Cuentos de Semana Santa

Cuentos de Semana Santa
Los cuentos combinan hechos tanto reales como imaginarios. En tiempos de Semana Santa, mayormente en los poblados, hay narraciones generacionales sorprendentes que mezclan la creencia y tradición. Algunas se recuerdan en estas fechas y son parte del folclor. Foto, Belkis Hidalgo Hoyos.

El origen de algunas de estas historias misteriosas sobre almas en penas, animales que hablan, duendes y muchos otros, es desconocido.  Sin embargo, también hay quienes aseguran que son ciertas aquellas leyendas que heredamos de tiempos antiguos.

En tiempos de Semana Santa, principalmente en nuestros campos, hay muchos relatos de apariciones inesperadas que sorprenden o creencias populares.

El origen de algunas de estas historias misteriosas sobre almas en penas, animales que hablan, duendes y muchos otros, es desconocido.  Sin embargo, también hay quienes aseguran que son ciertas aquellas leyendas que heredamos de tiempos antiguos.

Forma parte de las tradiciones de los pueblos, sentarse en esta época en el portal y saborear un exquisito té de limón, café o agua de masa, para narrar vivencias asombrosas de una manera tan real que son capaces de inhibir el sueño o hacer que los nervios queden a flor de piel.

El perro y el caballo

Cuentan que el señor Roberto, un hombre mayor, muy laborioso, quien vive en un lindo campo de Tierras Altas, como todos los días, se levantó a trabajar.  Al verlo, su esposa dijo: ¡Cómo es que vas a trabajar si es Viernes Santo! y él con una dura mirada bruscamente le contestó:  Tengo que cumplir con mi trabajo, lo sabes y enseguida salió.

Afuera de la casa estaba su caballo y su perro.  El señor le ordenó en voz alta a su caballo: ¡Vámonos a trabajar! El caballo miró a su dueño y ocurrió algo increíble:  el animal le contestó, “Hoy no se trabaja amo”. El hombre boquiabierto y tartamudeando dijo: “¡Nunca había visto a un caballo hablar!”  Y, entonces, el perro que estaba a un lado, viendo lo ocurrido, dijo: “¡Yo tampoco!”.

El perro y el caballo hablaron ante la rebeldía del hombre en un día santo. Le dieron a entender al señor Roberto que, siendo ellos animales, comprendían que en ese día tan importante no se debía trabajar.

La mujer del Cerro de la Cruz

Los Viernes Santos, a las 12 de la medianoche, una mujer aullaba como una loba en un cerro de un poblado de Chame. En su escalofriante lamento se percibía un profundo dolor. La dama descendía lentamente de la altura en la oscuridad, descalza, con un vestido blanco largo y ligero que se movía con la fuerte brisa.

Pasaba por el pueblo, donde algunos hombres en desobediencia al día santo pudieron ver su recorrido, y quedaron espantados.  Uno de ellos cayó desfallecido a consecuencia de la aparición. La fémina continuaba bajando hasta llegar a un río donde se perdía en el agua. Cuentan que era un alma en pena, porque su esposo le quitó la vida; otros, que un hombre de quien estuvo enamorada la ahogó.

 La abuela y su Traca Mandraca

Es tradición en Semana Santa que se practiquen sahumerios, según dicen, para alejar las malas energías y repeler espíritus malignos.

La abuela Mitra, un Viernes Santo, se encontraba sola en su casa pasando por todos los rincones el humo de una mezcla especial, principalmente, en un mueble donde tenía muchos santos; y realizaba un ritual secreto que consideraba infalible. Lo hacía en silencio, en momentos que pensaba nadie la observaba. Solo se escuchaba al balancearlo, sonar tropezar una lata con una cadena, trac, trac, trac, y crepitar el material prendido.

Repentinamente llegó, sin avisar, una de sus nietas, quien entrometida le preguntó:  Abuela, “¿Qué es eso, que “fo” que hiede y que va y que viene?”.  La abuela respondió para no revelar su práctica: “¡Calláte” muchacha! ¡Esa es la traca mandraca que le “jumea” el “hocico” al santo!”.

El duende del portal

En un lugar llamado Los Cerritos, una señora mayor vivía en su casa y su hija en otra con su familia.

Un Viernes Santo, en horas de la tarde, la abuela aprovechó para adelantar quehaceres. En un momento, miró por la ventana y vio a su nieto pequeño sentado y balanceándose en la mecedora del portal con una pícara mirada. Ella le preguntó, ¿Qué haces allí solito? Y él no contestó.  ¡Vete para la casa!, la abuela le ordenó.  Y agregó, ¡Tu mamá debe estar preocupada! Era un día en que había que permanecer en los hogares por su significado profundo y no se acostumbraba a realizar labores.

El niño se bajó de la silla y corrió. La abuela lo observó hasta la esquina, pero lo perdió de vista. Para asegurarse que hubiese llegado, llamó a su hija y le preguntó si ya estaba allí su nieto.  La hija le contestó que él había pasado en casa todo el día y seguía en ese momento junto a ella.

La abuela no dudó en reconocer que un duende tomó la apariencia de su nieto y la visitó.

Luisito y su amigo sediento

Un día de Semana Santa el niño Luisito se encontraba en el patio de su casa jugando y hablando solo, pero no se contestaba. Le dijo a su mamá: Deme un vaso con agua que un amiguito tiene mucha sed.  La mamá fue en busca de este, Luisito tomó el vaso y fue corriendo hacia un costado donde había tallos de guineo chino. Buscó desesperado, pero a pesar de su esfuerzo y ayuda de su madre, no encontró al niño.  Lloró mucho, desconsolado, y decía que su amigo se había ido sin poder tomar el vaso de agua.

Dicen que era un duende que jugaba armoniosamente con el niño y que no regresó porque lo supo la mamá. Había historias de sus apariciones cerca de un puente del lugar.

El duende que no se quería ir

Yessi estaba durmiendo y se levantó para ir al baño que se encontraba afuera de la casa. Cuando la puerta de este se cerraba quedaba entreabierta y se estremecía con la brisa. Mientras ella estaba allí, observó que afuera había un niño pálido, sentado en la mesa de la cocina de atrás, y que este agachaba la cabeza y la levantaba de forma continua. Inesperadamente los 2 hijos de Yessi, de 3 y 4 años, salieron de la casa atraídos por el visitante. La madre tuvo que meterlos al baño con ella de forma apresurada para que no estuviesen en peligro.

Luego salió corriendo con sus niños a la casa y el niño extraño se quedó sentado sin decir palabra alguna, y siguió agachando la cabeza y levantándola, agachando la cabeza y levantándola… sin quererse ir.  Era un duende, de eso ella no tenía dudas, pues cuentan que llegan donde hay niños.

Estas narraciones tienen en común su relación con la fe, pues, según cuentan, sucedieron en fechas destinadas a la reflexión de lo acontecido en la Semana Santa, la muerte de Jesucristo.

Así como estas, hay muchas leyendas en cada uno de nuestros pueblos, ya desvanecidas, que los amantes de las tradiciones disfrutan recordar en este tiempo.

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