A veces, me despierto uno o dos minutos antes de que suene el despertador. ¿Es normal? ¿Y por qué lo hace mi cuerpo?
Hay pocos estudios sobre la frecuencia y las causas de esta experiencia. Pero parece ser “un fenómeno genuino” del que informan muchas personas, según Russell Foster, director del Instituto de Neurociencia Circadiana y del Sueño de la Universidad de Oxford, en el Reino Unido.
Por ejemplo, en una encuesta telefónica publicada en 1997, investigadores de Iowa y Minnesota entrevistaron al azar a 269 adultos, principalmente del Medio Oeste. Casi tres cuartas partes de los entrevistados afirmaron que a veces se despertaban antes que sus alarmas y algo menos de una cuarta parte dijeron que se despertaban con tanta fiabilidad que nunca tenían que utilizar una alarma.
Después de que el equipo de investigación publicara un anuncio en el periódico en el que pedía personas que se despertaran siempre o con regularidad a determinadas horas sin utilizar la alarma, invitó a quince de esos encuestados a un laboratorio y realizó un seguimiento de su sueño durante tres noches. Comprobaron que cinco de los quince se despertaban a menos de diez minutos de la hora prevista las tres veces.
La sincronización lo es todo
Nadie sabe exactamente cómo o por qué el cuerpo es capaz de hacer eso, pero los investigadores afirman que nuestros relojes biológicos, que llevan la cuenta del tiempo, tienen algo que ver.
En el cerebro, justo encima del nervio óptico, hay un reloj maestro llamado núcleo supraquiasmático, explica Ravi Allada, neurobiólogo especializado en sueño y ritmos circadianos de la Universidad Northwestern.
Este reloj sincroniza y coordina los ritmos circadianos de nuestro cuerpo, que nos ayudan a prepararnos para cosas que ocurren en distintos momentos del día, como dormirnos por la noche y despertarnos por la mañana.
Según Foster, una de las formas en que nuestro cuerpo lo hace es detectando los niveles de luz que nos rodean. Unas células especiales de nuestros ojos detectan los cambios en los niveles de luz, como los que se producen justo antes y al amanecer, incluso a través de los párpados cuando tenemos los ojos cerrados. Es probable que estas células no le digan a nuestro cuerpo con precisión qué hora es, pero pueden comunicarle que nos estamos acercando a la hora a la que normalmente nos levantamos.
Esto desencadena cambios —como el aumento de las hormonas cortisol y adrenocorticotropina, así como de la tensión arterial, según Foster— que nos ayudan a prepararnos para la actividad.
¿Qué pasa las veces que te has despertado justo antes del despertador cuando has tenido que levantarte mucho antes de lo que tu cuerpo está acostumbrado, por ejemplo, para tomar un vuelo o acudir a una cita importante?
Según Allada, en lugar de despertarse en función de la hora que es, nuestro cuerpo puede estar despertándose en función del tiempo transcurrido desde que nos acostamos, para lo que funciona casi como un reloj de arena. Si nos acostamos sabiendo que debemos levantarnos dentro de cuatro horas, algo puede ayudarnos a asegurarnos de que nos despertamos pasadas esas cuatro horas.
Cuando las cosas fallan
Si nuestro cuerpo es tan bueno para detectar la hora, ¿por qué no nos despertamos siempre justo antes del despertador? ¿Y por qué hay gente que nunca se despierta antes de la alarma?
Foster no está seguro. Es posible que, cuando uno está especialmente cansado, la necesidad de dormir del cuerpo prevalezca sobre el reloj biológico.
O, a veces, si te sientes nervioso por despertarte a tiempo, el estrés puede hacer que te despiertes antes de lo que te gustaría, propuso Allada.
La conclusión
Todavía son muchas más las preguntas que las respuestas sobre por qué y cómo nuestro cuerpo a veces nos despierta antes de la alarma.
Pero, para maximizar las probabilidades de que te despiertes a tiempo, señaló Foster, puede ser útil poner la alarma a la misma hora todos los días para que tu cuerpo se acostumbre a despertarse a una hora regular.