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Asediado por la realidad, Trump descubre que la negación no detendrá la pandemia

Asediado por la realidad, Trump descubre que la negación no detendrá la pandemia
El presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, usa una máscara mientras visita el Centro Médico Nacional Militar Walter Reed en Bethesda, Maryland 'el 11 de julio de 2020. Foto: AFP

WASHINGTON — Insistió en que era seguro, que la gente podía volver al trabajo, que las escuelas podían reabrir, que podía celebrar mítines de campaña en interiores, que incluso podía organizar una convención de nominación en todo su esplendor, bulliciosa y llena de banderines, como si todo estuviera bien.

Solo que ahora todo está derrumbándose alrededor del presidente estadounidense, Donald Trump. El mandatario que se burló de los cubrebocas, presionó a los estados para que reabrieran y prometió retomar su campaña de reelección, ahora se ve obligado a cancelar mítines, anular su gran convención, exhortar a los estadounidenses a que se alejen de los bares y finalmente adoptar, aunque sea sin entusiasmo, el uso de cubrebocas.

Puede que no sea el fin de la negación, pero es un momento en el que la negación ya no parece ser una estrategia viable para Trump. Durante más de tres años en el cargo, demostró tener un éxito sorprendente al someter gran parte del mundo político a su propia visión de la realidad, pero, después de seis meses, la pandemia del coronavirus resulta ser el único hecho de la vida persistente e inalterable que el presidente simplemente no puede someter a la fuerza por pura voluntad.

En la primavera, la convicción del presidente de que podría alentar al país a recuperar una apariencia de normalidad a tiempo para poner en marcha la economía agonizante y poder ejercer un segundo mandato tras las elecciones de noviembre ha demostrado ser distinta de los sombríos informes médicos y de autopsias que durante el verano han surgido en el sur y el oeste del país. Con 60.000 nuevos casos y mil muertes más registradas todos los días, Trump se ha visto obligado esta semana a olvidarse de la visión optimista que tiene de la salud de la nación… y de su presidencia.

No es que haya admitido un cambio. Al reanudar sus conferencias sobre el coronavirus esta semana, insistió en que la mayor parte del país iba bien y ofreció predicciones optimistas sobre las posibilidades de derrotar al virus. Sin embargo, sus acciones contradicen esa opinión, ya que canceló la convención en Jacksonville, Florida, citando las mismas preocupaciones sanitarias que había menospreciado cuando la mudó abruptamente de Charlotte, Carolina del Norte, en un principio.

Incluso la decisión de empezar a llevar a cabo las conferencias de nuevo fue en sí misma una admisión de que la crisis que tan desesperadamente quería superar se está acelerando, mientras en las encuestas queda rezagado por dos dígitos tras el exvicepresidente Joe Biden. Trump hubiera preferido hablar de casi cualquier otro tema que no fuera el virus, pero de nuevo estuvo en el podio tres días seguidos leyendo diligentemente las advertencias que sus asesores le habían dado.

“Este es un caso en el que se alinea todo; es la última temporada de ‘El aprendiz’. Nos quedan cien días y la estrella de los programas de telerrealidad acaba de quedar asediada por la realidad”, dijo Rahm Emanuel, quien fue miembro del Congreso y jefe de personal de la Casa Blanca durante el gobierno del presidente Barack Obama antes de convertirse en alcalde de Chicago.

Sus defensores dijeron que Trump ha respondido a la situación a medida que ha ido cambiando. “Con este virus entramos en un territorio de incógnitas desconocidas, lo que hace que la toma de decisiones sea difícil para cualquiera, incluso para el presidente”, comentó Christopher Ruddy, director ejecutivo de Newsmax y amigo de Trump. “Considerando las recomendaciones contradictorias que ha recibido de los expertos en materia de salud, creo que ha realizado un gran trabajo en la respuesta económica y un buen trabajo en la reducción del número de muertes diarias. El público lo verá en determinado momento”.

Al hablar frente a las cámaras esta semana, los funcionarios de la Casa Blanca insistieron en que Trump no había cambiado su opinión sobre el virus en absoluto y que siempre lo tomó en serio. Sin embargo, hablando con la condición de mantener su anonimato, algunos altos funcionarios republicanos expresan su exasperación por el hecho de que el presidente, en su opinión, manejó mal el virus, lo cual dejó al partido expuesto a perder no solo la Casa Blanca, sino también el Senado.

El público está cada vez más preocupado, ya que el número de casos se ha disparado al doble de lo que era durante el anterior pico de la pandemia en marzo y abril.

