La soledad está quebrantando a Estados Unidos

La soledad está quebrantando a Estados Unidos
El último simpatizante en un mitin republicano en Valdosta, Georgia, el 5 de diciembre de 2020. Foto, Damon Winter / The New York Times.

Una cruel paradoja del coronavirus es que el distanciamiento social requerido para controlarlo alimentó patologías que ahora lo están prolongando. Las personas aisladas y divididas se refugiaron en movimientos que han hecho que ahora estén en contra de las vacunas.

No planeaba leer ninguno de los nuevos libros sobre Donald Trump. Su vampírico dominio de cinco años sobre la atención de la nación fue bastante espantoso; una de las pequeñas alegrías de la era posterior a Trump es que es posible ignorarlo durante días.

Pero después de leer un artículo adaptado de “Frankly, We Did Win This Election: The Inside Story of How Trump Lost” (Honestamente, ganamos esta elección: La verdad de cómo Trump perdió), de Michael C. Bender, un reportero de The Wall Street Journal, cambié de opinión y comencé a leer el libro. Lo que me llamó la atención no fueron sus reportajes sobre el desorden de la Casa Blanca y los aterradores impulsos de Trump; algunos detalles son nuevos, pero esa historia es conocida. Más bien, me impresionó el relato de Bender sobre las personas que siguieron a Trump de un mitin a otro como “groupies” autoritarios.

La descripción de Bender de estos superfanáticos de Trump, que se hacían llamar “front-row Joes”, es benévola pero no sentimental. Ante todo, Bender captura la soledad de esas personas antes de la llegada de Trump.

“Muchos se acababan de jubilar, tenían tiempo libre y pocas cosas que los mantuvieran en casa”, escribe Bender. “Algunos nunca tuvieron hijos. Otros estaban distanciados de sus familiares”. Al arrojarse al movimiento de Trump, encontraron una comunidad y un sentido de propósito. “La vida de Saundra se volvió más significativa con Trump”, dice sobre una mujer de Míchigan que realizó trabajos ocasionales de todo tipo en el camino para financiar su obsesión.

Existen muchas causas para las disfunciones superpuestas que hacen que la vida estadounidense contemporánea se sienta tan distópica, pero la soledad es una de las mayores. Incluso antes del COVID-19, los estadounidenses se estaban volviendo cada vez más solitarios. Y como Damon Linker señaló recientemente en The Week, citando a Hannah Arendt, las personas solitarias se sienten atraídas por las ideologías totalitarias. “La característica principal del hombre-masa no es la brutalidad ni el atraso, sino su aislamiento y falta de relaciones sociales normales”, concluye Arendt en “The Origins of Totalitarianism” (Los orígenes del totalitarismo) al describir a quienes se han entregado a movimientos masivos de gran alcance).

En primer lugar, una sociedad socialmente sana tal vez nunca habría elegido a Trump. Como escribió en FiveThirtyEight Daniel Cox, investigador sénior de encuestas y opinión pública de American Enterprise Institute, una organización conservadora, poco después de las elecciones de 2020, “la proporción de estadounidenses que están más desconectados de la sociedad va en aumento. Y estos electores apoyan desproporcionadamente a Trump”.

Los datos de los sondeos realizados por el Centro de Encuestas de American Enterprise Institute, sobre la vida estadounidense, revelaron que el 17 por ciento de los estadounidenses dijeron que no tenían ni una sola persona en su “red social principal”. Estos “electores socialmente desconectados tenían muchas más probabilidades de ver a Trump de manera positiva y apoyar su reelección que aquellos con redes personales más sólidas”, escribió Cox.

No es solo el trumpismo el que se alimenta del aislamiento. Hay que prestar atención a QAnon, que se ha transformado de un engaño en un foro de discusión en internet a una cuasirreligión. En su libro “The Storm Is Upon Us: How QAnon Became a Movement, Cult, and Conspiracy Theory of Everything” (La tormenta está sobre nosotros: Cómo QAnon se convirtió en un movimiento, culto y teoría de la conspiración para todo), el periodista Mike Rothschild muestra lo crucial que es el sentido de comunidad digital para el encanto de QAnon. “Es una de las razones por las que los ‘baby boomers’ se han unido a Q en una proporción tan sorprendente: muchos sufren del síndrome del nido vacío, están solos o jubilados”, escribe.

También es probable que sea una de las razones por las que QAnon comenzó a expandirse junto con los confinamientos por el COVID-19 y encontró una nueva vida entre los influentes de Instagram, los practicantes de yoga y las mamás de los suburbios. De repente, la vida social de las personas en todo Estados Unidos quedó aniquilada y muchas madres se vieron atrapadas en un aislamiento doméstico más allá de lo imaginado por Betty Friedan. Atrapadas en casa, tuvieron más tiempo para ser absorbidas por los abismos de internet. QAnon, que llegó a fusionarse con las teorías de conspiración en torno al coronavirus, les dio una explicación sobre su desgracia y villanos a quienes culpar.

Una cruel paradoja del coronavirus es que el distanciamiento social requerido para controlarlo alimentó patologías que ahora lo están prolongando. Las personas aisladas y divididas se refugiaron en movimientos que han hecho que ahora estén en contra de las vacunas. También sobre esto Arendt fue clarividente. Describió a las personas que se han distanciado de un lugar definido en el mundo como, a la vez, profundamente egoístas e indiferentes a su propio bienestar: “El egocentrismo, por lo tanto, iba de la mano con un debilitamiento decisivo del instinto de autoconservación”.

Uno de los personajes más vívidos del libro de Bender es Randal Thom, un veterano de los infantes de marina de 60 años cuya esposa e hijos lo abandonaron debido a su problema con las drogas y que pasó un tiempo en prisión. “Los mítines se convirtieron en el principio organizador de su vida y los fanáticos de Trump lo amaron por eso”, escribe Bender. “Al igual que sucedió con el propio Trump, todos los errores pasados de Randal no les importaban”. Cuando se enfermó de lo que creía que era COVID-19, Thom se negó a ir al hospital, por miedo a “posiblemente aumentar el número de casos bajo la supervisión de Trump”. (Sobrevivió, pero murió en octubre en un accidente automovilístico cuando regresaba a casa tras participar en un desfile de botes en apoyo a Trump).

Hacia el final del libro de Bender, reaparece Saundra. Ella acababa de participar en la insurrección del 6 de enero en el Capitolio y parecía estar lista para más. “Dígannos dónde tenemos que estar, dejamos todo y nos vamos”, afirma Saundra. “A nadie le importa si tiene que trabajar. A nadie le importa nada”.

Si le das sentido a la vida de alguien, te lo dará todo.

 

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