No hago dietas de moda y procuro comer bajo de grasas, azúcares y sal. Y entre estas tres restricciones, presto mucha atención a la información nutricional en las etiquetas y me aseguro de comprar ingredientes naturales.
Para mí, una alimentación saludable es algo por lo que siempre he luchado y me he esforzado. Puede que me gusten los dulces y chocolates, pero durante la mayor parte de mi vida he querido comer alimentos saludables. En la medida de mis posibilidades, he seguido la cultura y costumbres de mi familia cuando se trata de comida.
No hago dietas de moda y procuro comer bajo de grasas, azúcares y sal. Y entre estas tres restricciones, presto mucha atención a la información nutricional en las etiquetas y me aseguro de comprar ingredientes naturales, cocinar en casa y hacer ejercicio físico. Y por más de treinta años, he mantenido el mismo peso.
Pienso que este éxito se debe en gran parte debido a que desde temprana edad comencé a aprender sobre alimentación y la forma en que la comida interactúa con el cuerpo. Cuanto más se aprende, más se comienza a buscar ingredientes que pueden mejorar la nutrición. Y entre más aprendemos, compramos menos productos enlatados y menos comida chatarra. Y, de repente, comenzamos a ser escépticos con el uso de sobrecitos de saborizantes en polvo y comidas congeladas en cajeta. Ocasionalmente comemos alguna comida rápida, pero en general somos mucho más conscientes ahora de los ingredientes y sus efectos en la salud.
Y en el camino hemos participado activamente de las distintas corrientes y movimientos que promocionan esta forma de comer. Hay una variedad de movimientos de salud en el mundo con diversas denominaciones, pero los más conocidos son los relacionados con los alimentos saludables. Es decir, personas que impulsan el consumo de la comida natural, producida a la antigua y cosechada a lo tradicional, alimentos que son completos y sin alteraciones ni aditivos agregados, sin modificaciones genéticas como es lo común con los cuatro cultivos principales: maíz, arroz, soja y trigo.
Comer de forma tradicional implica comer de forma local y estacional. Y también comer con menos prisa. En este último aspecto, existe una asociación de consumidores a nivel mundial de gente preocupada no solo por la calidad de los alimentos sino de los estilos y costumbres con que nos los comemos. Hace unos años se originó en Italia el movimiento “Slow Food” y a sus miembros se les ve en plazas y restaurantes, sentándose a la media tarde para comer antipastos y ensaladas, pidiendo el “primi piatti” a las 5 de la tarde y luego el plato fuerte a la 7, acabando muchas veces con el postre a las 10 de la noche.
Este es un movimiento con más de 100 mil miembros en 132 países, y más que una protesta contra la comida rápida, representan el arte de sentarse en la mesa bajo el principio de degustar y disfrutar lo que se come.
Podríamos seguir aquí reflexionando sobre estos movimientos, pero una de las cosas más importantes que personalmente hemos sacado de nuestra propia investigación, es que la gente ahora está aceptando las grasas, no como nuestro enemigo mortal, sino como un ingrediente esencial para la vida. Y vemos como en los hogares han vuelto a cambiar al yogurt entero, después de aprender que, entre otras cosas, la grasa ayuda al cuerpo a absorber el calcio.
Igualmente, nuestra apreciación sobre el consumo de la carne también ha cambiado. Hemos aprendido el valor de los animales alimentados con pasto y su efecto en los productos que consumimos. Y es asombroso cuánto más nutritivo son los productos cárnicos cuando provienen de animales que deambulan en paz y sueltos por el corral alimentándose de hierba, en lugar de estar encerrados comiendo granos transgénicos. Sin duda, el valor nutricional del alimento es significativamente mejor.
Y, además, hemos leído muchos libros interesantes sobre alimentación y de recetas de cocina para fomentar una dieta real, tradicional y nutritiva. Algunos autores que nos han inspirado son Michael Pollan, Joan Gussow, Barbara Kingsolver, Sally Fallon, Alice Waters y Nina Planck, esta última con su libro “Real Food: What to Eat and Why”.
Del mismo modo recomendamos los documentales “Food Inc”, “Fresh” y “Rotten” para obtener una mejor perspectiva visual del tema. Hemos tenido la suerte de conversar con una gran cantidad de investigadores y cocineros expertos panameños e internacionales, algunos de los cuales conocemos y seguimos. Mario Castrellón y José Carles, para mencionar a dos.
En fin, tenemos un movimiento de alimentación saludable que está naciendo aquí en Panamá y representa una experiencia de vida. Por eso sugerimos que busquen información y conozcan más sobre lo que hacen, y seguro quedarán interesados en participar. Al final, es un total de veintiuna comidas por semana con las que todos tenemos que lidiar, y es mejor que lo hagamos de manera saludable.