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La política amenaza la prosperidad económica en Panamá

La política amenaza la prosperidad económica en Panamá

Una traba para el desarrollo sostible es la sociedad política que está muy por debajo de su desempeño económico

Las elecciones del próximo domingo en Panamá podrían ser las más importantes desde que el país regresó a la democracia en 1989, pues tienen lugar en un contexto caracterizado por la incertidumbre y una alta complejidad política, económica y social, según un artículo publicado en el diario La República, por los profesores del INCAE Arturo Cruz Sequeira y Natalia Chaves.

A eso se añaden factores inéditos que hacen de esta, una elección sin precedentes. Hasta hace pocos meses las encuestas las lideraba el primer expresidente en la historia democrática del país en ser condenado a cárcel por actos de corrupción; mientras que la candidatura de su sustituto, quien continuó liderando la intención de voto, no se confirmó sino hasta dos días antes de las votaciones.

El caso panameño refleja que el progreso económico y la estabilidad política son objetivos independientes: No necesariamente el desarrollo económico conlleva estabilidad política. La política pierde su fluidez cuando la mayoría de los organizados no está de acuerdo con la distribución, sobre todo si logran movilizar a los no organizados.

Las protestas contra la minería a finales del 2023 no reflejaron únicamente la preocupación pública sobre el impacto ambiental de la mina, sino que también resaltaron un malestar más generalizado entre quienes sienten que el rápido crecimiento económico de Panamá no ha sido lo suficientemente inclusivo.

 

Foto: Darren Miller, Unsplash.

En el 2022 Panamá se colocó como el tercer país más desigual de la región, únicamente superado por Brasil y Colombia. El progreso económico y social se ha concentrado no solo en unas pocas familias, sino también en una zona geográfica muy reducida.

Las diferencias entre la capital y las provincias de menores ingresos -en especial con las comarcas indígenas- son abismales. Las mujeres, los niños, los pueblos indígenas y las poblaciones que viven en áreas rurales son los grupos más rezagados.

La sociedad política panameña se encuentra devaluada desde hace varios años. En el 2018 un 83% de los panameños creía que se gobernaba para unos cuantos grupos poderosos en su propio beneficio. La Asamblea Nacional, el Tribunal Electoral, el Poder Judicial, junto con el Ejecutivo y los partidos políticos, sufren una enorme erosión de confianza y se encuentran entre las más desgastadas de América Latina.

En la última medición del Latinobarómetro, se señala que al 53% de los panameños no le importaría que llegara al poder un gobierno no democrático, si resuelve sus problemas. Ese dato evidencia el debilitamiento institucional que sufre Panamá, ante lo cual cabe preguntar, si de cara al futuro el país puede hacer las transformaciones que se requieren para continuar desarrollándose, con una sociedad política que está muy por debajo de su desempeño económico.

El próximo gobierno enfrentará el desafío de volver a encarrilar al país, pues la gran mayoría de los panameños sienten que se está perdiendo el rumbo.

El menor crecimiento económico, las protestas sociales, el mal manejo del contrato minero, la caída de los niveles de agua amenazando las operaciones en el Canal y las sospechas de corrupción en el mal manejo de la pandemia, son algunos de los factores que alimentan esa percepción.

 

El expresidente panameño Ricardo Martinelli, en una imagen de archivo. EFE/ Bienvenido Velasco

¿Cómo se explica la fascinación del electorado panameño por Martinelli?

Diversos estudios de opinión colocan a Martinelli como el presidente mejor evaluado de los últimos siete. Desde el punto de vista de muchos panameños, Martinelli fue efectivo, a pesar de las acusaciones en su contra.

Lo cierto es que, al revisar los números macroeconómicos, el exmandatario logró lo que es casi imposible: Repartir para lo inmediato con una lógica clientelar/electoral, sin comprometer el futuro del país. Durante sus cinco años de gobierno, Panamá creció a una tasa promedio del 7,%, la más alta alcanzada por los últimos gobiernos

Ese dinamismo económico se alcanzó gracias a un agresivo plan de inversión pública, que elevó el gasto fiscal, pero también generó un efecto multiplicador que contribuyó a impulsar el crecimiento económico.

Entre los grandes proyectos de inversión pública de Martinelli, se encuentran: La primera línea del Metro y la ampliación del Canal de Panamá, con una inversión de $7,000 millones.

Durante su administración, la inversión pública como porcentaje del PIB promedió 7,8%, la más alta de las últimas cinco administraciones. A pesar del incremento en la inversión pública durante su gobierno el déficit público promedio apenas un -2.4%.

Finalmente, las transferencias de dinero a sectores necesitados durante el quinquenio de Martinelli, estuvieron cercanas al 5% del PIB durante el 2010 y 2011.

Eso contribuyó a aumentar su clientela política, con lo cual, logró satisfacer las complicadas exigencias de la sociedad panameña actual, compuesta por una mezcla de ciudadanía y clientelismo.

Por tanto requiere que no solo se gobierne para construir la sociedad de futuro a la que aspiran los ciudadanos, sino también para lo inmediato que requieren los clientes.

La gobernanza democrática es cada vez más difícil en Panamá y su sistema político se ha convertido en el principal obstáculo para la competitividad.

El desarrollo económico y modernización de la sociedad panameña ha derivado en un aumento de las expectativas ciudadanas y una mayor organización de los ciudadanos en grupos de presión, que exigen a los órganos estatales servicios de toda índole, atención médica de calidad, pensiones generosas, educación universitaria y seguridad ciudadana.

 

La coyuntura actual presenta una oportunidad para potenciar las ventajas competitivas que le han permitido a Panamá destacar a nivel regional y mundial, al tiempo que se fortalecen las áreas más débiles.

Para mantener el notable dinamismo económico y la prosperidad de su sociedad; el país necesita encontrar nuevos motores de crecimiento que le permitan avanzar hacia un modelo de desarrollo más inclusivo, en el que la distribución se perciba como más justa y la democracia permita ofrecer respuestas oportunas y efectivas a las crecientes expectativas que tiene la nueva sociedad.

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