplo visible del deseo de Ucrania de abrazar los valores occidentales y acabar con una cultura de corrupción que fue un legado del régimen soviético.
KIEV, Ucrania — En otro momento, en otro lugar, la llamada a la policía en Kiev podría haber sido considerada como una broma. Un residente que vivía a lo largo del río había visto una luz roja sospechosa a la distancia y estaba preocupado.
En tiempos de guerra en Ucrania, el motivo de la preocupación era obvio: podría ser un agente de Moscú dirigiendo un misil ruso hacia su objetivo.
Por eso, el oficial Dmytro Subota y su compañero, el oficial Anatoliy Kochylo, se apresuraron a investigar.
“Ya no hay nada que pueda sorprendernos”, dijo Subota mientras aceleraban por las calles vacías poco después de la medianoche. Decidieron que la persona que llamó había confundido una luz roja en una grúa de construcción con algo nefasto y continuaron con su patrullaje nocturno.
Tal es la naturaleza alucinante de ser un policía de turno en una ciudad de 3,3 millones de habitantes que está sujeta a bombardeos, luchando con apagones y atenazada por la incertidumbre. En Ucrania, la Policía de Patrullas, una división de la Policía Nacional responsable del orden público, ahora se ocupa de lo ordinario y lo extraordinario.
En Kiev, la capital, los oficiales hacen controles de tránsito por la mañana y luego corren hasta el lugar de un ataque con drones por la tarde, donde brindan primeros auxilios. Tratan con borrachos que salen después del toque de queda, personas que quedan atrapadas en ascensores cuando se corta el suministro eléctrico, familias traumatizadas y delincuentes.
Hace casi un año, en la mañana de la invasión rusa del 24 de febrero, cada oficial recibió un rifle para ayudar a defender el país. Ayudaron a orquestar el éxodo de millones de personas, lucharon contra los rusos en las afueras de la ciudad de Chernígov, persiguieron a los saboteadores rusos en Kiev y se mantuvieron hombro con hombro con los soldados en la ciudad portuaria de Mariúpol, al sur del país, hasta que esta finalmente cayó.
Ahora, mientras el gobierno busca erradicar la corrupción y el abuso, los funcionarios ucranianos, los asesores occidentales y los activistas locales esperan que la confianza ganada por la Policía de Patrullas pueda resultar duradera y servir como ejemplo para las otras partes de un aparato de seguridad estatal extenso que todavía está sumido en abusos.
Construida desde cero con asistencia financiera y técnica de Estados Unidos y Europa, la Policía de Patrullas se ve como un ejemplo visible del deseo de Ucrania de abrazar los valores occidentales y acabar con una cultura de corrupción que fue un legado del régimen soviético. El presidente de Ucrania Volodímir Zelenski se ha centrado cada vez más en el tema, ya que busca reforzar las alianzas con Occidente y poner al país en un camino que lo lleve a ser parte de la Unión Europea.
Yevhen Krapyvin, un experto en justicia penal del Centro de Política Legal y Reforma en Ucrania, dijo que la creación de la Policía de Patrullas había sido un éxito, pues encuestas e investigaciones mostraban que el público confiaba en la agencia.
“El único problema es que el área de responsabilidad de la Policía de Patrullas, es decir, la seguridad pública, es solo una parte del trabajo de la policía”, puntualizó. Los mayores problemas se concentran en las divisiones penales, y el público sigue cauteloso de recurrir a ellas debido al patrón de abusos.
Durante gran parte del año pasado, mientras el país se unía para enfrentar a un enemigo común y luchaba por sobrevivir, los problemas relacionados con la corrupción pasaron en gran medida a un segundo plano. Pero un grafiti en una pared a orillas del río Dniéper sirve como un recordatorio de cuán profunda es la desconfianza hacia las fuerzas del orden y el sistema de justicia penal en general: “¿A quién llamas cuando te mata la policía?”.
Era una pregunta que toda la nación se hacía en 2014, en medio de la revolución del Maidán que sacó del poder a un gobierno leal al Kremlin. En ese entonces, una rama especial de la fuerza policial, llamada división Berkut, disparó y mató a unos 100 manifestantes entre los miles reunidos en el centro de Kiev que exigían reformas.
“Las acciones brutales de la policía fueron el catalizador para las personas indignadas por la corrupción, el retroceso de la integración europea y la ‘rusificación’ forzada”, escribió Halyna Kokhan, quien trabajó para la Iniciativa Europea Anticorrupción en Ucrania, y que asesoró al país sobre la reforma de sus organismos de seguridad.
La división Berkut se disolvió. El nombre de la fuerza policial nacional se cambió de Militsiya, el mismo nombre que tenía en la época soviética, a Politsiya. Y se conformó la Policía de Patrullas, que remplazó a dos de las divisiones que tenían el mayor contacto diario con el público pero que estaban plagadas de corrupción.
Sin embargo, el grupo representa solo 25.000 de los casi 150.000 miembros de la Policía Nacional y, dado que las reformas más amplias se han estancado, los ucranianos han expresado su frustración por los abusos que persisten.
Roman Sinitsyn, quien dirigió algunas de las comisiones establecidas en 2015 para erradicar el abuso policial, dijo que la Policía de Patrullas había tenido éxito porque se creó como una nueva fuerza en lugar de simplemente haber sido remodelada a partir de una antigua. Contrató casi en su totalidad a jóvenes educados que no habían servido previamente en fuerzas de seguridad.
Los jefes de la Policía de Patrullas reconocen que este periodo podría definir la reputación de esta división. “La policía tiene que estar tan cerca de la gente como siempre”, afirmó Oleksiy Biloshytskiy, primer subjefe de la Policía de Patrullas. “Necesitamos ser vistos como sus defensores. Si fallamos en este momento, perderemos su confianza para siempre”.
Mientras los continuos ataques rusos han sumido a las ciudades en la oscuridad e interrumpido los servicios básicos, la Policía de Patrullas ha tomado la iniciativa de tratar de garantizar una sensación de seguridad para un público cansado y traumatizado.