La respuesta negativa generalizada hacia la inmigración

La respuesta negativa generalizada hacia la inmigración

La ola migratoria mundial del siglo XXI tiene pocos precedentes. En buena parte de América del Norte, Europa y Oceanía, el porcentaje de la población que nació en otro país está o se acerca a niveles nunca antes vistos.

En Estados Unidos, ese porcentaje se acerca al máximo anterior del 15 por ciento, que se registró en 1890. En otros países, el aumento de la inmigración ha sido incluso mayor en las dos últimas décadas.

Esta escala migratoria no es bien vista por los residentes de los países de llegada. La inmigración ilegal es bastante impopular porque alimenta la sensación de que las leyes de un país no importan. Pero el gran número de migrantes legales también inquieta a muchos electores. Los trabajadores de bajos ingresos y los obreros suelen preocuparse de que sus salarios disminuyan debido a que los empleadores tengan repentinamente una mano de obra más extensa y barata de dónde elegir.

Como escribió hace algunos días Tom Fairless, periodista de The Wall Street Journal:

“La cantidad sin precedentes de migrantes que llegan a los países ricos está provocando mayores reacciones negativas en todo el mundo, lo cual impulsa a los partidos populistas y presionan a los gobiernos para que endurezcan sus políticas a fin de frenar la ola migratoria. […] Según los expertos, las reacciones negativas reproducen un largo ciclo en la política migratoria. Las empresas ejercen presión constante a favor de leyes migratorias más liberales porque así reducen sus costos laborales y aumentan sus beneficios. Obtienen el apoyo de los políticos proempresariales de la derecha y de los líderes prointegración de la izquierda, lo que conduce a políticas migratorias más liberales de lo que desea el elector promedio.”

La izquierda política en Europa y Estados Unidos ha luchado para idear una respuesta a estos acontecimientos. En cambio, muchos progresistas desestiman las preocupaciones migratorias con el argumento de que solo son un reflejo de la intolerancia que hay que derrotar. Y la oposición a la migración <em>suele</em> estar infundida de racismo: los líderes de derecha, entre los que se encuentran Marine Le Pen en Francia, se aprovechan de estereotipos migrantes inspirados por el odio. Algunos, como Donald Trump, recurren a las mentiras evidentes.

Pero estar a favor de niveles más bajos de inmigración no significa de manera inherente que se es intolerante o de derecha. En los países más prósperos de África, Asia y Sudamérica, la proporción de población nacida en el extranjero es mucho menor. Japón y Corea del Sur son los países más reacios al ingreso de extranjeros.

En épocas anteriores

La izquierda política en Estados Unidos incluía a muchas figuras a las que les preocupaban los efectos de la inmigración a gran escala. Por ejemplo, tanto los líderes de los sindicatos, como los de los derechos civiles, se manifestaron a favor de niveles moderados de inmigración para proteger los intereses de los trabajadores vulnerables.

“Hay una razón por la que a Wall Street y a todas las empresas estadounidenses les gusta la reforma migratoria y, en mi opinión, no es que porque pasan las noches en vela preocupados por los trabajadores indocumentados en este país”, dijo Bernie Sanders en 2015. “Lo que creo que les interesa es ver un proceso con el cual podamos traer mano de obra barata de todos los niveles a este país para deprimir los salarios de los estadounidenses y estoy totalmente en desacuerdo con eso”.

Sin embargo, en la actualidad, muchos progresistas se sienten incómodos con cualquier argumento que cuestione el tema de la inmigración. Se han convertido en apasionados defensores de una mayor inmigración e integración global, con el argumento —correcto— de que los migrantes suelen beneficiarse al trasladarse de un país con salarios más bajos a otro con salarios más altos. Pero nada es gratis en la vida, ni la inmigración ni el libre comercio. También tiene costos, incluida su carga sobre los servicios sociales, como destacaron hace poco algunos gobernantes locales, entre ellos el alcalde de Nueva York, Eric Adams, y funcionarios del sur de Texas.

Ahora que los partidos de izquierda y centro aceptan en gran medida los altos niveles de inmigración, los partidos de derecha se han vuelto atractivos para muchos votantes partidarios de una menor inmigración. Esta cuestión ha alimentado el auge de los partidos nacionalistas de extrema derecha en Francia, Alemania, Italia, Suecia, Finlandia y otros países, como explicaba Jason Horowitz, de The New York Times, en un artículo reciente. Jason se centra en España, otro país donde crece el partido antiinmigración.

El caso más reciente es el de los Países Bajos

La coalición gobernante colapsó el viernes en ese país después de que los partidos de centro se negaron a aceptar parte del plan del primer ministro conservador para reducir la inmigración. En lugar de modificar su plan, el primer ministro Mark Rutte disolvió el gobierno y convocó a elecciones en otoño.

Rutte no es miembro de la extrema derecha. Es un conservador neerlandés de la corriente dominante que ha intentado marginar al partido extremista antiinmigración del país. Sin embargo, llegó a creer que reducir la inmigración era “una cuestión de supervivencia política” para su partido, según informaron mis colegas Matina Stevis-Gridneff y Claire Moses.

Aunque difiere en la forma, el presidente Joe Biden también tomó medidas hace poco para reducir la inmigración no autorizada. Hasta ahora, su nueva política ─que incluye tanto una mayor vigilancia de las fronteras como una ampliación de las vías legales para solicitar el ingreso al país─ parece haber reducido el aumento de la inmigración en la frontera entre Estados Unidos y México. Aun así, es evidente que el tema genera divisiones en su partido. Muchos demócratas liberales han dicho que esta política es poco compasiva y que Estados Unidos debería admitir más migrantes, no menos.

Los demócratas suelen señalar los muchos aspectos en los que los republicanos no están en sintonía con la opinión pública, como la prohibición del aborto, el salario mínimo, los impuestos a los ricos y la comprobación de antecedentes de los propietarios de armas. Las encuestas afirman que la inmigración va por otro camino. Es un tema en el que gran parte del Partido Demócrata, al igual que la izquierda política europea, difiere de muchos electores.

Los partidos de izquierda tanto en Europa como en Estados Unidos no suelen coincidir con la opinión pública en materia migratoria.

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