En una calurosa mañana de esta semana, el fregadero de la cocina de la casa de Kathy Quilatan solo escupía agua de manera intermitente. Ya que casi todas las tardes últimamente las temperaturas han superado los 38 grados Celsius, Quilatan sabía exactamente lo que tenía que hacer para evitar que a sus dos hijos pequeños, de 2 y 6 años, les afectara el calor. Reunió varios recipientes de plástico y salió a buscar agua.
Los vecinos no pudieron ayudar: los múltiples problemas de los sistemas de abastecimiento de agua han ocasionado que vecindarios enteros de la frontera de Texas, como el de Quilatan, sufran interrupciones en el servicio de agua durante horas o incluso días en medio del calor brutal que ha imperado en gran parte del suroeste este verano.
No tener agua con este calor extremo es una combinación peligrosa”, dijo Quilatan. “¿Puedes creer que así sea la vida en Estados Unidos?”.
Para familias como los Quilatan, que viven en colonias, los asentamientos pobres fuera de las ciudades establecidas que siempre han existido algo separados del resto de Texas, tan solo la capacidad de refrescarse se ha convertido en un doloroso recordatorio de la división social que prevalece en las comunidades fronterizas.
Incluso en Texas, donde la gente está acostumbrada a un clima sofocante, las implacables temperaturas extremas de las últimas semanas han pasado factura, especialmente en vecindarios latinos de bajos ingresos como este, donde la gente no puede darse el lujo de encender los aires acondicionados. En algunas partes del estado, la prolongada ola de calor ha provocado un aumento en las muertes relacionadas con el calor y las visitas a la sala de urgencias.
La disparidad es más visible en las colonias, en su mayoría barrios no incorporados que a menudo carecen de servicios básicos como el suministro de agua corriente, sistemas de alcantarillado, caminos pavimentados y alumbrado público.
Damos por sentados el alumbrado público y el drenaje porque vivimos en la ciudad, en tanto que la gente de las colonias no tiene esos servicios. Pero ahora con el problema del agua, eso ya es demasiado”, dijo Marco López, activista de La Unión del Pueblo Unido, una organización que busca mejorar las condiciones de vida en los barrios pobres. “Muchas veces, cuando pensamos en la falta de acceso al agua, pensamos en países del tercer mundo, no en el sur de Texas”.
El calor excesivo de este verano ha sido mortal en Texas. En lo que va del año, el estado ha registrado al menos 36 muertes relacionadas con el calor, pero las autoridades advirtieron que es probable que esta cifra se eleve, ya que puede llevar semanas divulgar la causa de una muerte. En la ciudad fronteriza de Laredo, 10 personas murieron por problemas relacionados con el calor entre el 15 de junio y el 3 de julio.
Los hospitales en el Valle del Río Grande, una zona que tiene muchas colonias, han visto un incremento de pacientes que buscan alivio del calor. Desde junio, al menos 166 pacientes han buscado ayuda en las salas de urgencias del Sistema de Salud del Sur de Texas, un aumento del 70 por ciento con respecto al mismo periodo de siete semanas de hace un año, dijo Tom Castañeda, vocero del sistema.
Los médicos han instado a las personas para que limiten su tiempo de exposición al calor y se mantengan hidratadas.
Pero Quilatan dijo que no siempre tuvo esas opciones.
Las colonias, como se le llama a los vecindarios rurales, existen desde la década de 1950, cuando las constructoras crearon subdivisiones no incorporadas con poca o ninguna infraestructura. Se vendieron casas y terrenos de bajo costo a compradores de bajos ingresos, en su mayoría latinos, muchos de los cuales acababan de inmigrar. Hoy en día, aproximadamente 840.000 personas viven en colonias, en viviendas que van desde casas suburbanas de aspecto moderno hasta chozas parcialmente construidas.
