Varias semanas después del comienzo del nuevo año escolar, estaba sentada en la oficina de mi casa cuando escuché una serie de pitidos que salían de mi teléfono.
Como muchos padres con niños involucrados en el aprendizaje a distancia, lo había configurado para que me avisara cuando sus profesores publicaran una nueva tarea o modificaran el horario del día. Pero la enorme cantidad de notificaciones de esa tarde era inusual, y pronto entendí la razón: mi hija de 9 años estaba en varios grupos de Google Hangout no autorizados, charlando con sus amigos. En cuestión de minutos, mi teléfono había acumulado 80 notificaciones adicionales, todas con mensajes tipo desfile de emojis de unicornios o flujos interminables de “hola”.
Otra revelación perturbadora: mi hijo de 7 años estaba viendo felizmente videos aleatorios de YouTube, gracias a las sugerencias generadas de manera automática tras los videos cortos y educativos asignados por su profesor.
Este empujón precipitado hacia las redes sociales para mis hijos podría parecer un asunto relativamente menor cuando se le compara con la magnitud de la pandemia. Pero para los padres que tenían pensado no permitirles a sus hijos tener dispositivos digitales o utilizar redes sociales por varios años más, es preocupante.
Entre los muchos cambios en la vida de los niños pequeños este año, el acceso repentino a la seducción del contenido digital y la oportunidad de comunicarse en línea con sus compañeros compiten por su atención. Y con el aumento de las tasas de infección en todo el país, es posible que las familias tengan que lidiar con la educación a distancia y todo lo que eso conlleva en el futuro previsible.
Entonces, ¿ahora qué? ¿Entregamos a nuestros hijos a las llamas de las redes sociales y cruzamos los dedos? ¿O tomamos medidas aún más estrictas cuando no estén en los dispositivos por motivos escolares? Ahora que se ha abierto la caja de Pandora, será difícil volver a reducir el acceso una vez que se reanuden las clases presenciales.
Normaliza el juego digital
Jordan Shapiro, profesor de la Universidad del Temple y autor de “The New Childhood: Raising Kids to Thrive in a Connected World” (La nueva infancia: criando hijos para que prosperen en un mundo conectado), propone una táctica diferente. Mucho antes de que la pandemia llegara a nuestras vidas, Shapiro ya había abogado por presentar las redes sociales y digitales —que se han convertido en una parte integral de la sociedad moderna— a los niños antes de lo tradicionalmente aconsejado (muchas plataformas de redes sociales establecen los 13 años como la edad mínima para que los niños puedan abrir cuentas).
“Si quieres enseñarles a las personas a cómo lidiar con interacciones problemáticas dentro de un espacio que es parte de nuestras vidas, no lo puedes hacer ignorándolas”, señaló. Es también la razón por la que a Shapiro nunca le ha gustado hablar de “adicción” en cuanto al uso de las pantallas. “Yo, de hecho, sí quiero que mis hijos me digan lo que están haciendo en esas pantallas”, explicó, “y sé que nunca se me acercarán para decirme que comenzaron a fumar hoy”.
En cambio, sugirió Shapiro, los padres pueden incorporar juegos digitales como parte del tiempo en familia e “interactuar con tus hijos, involucrarte con ellos, en especial cuando son pequeños”. En esta etapa crítica (por lo general antes de los 12 años), los niños anhelan tener conversaciones con sus padres —ya sea sobre el último video de YouTube que vieron o el nuevo videojuego que probaron— por lo que los padres deben aprovechar la oportunidad para interceder en el desarrollo del diálogo interno de su hijo.
La Asociación Americana de Pediatría también respalda la idea de que los padres actúen como mentores de los medios para sus hijos.
Respeta la necesidad de comunicación
Aunque los padres que ven a sus hijos escribiendo mensajes tontos a otros —líneas de puros emoji sin usar palabras, cadenas de “ja, ja, ja” que ocupan media pantalla— puedan llegar a pensar que son irrelevantes, “para muchos niños es su única forma de comunicarse en este momento, por lo que no queremos coartarles eso”, dijo Eileen Kennedy-Moore, psicóloga infantil que ejerce en Nueva Jersey, coautora del libro electrónico gratis, “Growing Friendships During the Coronavirus Pandemic” (cultivando amistades durante la pandemia del coronavirus).
Sin embargo, es importante gestionar sus expectativas en torno a la capacidad de respuesta. “Puede haber muchas razones por las que alguien no responda en una comunicación en línea”, dijo Kennedy-Moore. Los padres pueden ayudar a sus hijos a esperar las respuestas de sus amigos recorriendo juntos escenarios posibles (están en clase en este momento, sus padres los llamaron).
Cuando surjan los conflictos, los padres deben realizar “una autopsia de las interacciones que salieron mal”, dijo Jenny Radesky, experta en niños y medios en el Hospital Infantil C. S. Mott de la Universidad de Míchigan. Un ejemplo de este tipo de revisiones ocurrió hace poco con su hijo de quinto grado, quien tuvo una discusión en un chat porque alguien eliminó a otra persona del grupo y otra persona le cambió el nombre al grupo. “Era solo un drama pequeño y tonto, pero tuvimos que desglosarlo y abordarlo con una mentalidad de resolución de problemas”, dijo.
Fomenta el uso consciente de los medios
Radesky dijo que el director del colegio de su hijo había sugerido que el niño escribiera todas las vías digitales que quería explorar en notas adhesivas, a medida que se le fueran ocurriendo las ideas, y que apartara tiempo en su horario para complacerlas. Las notas son efectivas, dijo Radesky, “porque son una señal visual para el niño, que dice algo como ‘OK, esta es mi lista de cosas que haré más tarde, pero en este instante seguiré enfocado en lo que estoy haciendo’”.
Radesky también ve este momento como una oportunidad para que tanto niños como adultos adquieran una mayor “conciencia de nuestra relación emocional con la tecnología, y cómo puede enfocarnos o dispersarnos”. Algunas preguntas que puedes plantearle a tu hijo son: “¿Qué es esa pequeña emoción divertida que sientes cuando recibes un correo electrónico? ¿Cómo se siente? ¿Qué estabas esperando?”. Aunque las conversaciones sobre las reacciones a la tecnología puedan ser en general incomprensibles para los niños más pequeños, Radesky afirmó que igual vale la pena comenzarlas, incluso con niños de apenas 5 años.
Fomenta el aprendizaje digital
Otra forma de criar usuarios conscientes de los medios es alentar a los niños a crear utilizando herramientas digitales, dijo Radesky. Esa “mirada tras bastidores de cómo se fabrica la tecnología, qué requiere, y cómo se manifiesta la perspectiva del creador en términos de lo que aparece en la pantalla”, pone en marcha el desarrollo del ojo crítico de un niño, con el que observará otros medios que consumirá. Radensky comentó lo divertido que fue observar hace poco a sus dos hijos crear un cortometraje utilizando iMovie y ver por qué eligieron diferentes elementos en su diseño. Una ventaja adicional: investigaciones sobre tecnología educativa han demostrado que cuando los niños crean juntos a través de los medios, a menudo se genera una buena colaboración social.
Sin embargo, el aprendizaje digital no es eficaz para combatir la susceptibilidad a los anuncios publicitarios, advirtió Thomas Robinson, profesor de pediatría en la Universidad Stanford. “Los niños menores de 7 u 8 años no tienen la capacidad cognitiva para diferenciar entre publicidad y contenido”, dijo Robinson, fundador del Human Screenome Project, sobre el impacto y la promesa de los medios digitales.