Mientras que solo el 30 por ciento de los estadounidenses creía que la crisis estaba empeorando a principios de junio, ahora el 66 por ciento cree que se está agravando, de acuerdo con Gallup. Tres cuartas partes de los encuestados dijeron que esperaban que las afectaciones impuestas a los viajes, la escuela, el trabajo y los eventos públicos continuaran hasta finales de año o incluso hasta el año próximo antes de que la situación comience a mejorar.

“Necesitaba ser el presidente de la pandemia. En cambio, se convirtió en negacionista de la pandemia”, comentó Jonathan S. Reiner, un prominente cardiólogo que trató al exvicepresidente Dick Cheney. “Desafortunadamente, cuando un presidente se niega a aceptar la realidad científica, sus palabras y acciones son imitadas por un gran número de estadounidenses que luego desestiman lo grave de la pandemia con consecuencias desastrosas predecibles”, agregó Reiner.

Desde el principio, Trump ha subestimado repetidamente el virus, comparándolo con la gripe, prediciendo frecuentemente que simplemente “desaparecerá” por sí mismo, denunciando la “histeria” de los medios de comunicación sobre la enfermedad, insistiendo en que los casos se reducirán casi a cero y luego declarando prematuramente la victoria en la guerra contra la pandemia.

En marzo dijo: “De ninguna manera voy a cancelar la convención” y sostuvo que “vamos a estar en buena condición mucho antes de eso”. Un mes después, citando a los expertos en salud, declaró que “los peores días de la pandemia ya han pasado”. Cuando el gobernador de Carolina del Norte insistió en que la convención en Charlotte tendría que estar limitada por medidas de salud pública, Trump trasladó enfadado la mayor parte a Jacksonville, donde prometió un evento completo.

Esta semana se doblegó a regañadientes ante la realidad de que el virus se ha propagado, no disminuido; admitió que “empeoraría antes de mejorar” y canceló Jacksonville, diciendo “no es el momento adecuado para eso”. Después de que su esfuerzo inicial para reanudar los mítines en los estadios fue un fracaso en Tulsa, Oklahoma, y el segundo programado para Portsmouth, Nueva Hampshire, fue cancelado, Trump ahora dice que llevará a cabo “telemítines”.

El aumento de las infecciones también ha obligado a Trump a fomentar más el uso de cubrebocas después de meses de rechazarlos. Cuando anunció por primera vez que los expertos en salud pública querían que los ciudadanos usaran cubrebocas, inmediatamente subestimó el mensaje cuando declaró: “No creo que yo lo vaya a hacer”, y se quejó de que no se vería bien en el Despacho Oval mientras recibía a los visitantes extranjeros.

En los meses siguientes, volvió a publicar un mensaje en Twitter en el que se burlaba de Biden por usar cubrebocas, ridiculizó a un periodista que insistió en usar cubrebocas en una conferencia de prensa “porque quiere ser políticamente correcto”, insistió en que los cubrebocas eran un “arma de doble filo” y estuvo de acuerdo en que algunas personas solo usarían cubrebocas para hacer una declaración política en su contra.

En las últimas dos semanas, usó uno en público, fue fotografiado por primera vez usándolo y les dijo a los estadounidenses que usarlo era un acto de patriotismo. “Si puedes, usa cubrebocas”, dijo en una conferencia televisiva. “Cuando puedas, usa cubrebocas”.

Trump y su equipo siguieron insistiendo en que había manejado el virus de manera decisiva, siempre citando su decisión de limitar los viajes desde China, así como los aumentos en el suministro de ventiladores y la capacidad de pruebas. El presidente también siguió presionando a las escuelas para que reabrieran completamente y en persona en el otoño, aunque la escuela privada de su hijo no lo hará, pero incluso en ese caso cedió algo de terreno esta semana al reconocer que algunas escuelas de las zonas más afectadas por el virus podrían tener que retrasar su apertura.

No obstante, en gran parte del país, los líderes escolares, como muchos gobernadores y alcaldes, ahora están prestando menos atención a un presidente cuyas predicciones han fallado y están prestando más atención a las cifras de las gráficas. Si una convención política en Jacksonville no es segura en la era del coronavirus, muchas escuelas están llegando a la conclusión de que quizá tampoco sea seguro reabrir, al menos no a gran escala.

“El virus y la ciencia, no la política, determinarán la propagación del virus y si las escuelas y nuestra economía pueden reabrir sin tener que cerrar de golpe otra vez”, dijo el viernes Thomas R. Frieden, exdirector de los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades de Estados Unidos. “Los hechos importan. La ciencia importa. Apoyar la salud pública y basarse en ella es importante”.

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