Hace tres años
Quilatan y su familia se mudaron a una colonia llamada Pueblo de Palmas, no lejos de McAllen. Al principio, mudarse de la cercana ciudad de Mission a una colonia parecía una oportunidad para avanzar en la escala de los bienes raíces. La familia de cuatro miembros paga alrededor de 500 dólares al mes por el alquile y tienen la opción de comprarle la casa al propietario.
Su casa, aunque modesta, es una casa de dos habitaciones bien mantenida y decorada con ladrillos a la vista. Quilatan sabe que tiene más suerte que la mayoría. Algunas de las casas cercanas a ella carecen de techo o paredes. Mencionó que la presión del agua siempre ha sido irregular, pero que este año los problemas se agudizaron con la llegada del verano.
Aseguró que el agua se fue a mediados de junio y no volvió hasta mediados de julio. Rápidamente reunió a sus vecinos para que fueran a las reuniones con el ayuntamiento del agua de su zona, el Distrito de Servicios Especiales de Agua, a quejarse por la falta de agua, pero fue en vano. Dijo que no obtuvieron respuestas. Cuando el agua volvió, se aconsejó a los residentes que la hirvieran antes de usarla. “No se podía confiar en el agua cuando más la necesitábamos, y eso si nos llegaba”, agregó Quilatan.
Los representantes del ayuntamiento de servicios públicos no respondieron a las solicitudes de comentarios, pero un aviso en el sitio web del ayuntamiento dice que el estado exige que se avise a la población que debe hervir el agua a causa de la “presión reducida del sistema de distribución”.
El día de esta semana que notó que sus tuberías tenían problemas para dejar salir agua, Quilatan se dirigió a la casa de sus padres, que está a menos de 3 kilómetros de distancia y tiene agua corriente. Sacó los recipientes de su cajuela y los llenó de agua con una manguera del jardín. Dijo que usaría el agua para bañar a sus hijos antes de enviarlos a dormir esa noche.
Cuando Quilatan regresó a su casa, el termómetro marcaba 39,4 grados Celsius. Sacó los pesados recipientes de agua de la cajuela. “Ni siquiera tengo que hervirla”, dijo. “Puedo dejarla afuera y estará lista cuando la necesite”.
A pesar de todas las dificultades, las colonias ofrecen a algunas personas de bajos ingresos la oportunidad de comprar un terreno y construir una casa a largo plazo. Con frecuencia, empiezan a vivir en ella antes de que esté terminada.
Noemi Hernandez, de 56 años, pagó 22.500 dólares en 2001 por un lote en una pequeña colonia llamada Salida del Sol. Su casa ahora se ha ampliado a dos pisos, pero sigue sin terminarse; le ha costado solo alrededor de 80.000 dólares, muy por debajo del precio promedio de 260.000 dólares por una casa en el condado de Hidalgo. “De ninguna manera hubiera podido comprar una casa en la ciudad por ese precio”, dijo Hernandez.
Para Hernandez es difícil mantener fresca su casa, ya que el sol calienta los gruesos muros de concreto. Ella ha estado manteniendo sus puertas y ventanas abiertas, excepto las de su dormitorio, donde tiene un pequeño aparato de aire acondicionado.
Tratamos de no encenderlo todo el tiempo”, dijo. Mencionó que su factura mensual de electricidad aumenta de 250 a 380 dólares en el verano.
La baja presión del agua y las advertencias de hervir el agua también son problemas comunes en su colonia. “Tengo miedo de ducharme o incluso de echarme agua en la cara”, dijo. “Nos dijeron que no dejáramos que el agua nos entrara en los ojos”.
A lo largo de los años, los funcionarios locales, estatales y federales han invertido cientos de millones de dólares en proyectos de obras públicas, pero las necesidades a veces parecen abrumadoras.
Estoy tratando de hacer todo lo que puedo”, dijo Everardo Villarreal, un comisionado del condado que representa a las colonias donde viven Kathy Quilatan y Noemi Hernandez. “Se necesita unidad. Se necesita que muchos nos unamos para poder ayudar”.